Capítulo 27.

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Capítulo editado.

~•~•~•~

Quedé mirando mi teléfono por un largo rato, aún alucinando por completo. Había hablado por primera vez con esa chica especial de la cual mi hermano se había impregnado; después de un aproximado mes que sabía de su existencia al fin conocía algo de ella, su voz y lo simpática que parecía sonar. Una pequeña esperanza de que realmente fuera una chica con los pies en la tierra, agradable y que supiera amar como se merece a Hugo, recorrió de ilusión todo mi ser. Él se merecía una chica que le supiera valorar, que le amara tanto como él a ella y que le hiciera increíblemente feliz.

- ¿Quién era?- Me preguntó Rodrigo, asomando su cabeza en mi habitación, pues tenía la puerta abierta.

- La novia de mi hermano.- Murmuré, para luego mirarle con una enorme sonrisa.- ¡Y era simpática, y normal, y reía mis gracias, y...!

- ¿Por qué no iba a ser normal?- Preguntó, interrumpiéndome entre divertidas risas.

- Porque temía que de quien se enamorase fuera alguien tan de plástico como con las que estuvo en un pasado.

Rodrigo rodó los ojos, chasqueando la lengua.

- ¿Estás preparada?- Preguntó, cambiándome de tema.

- Sólo me faltan los tacones.- Dije, yendo a colocármelos.- Ahora sí, podemos irnos.

Antes de salir de casa cogimos lo necesario como las llaves, los monederos y los teléfonos; nos montamos en su moto y marchamos después de asegurar que la falda no se me fuera a levantar por el camino. Habíamos reservado mesa en un restaurante en Torla para cenar juntos y poder disfrutar un poco el uno del otro, antes de que mis entrenamientos y su trabajo nos impidieran poder tener momentos románticos para los dos solos. Apoyé el lateral de mi rostro en su espalda, apretando con mis brazos su cintura, disfrutando del cálido viento veraniego acariciando con fuerza mi piel, de su respiración y del latir de su corazón, mientras mis ojos se deleitaban viendo pasar los paisajes a cada uno de mis lados con rapidez. Desde hacía casi un mes que habíamos empezado juntos y esta sería la primera vez que fuéramos a cenar juntos como pareja, así que ambos debíamos aprovechar cada segundo que teníamos.

Al estacionar nos acercamos al restaurante a la par, con nuestras manos unidas, en un cómodo silencio que fue interrumpido cuando uno de los camareros nos preguntó sobre nuestra reserva; fuimos guiados por él hasta una de las mesas libres que había, que no eran muchas, en donde nos sentamos y cogimos las cartas que el chico nos tendía. Aparté la mirada de él cuando me guiñó un ojo, completamente incómoda.

- Vendré a anotar lo que deseáis dentro de unos minutos, cuando lo tengáis decidido.- Dijo, educadamente. Me miró por un momento.- Hay muchas delicias en este local.

Al decir aquello, se fue de nuestra vista. Tragué saliva sin saber cómo interpretar su última frase, mirando a Rodrigo, que me miraba con una ceja arqueada, en completa seriedad.

- ¿Qué?

- No sé, dímelo tú.- Dijo, con molestia en la voz.- Si quieres voy a arrancarle la lengua para que no te moleste nunca más con sus cutres intentos de ligue.

Menos mal que no estaba bebiendo agua. Me tapé la boca ante las risas que me entraron por su contestación, divirtiéndome ante esos celos que había cogido por un momento.

- No hace falta, patito.- Acaricié el dorso de su mano por encima de la mesa, con tranquilidad.- Tú me enamoraste sin tener necesidad de decir esas tonterías.

- Lo sé.- Sonrió, de forma creída, pero se rió.- Yo me perdí en la paz de tus ojos, y supe desde entonces que jamás querría volver a encontrarme.

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