Capítulo 40.

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Capítulo editado.

·······


- ¿Quieres cambiar de sitio?- Le escuché preguntar, mirándola temiendo que se rompiera como una copa de cristal.- No me importa sentarme encima de tu roca y romperme el culo, en este tronco estarás más cómoda.

- Estoy bien, Marcos.- Insistió con una tranquila sonrisa. Después, giró su cuello hacia el otro lado, hacia mí.- Yo creo que en esta ocasión mi primo tiene razón, que vayas sola ahora sería darles a esa gente su blanco en bandeja.

Dejé de tapar con las manos mis ojos para mirar a mi hermano más allá de nuestro círculo con Max, cerca del otro lado de la llanura, ambos en su estado lobuno. Llevaban hablando diez minutos, dejándome con los nervios de punta por no saber qué era lo que estaban diciendo sobre nosotros y sobre de mí. Los demás teníamos que resignarnos a esperar tras haber estado en una de nuestras primeras reuniones, tratando el tema que más nos preocupaba a todos, el de aquella banda humana que tantos problemas e inquietudes nos estaban causando.

Finalmente, dirigí mis pupilas hacia Joanna.- Lo sé, Jo. Créeme que por una vez, le doy la razón. Es sólo que estoy preocupada.

- Todos sabemos protegernos.- Dijo, enredando su brazo con el mío en un intento de transmitirme tranquilidad.- Tú me ayudaste a que me diera cuenta de que debía saber hacer más cosas aparte de ser veloz.

La sonreí con calidez, siendo Marcos quien habló antes de que abriera la boca.

- Sólo son humanos que saben esconderse muy bien, no te preocupes.- Habló, guiñándome un ojo de forma divertida.

"No son simples humanos." Saltó Hugo por el link repentinamente, viniendo hacia nosotros a paso ligero con Max a sus espaldas. "Esa gente lleva preparándose para este acontecimiento desde que vinieron al mundo. Su anónimo jefe ha tenido creada una especie de Secta en la que les ha estado inculcando que su misión en la vida es acabar con nuestra Diosa, esa a la que estamos protegiendo." Dijo para todos, dirigiendo sus azules ojos hacia mí directamente con una angustia que no pudo controlar en mi presencia, de igual manera que yo no pude detener mi terror ante tan surrealista situación.

"Aconsejé a Alfa que unos buenos acompañantes para Daniela pueden ser los gemelos." Dijo Max, dejándome con los ojos como platos. Al saber que iba a protestar, continuó. "Son narcisistas y en momentos, inmaduros, soy consciente de ello porque estoy conviviendo con ellos. Pero también sé admitir cuándo se debe, y estos muchachos han realizado un larguísimo y duro viaje desde su país natal con el propósito de proteger a su Diosa Gaia, siguiendo su instinto hasta llegar a ti." Me explicó con suavidad, acercándose a mí y poniendo su húmedo hocico en mi frente, dándome un pequeño lametón. Después, tanto él como Hugo se dejaron ver en su forma humana de nuevo.

De reojo vi a los dos idénticos e insoportables hermanos sentados en el lado izquierdo de Marcos, clavando sus cuencas sobre mi persona, tan insistentes como tranquilas, tuve que rodar los ojos lenta y frustradamente; no podía negarme sabiendo que tenía razón. Aquel gesto supuso que entendieran que lo había aceptado aunque hubiera sido a regañadientes, lo que les sacó un aire de alivio. Tras aquella decisión de la que tuvimos que requerir una buena parte de la mañana una vez finalizamos nuestro rutinario entrenamiento, Hugo se despidió de nosotros para ir a ver a Micaela, Max se quedaría en su cabaña pues aún seguía arreglando y montando varias cosas que le faltaban, Marcos y Joanna colocaron disimuladamente una excusa con la que se suponía que irían juntos a vigilar el territorio hasta el mediodía; no se la creían ni ellos mismos.

Les miré por unos segundos mientras nos lo decían, nerviosos y con ganas de salir corriendo de la mano, o de las patas si se transformaban, sintiéndome enternecida por ellos. Su extraño vínculo no se podía describir como de amistad pero tampoco como relación, pues nadie, ni siquiera ellos mismos sabían qué tenían entre ambos, variaba dependiendo de los días, si un día se ignoraban los otros dos días consecutivos no se alejaban el uno del otro más de dos metros. Ambos eran conscientes de que no estaban impregnados el uno del otro, pero eso no quitaba que no pudieran sentir un enorme sentimiento de querer cuidarse y acompañarse, aunque tuvieran otros momentos de querer clavarse los colmillos en la yugular. Cuando los dos juntos se transformaron y salieron corriendo lejos de la llanura, di media vuelta para mirar a los dos gemelos con el ceño fruncido.

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