Capítulo 29.

2.4K 190 12
                                    

Capítulo editado.

~•~•~•~

Después de romper el cristal en donde mi imagen aparecía como la deidad de mujer que había antes de que yo la sustituyera contra mi voluntad, con sus palabras aún retumbando en mi mente, diciéndome que debía de estar preparada para la primera Luna Nueva dejándome completamente confundida, una claridad provocó que entrecerrara mis ojos y colocara una de mis manos en mi frente para que me diera sombra, queriendo ver mejor. Ahora me encontraba en medio de un extenso prado florecido acompañada del sonido de los grillos y las cigarras. El Sol estaba en lo más alto del cielo, dándome la sensación de que debía de hacer mucho calor, sin embargo, no sentía nada.

- ¿Qué hago aquí?- Susurré a la nada.

Al mirar a mi derecha, un zorro estaba parado a unos cuantos metros de mí, pero otro sonido me hizo mirar a la izquierda, en donde había un gato montés. Ambos me observaban detenidamente, sin moverse un solo centímetro de donde se encontraban. Inconscientemente, me puse de cuclillas, mirándolos intercaladamente hasta que tuve a los dos animales acariciándolos con las yemas de mis dedos cálidamente. Eran obras de arte con vida, tan bien creadas, tan mimadas y hermosas. Solté una suave risa al sentir cómo un pequeño pájaro se posaba sobre mi cabeza con un simpático piar que alegraba mis sentidos. No podía ser más feliz.

Entonces, repentinamente, desde la planta de mis descalzos pies comenzó a salir un aura que marchitaba la hierba y las flores a mi alrededor, asustándome. Al escuchar unos entristecidos ruidos, observé con pánico cómo tanto el zorro como el gato montés se morían entre mis manos y el pajarillo que antes se posaba con confianza sobre mi cabello, caía inerte al suelo sin un solo signo de vida.

- ¿Qué? ¿Qué ha... pasado?- Mi voz no parecía querer salir, mirando cómo aquel aura conmigo como centro, seguía extendiéndose más allá.- ¿Yo los he matado?

Mis párpados se abrieron de par en par y mi cuerpo se incorporó sobre el colchón en medio de una presión que no me dejaba respirar adecuadamente. Tuve que sentarme al borde de mi cama y centrar mis ojos en el frío tapizado de madera del suelo que erizó mi piel al hacer contacto con la planta de mis pies descalzos; aquel frío provocó que la neblina en mí se disipara y por fin saliera de la somnolencia. Todo había sido una pesadilla. Erguí mi espalda y miré el techo, cogiendo grandes bocanadas de aire aún, como si no pudiera encontrar el oxígeno que necesitaba, por lo que me levanté caminando hacia la ventana para abrirla de par en par. Posé mis manos sobre el alféizar para recostar parte de mi peso y asomarme al exterior en medio de un suspiro lleno de alivio. Observé la penumbra del bosque, esos abetos grandes y esbeltos con un olor que llenaba mis pulmones de apaciguamiento, quitándome de a poco el mal cuerpo que me había dejado aquel cruel sueño. Sabiendo a pesar, que yo me trataba de una persona incapaz de hacer algún tipo de sufrimiento a un ser viviente.

Clavé las cuencas de mis ojos en la creciente cóncava Luna, la cual aquella noche tenía forma de una fina guadaña, o de un afilado cuerno. Nunca me había parado a pensar lo que podían llegar a significar los sueños que llegaba a tener, pues siempre me había concienciado que no tenían lógica alguna. Pero, ¿Y si tuviera su propia lógica, una que yo aún no había descubierto? Un par de horas más tarde los primeros rayos del Sol acariciaron la piel de mi rostro regalándome su dulce calor y su brillante luz. Un nuevo día me saludaba tímida y alegremente, animándome a que dejara de sentarme en la ventana para espabilarme y aprovechara cada hora; sólo pude suspirar. Sin embargo, alguien de fuertes pisadas usurpó mi habitación como si fuera la suya propia sabiendo que si algo podría conseguir animarme, era él.

- ¿Despierta?- Murmuró al verme fuera de la cama.- ¿Apocalipsis?

Rodé los ojos con una sonrisa apunto de estropear mi ceño fruncido.

GaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora