Capítulo 10

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Narra Hugo

Estaba yo tan tranquilo tumbado en mi cama, sonriendo como un idiota porque esa noche iba a cenar con Eva, e iba a contarle todo lo que me pasa con ella, cuando Sam casi derrumba la puerta de mi habitación.

Sam: A ver idiota de los cojones, ¿se puede saber por qué después de decirme que estás loco por Eva, no pudiste acabar y contarme que te la has follado? - Casi me caí de la cama al escuchar eso.

Hugo: Pero vamos a ver Sam, primero cálmate, y segundo dime quién te ha dicho eso porque... - no me dejó acabar la frase.

Sam: Eva me lo ha contado todo, así que deja ya de fingir. ¿Me puedes contar por qué motivo no me lo explicaste?

Hugo: Pues porque decidimos los dos que no íbamos a contarlo, pero veo que eres tan pesada que te lo ha terminado contando.

Sam: Oye niño que estaba diciéndole que estás loco por ella y preocupándome de que no se volviese a tirar al "chico que le hizo el chupetón" para que tuvierais una oportunidad. ¿Entiendes que me siento ridícula? Me podrías haber ahorrado saliva.

Hugo: Lo siento Sam, es que me gusta mucho... Me provoca reacciones que no reconozco. Estoy acojonado, no te lo conté porque ella y yo acordamos no contarlo, y porque decir en voz alta lo que siento me hace sentir que estoy en un punto de no retorno.

Sam: Es que estás en un punto de no retorno. La parte positiva es que ella también, así que espabila y deja tus miedos aparcados.

Hugo: He quedado con ella esta noche. Reservé en Amazónico y en un hotel con vistas a la Plaza de Callao

Sam: Este es mi hermano, dí que sí hombre. Intensito, como su hermana.

Hugo: Cuesta abajo y sin frenos. - Me abrazó.


Estuvimos un rato hablando de lo suyo con Flavio, y de lo feliz que estaba ella junto a él. Esperaba poder tener una relación tan sana con Eva, y por eso creía que esa noche tenía que declararme. Había pasado poco tiempo, pero lo que sentía por ella iba mucho más allá. Nunca me había sentido así con nadie. Eso me asustaba, pero al mismo tiempo me animaba a lanzarme a la piscina de cabeza. Y más después de lo que me había dicho Sam. Dicen que quién no arriesga no gana, pues a ello iba, a arriesgar, y esperar que todo saliera bien.

Llamé a Sam para que me ayudara a elegir mi outfit. Ella conocía más a Eva y seguro que encontraría la combinación perfecta.

Después de un rato rebuscando en mi armario, se decidió por un pantalón de traje color gris y una camisa blanca con mis zapatos negros. Yo no era de vestirme normalmente así, pero la ocasión lo merecía y quería estar perfecto para ella.

Preparé una mochila con todo lo que quería llevarme sin olvidarme el detalle que le había comprado a Eva. Quería que fuera una noche especial y quería regalarle algo para que me llevase siempre con ella.

Era casi la hora de salir de casa, los nervios se estaban apoderando de mí y ya no me quedaban uñas para morderme. Sam no paraba de reírse de mí porque decía que nunca antes había estado tan nervioso en los momentos previos a una cita.

Ya tenía todo preparado y cogí las llaves del coche para salir de casa, cuando me acordé de que se me había olvidado algo muy importante. Mi colonia. No me había echado colonia. Volví al baño, cogí el bote y me rocié detrás de la oreja, el pelo, las muñecas y el cuello. Yo ya estaba acostumbrado a ella y ni la olía casi, así que esperaba no haberme pasado.

En cuanto pasé por delante de la puerta del salón para salir de casa, Sam tuvo que vacilarme de nuevo con sus comentarios.

Sam: Madre mía Hugo la vas a ahogar.

Hugo: ¿Qué dices tú ahora?

Sam: La colonia, que te has echado el bote entero. Yo creo que en Latinoamérica también te huelen.

Hugo: Anda cállate ya y llama a Flavio que venga a dormir, pesada.

Sam: Uy uy, los nervios no te sientan bien Huguito. ¿Te digo algo? Vas a colocarla con tanta colonia, las vas a dejar anestesiada.

Hugo: No será con la colonia con lo que la voy a anestesiar y cállate ya. - Salí por la puerta dejándola con la palabra en la boca, mientras no paraba de descojonarse.


En cuanto iba acercándome a su piso, mis nervios incrementaban. Deseaba tanto que todo fuera perfecto, que tenía miedo de cagarla o de que las cosas no fueran según lo previsto. Normalmente, no era de planear tanto pero con ella quería que todo saliese a la perfección, había provocado que cambiara algo en mí. Iba a dejar que las cosas fluyeran a lo largo de la noche.

Llegué ahí, y con la mano temblorosa toqué el timbre. Realmente no reflexioné que Bruno o Flavio podían responderme, en lugar de ella. En ese momento mi cerebro solo quería verla. Por suerte, fue ella quién respondió.

Siempre nos quedará MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora