Capítulo 39.

2.1K 153 6
                                    

Capítulo editado.

·······

Su frente miraba la vida como un niño mira un arcoíris desde una ventana, sus verdes hojas apuntaban desde sus fuertes ramas al cielo sin plegaria, esperando ver el ocaso otra noche más, tan agradecido como sus vecinos del agua mojándolo, nutriéndolo, dándole más tiempo para vivir; sus verdosos pulmones se llenaban de dióxido de carbono para regalarnos más oxígeno, mostrándonos su esperanza en esta realidad que tan maltratada resultaba estar. A pesar de todo, siempre sirviendo de cobijo a las nidadas de sus huéspedes aéreos, los pájaros.

Ser Gaia me permitía ser consciente de las obras realizadas antes de caer en el mundo mortal, sintiéndolo todo tan cercano e importante para mí, aún cuando sabía que como consecuencia de ello no recordara nada de un pasado anterior más allá de este cuerpo. Aquel arte tan bien compuesto y formado me hacía sentir complacida, feliz y eufórica, casi como si estuviera mirando a un recién nacido abrir por primera vez esos pequeños e inflados ojillos al mundo.

Por eso mismo continué observando con majestuosidad a El Viejo Amigo, como todos le llamaban, aquel enorme árbol al que me había llevado Jerry, siendo insignificante al lado de su grueso y alto tronco; era un árbol centenario, un pino que guardaba historias del pasado entre las venas de su corteza. Que siguiera existiendo tras tantos años de existencia a pesar de la deforestación que causaban los humanos, me dejaba satisfecha, orgullosa. Me senté bajo su copa, cubierta del Sol, apoyando mi espalda en su tronco miré a Jerry, quien había traído dos afilados cuchillos al que uno estaba untando un líquido pringoso que él mismo había creado antes de salir de mi casa, mientras que el otro lo mantenía en su funda. Aunque no me fiaba de ese hombre todavía y sabía que podía ser más peligroso sin ir armado, no me sobresaltaba tanto que fuera con armas blancas a un entrenamiento.

En un par de zancadas se acercó hasta donde yo me encontraba reposando, con aquel pequeño frasco vacío observándolo aún cuando se acuclilló frente a mí. Se había puesto el puño delante de la nariz como una clase de protección que, de haber estado aquel tarro lleno, dudaba de que le hubiera funcionado de algo.

- ¿Lo encontraste a las orillas del lago?- Volvió a preguntar, como hizo cuando se lo entregué.

- Sí. Hierba buena y limón.- Repetí.- Pongo la mano en el fuego a que la poción que contuviera antes, es la que tuvo que ser utilizaba contra Joanna.

Sus cuencas verdes me observaban con atención. Acabó devolviéndome el frasco de cristal, el cual guardé en una bolsa de plástico y, después, dentro de la mochila que traje. Jerry se acarició la barba, como siempre hacía cuando permanecía pensativo. Finalmente, se incorporó y se alejó unos metros.

- Anna sabrá decirnos lo que contenía cuando regrese.- Concluyó el tema, sin más miramientos.- Siéntate aquí.- Mandó, dando con su bota militar unos toques en el lugar que quería. Le obedecí.- Quiero tu mente en blanco, quiero que te concentres.- Dijo, arrodillándose frente a mí con el cuchillo que había mantenido guardado en una funda.

- ¿De qué me servirá eso a la hora de una pelea?

Que pasara las yemas de sus dedos por la fila de aquel arma me ponía los pelos de punta, por lo que no podía dejar de mirarle hacerlo cada dos por tres.

- Por el momento te enseñaré a soportar el dolor y a curar las heridas de forma más rápida.- Explicó, mirándome. De pronto, se cortó todo el largo del interior de su antebrazo sin parpadear con un grito ahogándose en mi garganta al ver hacérselo, observando cómo la profunda raja se sanaba justo después de que una sola gota de sangre cayera en la tierra.- En una batalla no sólo se debe de saber pelear, por eso aprenderás a sobrevivir y a conocer tu poder.

GaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora