Capítulo 43.

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Capítulo editado.

·······

A la salida del Sol del siguiente día nos juntamos la manada al completo, a excepción de los dos heridos que, a pesar de sólo tener cicatrices, se merecían unas horas más de reposo. Situados fuera de la cabaña de Max, nos dirigimos hacia la parte posterior de la casa, donde teníamos al intruso encerrado justamente en el sótano. Como para bajar, había una puerta inclinada que, al abrirla, descendimos por las chirriantes escaleras de madera, entremedias de una penumbra a consecuencia de que aún no había bombilla alguna para iluminar el lugar, dejando tras de sí un rastro inquietante. Por un momento, me detuve a mitad de recorrido para mirar el fondo negro, intentando escuchar algo más allá de nuestras pisadas, buscando un pulso y una respiración que no fuera de ninguno de nosotros, pero todo era silencio.

- No está.- Susurré.

- Sí está. Le hemos tenido vigilado, y de aquí no ha salido.- Aseguró Max.

Seguimos bajando en fila, aunque algunos se quedaron arriba por si surgía algún imprevisto o se acercaba alguien. Mi hermano no tardó en alcanzarme cuando creímos escuchar unas uñas chocando contra el suelo de cemento al caminar, así que Hugo colocó su mano sobre mí para detenerme sin dejar de mirar la oscuridad. Por muy extraño que estuviera seguía queriendo protegerme. Mi teoría esperanzadora, sin embargo, se esfumó tan rápido como había aparecido cuando espetó:

- El Alfa va delante.

- Bueno, querido Rey Alfa, el día que decidamos tirarnos todos por un puente también irás delante, porque eres el Alfa y los Alfas van siempre primero, ¿no?- Mascullé sarcástica.

- Deja de decir tonterías, Daniela.- Gruñó entre dientes.

No sabíamos que estábamos tan distraídos por culpa de nuestros problemas personales hasta que nuestro prisionero nos arroyó con su enorme cuerpo, apostando fortuitamente a que su fuerza nos aplastaría y nos dejaría aturdidos los suficientes segundos como para tener una oportunidad para escapar del sótano, y de nosotros. Unos gritos y gruñidos al otro lado de la puerta nos espabiló aún más rápido, así que según llegábamos al exterior, nos transformábamos sin dejar de correr, enlazándonos con el resto de compañeros en la persecución. Mi energía interior sacó más resistencia a mis músculos, exprimiéndolos cuando me propuse atraparle yo misma, poniéndome rápidamente en cabeza del resto. Los gratuitos intentos de ataque en el día pasado me habían dejado un resquemor que se esfumaría cuando le diera su merecido. Mi iris chispeaba como si fuera fuego. Fui lo suficientemente veloz como para discernir entre la penumbra del laberinto que formaba el bosque de forma abrigada y espléndida, la aparición de un segundo intruso ocupando el lugar del otro, que se esfumó como una sombra al desviarse del camino que había adquirido la persecución. Le había perdido de vista, pero su olor no lo podría esconder nunca de mí, así que me desvié en su misma dirección, esperando que alguno de mis compañeros se diera también cuenta y nos dividiéramos para atrapar a ambos rivales.

Terminé en el sendero entre el lago y mi casa, derrapando al clavar mis garras en la tierra para detener mi acelerado paso de forma estrepitosa al verle allí estático. Su pelaje era entre un color negruzco sucio y enmarronado, con el característico detalle de carecer de su ojo izquierdo, recordando que ese era un destacado dato que Marcos me contó. Sin embargo, juraría que sería el que perseguíamos inicialmente. Detecté otro olor lobuno, probablemente del licántropo que faltaba y el que más escurridizo era. Tanto era así, que me sorprendió cayendo sobre mi espalda, mordiendo mi nuca y dándole al sin-ojo la oportunidad de atacar mi garganta, por el contrario, no se esperó que fuera a alzar mis garras como defensa y propinarle un zarpazo en el hocico. Solté un gemido de dolor en el momento en que el otro clavó sus garras en mis costados cuando yo me puse sobre mis patas traseras, dejándome caer hacia atrás consiguiendo aplastarle contra el suelo. No fue hasta ponerme de pie que una fuerte electricidad surcó mi cuerpo hasta el punto en que regresé a mi forma humana, teniendo la sensación de que me arrancaban la vida.

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