Capítulo 37.

2.2K 151 3
                                    

Capítulo editado.

·······

Seguimos a nuestra prima pequeña, preocupados y sorprendidos, guiándonos por el ruido que dejaban tras de sí sus veloces pasos y su descontrolado palpitar, sin comprender en absoluto qué era lo que la sucedía. Iba detrás de Hugo y a la par que Rodrigo hasta que una fuerte mano, además de grotesca, me detuvo sin cuidado al llegar al recibidor por el codo, dejándome atrás de los demás que no se percataron de mi repentina ausencia por el susto que nos estaba dando Joanna. Miré con ojos dorados a Jerry, respondiendo con un gruñido de rabia a su agarre, haciendo que solamente redujera la fuerza en mi piel pero sin despegar su mano.

- Tengo que hablar contigo.

- No sé si eres un mono ciego o un lobo con retraso, pero tengo algo que atender más importante.- Ataqué, tirando de mi brazo para que me liberara.

- Daniela...- Me avisó, gruñendo entre dientes.- Es urgente, es sobre ti.

- Jerry, me da igual.- Murmuré, con el puente de mi nariz arrugada, pero sin emitir sonidos.- Suéltame.

Sus pupilas chispeaban de entre el verde oscuro original al brillante que tan extraño y peculiar me seguía pareciendo, abriendo sus dedos finalmente, dejando la huella de su mano en mi piel, pero dejándome libre así que salí corriendo al jardín trasero en busca de las personas con las que estaba antes, pero allí sólo se encontraba Rodrigo, detenido frente a la entrada del bosque con un sudor nervioso cayendo por su frente. Si Joanna era más veloz que nosotros sería inútil que él saliera a buscarla, porque no serviría de nada afuera pero aquí, sin embargo, sí. No paré mi paso, dejando un rastro en mi camino por mis prendas, transformándome después de que Rodrigo y yo nos miráramos, saliendo disparada a la maleza por donde mis fosas nasales me guiaban.

Unos aproximados diez minutos más tarde, el revuelto movimiento en unos arbustos que poseían el olor de mi prima incitaron a que inconscientemente mi pelaje blanquecino se erizara mientras me acercaba sigilosamente hacia allí, esperando encontrar una violenta pelea entre licántropos. Agazapada me abrí paso entre los arbustos, observando rastros de sangre por el suelo y en algunas hojas, dejando inundada mi nariz por aquel olor a metal que desprendía. Entonces, mis parpados se expandieron sin poder creer lo que veían mis ojos.

"Joanna" Susurré por la conexión con desconcierto, llena de preocupación. Nadie secundario estaba peleando con ella, pero sí ella contra sí misma. Su pelaje antes canela estaba tintado de sangre en muchas zonas de su malherido cuerpo y, entre gimoteos de dolor, sus colmillos continuaban mordiendo su propio cuerpo, arrancando carne incluso. Se estaba destrozando, destruyendo y suicidando, o eso parecía a simple vista. Aún en shock mi mente reaccionó pocos segundos después, lanzándome hacia ella para detener aquella locura. No tuve más remedio que atrapar con mis dientes su boca, cerrándosela a la fuerza una vez que la tuve debajo de mí, aún así, ella siguió revolviéndose con brusquedad pero no para atacarme a mí sino para seguir mordiéndose.

"Tranquilízate... ya" La ordené en un instinto de que debía hacerlo, y no me equivocaba, su cuerpo se detuvo en seco ante mis palabras. Me fijé en sus ojos, llorosos y a medio cerrar por lo débil que había terminado. Al asegurarme de que no iba a continuar aquello, solté al instante su hocico con algunos agujeros causados por mis colmillos, aunque eso era lo menos importante del momento; estaba perdiendo una abundante cantidad de sangre, las heridas en su cuerpo eran severas y su auto regeneración no era lo suficientemente veloz por lo que debía ser atendida antes de que ocurriera alguna catástrofe... como su posible muerte. Un profundo y largo suspiro de alivio salió de ella, como si fuera de agradecimiento por mi actuación. Tan pronto como su forma humana quedó a la vista, también me transformé, asustada porque sus párpados se habían cerrado.

GaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora