Narra Eva:
Hugo me había pedido matrimonio. ¿Cómo iba a decirle que no al amor de mi vida?
Estaba alucinada, irradiaba felicidad por los poros de mi piel. Teníamos a nuestra hija, acabábamos de acoger a Feli. Todo iba perfecto. Pero Hugo me propuso algo que no tenía previsto aún en mis planes.
Hugo: Ahora que hemos acogido a Feli y que estamos los tres, quizás esto se nos queda pequeño. Creo que podríamos empezar a buscar una casa para vivir mejor y más cómodos. Hemos trabajado mucho y podemos permitírnoslo, ¿no?
Eva: Amor... permitírnoslo si, nos lo podemos permitir. Pero... aquí hemos vivido todo. Es nuestro sitio, nuestro nidito... No quiero irme - le solté apenada.
Hugo: Cariño, esto se nos queda pequeño. Necesitamos algo más grande y más lejos del centro, que podamos vivir tranquilos.
Eva: Hugo... - le miré seria - sé que es algo que tenemos que hacer, pero no me veo con fuerzas para hacer una mudanza. Además, nada nos gustará más que esto, echaría de menos cada detalle.
Hugo: Haremos una cosa - le miré interesada. - Nos quedamos aquí, y yo voy buscando - asentí. - Te iré mostrando lo que encuentre, y si alguna de las casas te gusta, nos vamos.
Eva: No me parece justo hacerte cargar con esto a ti solo amor.
Hugo: Oye - cogió mi cara dulcemente -, es algo que he sugerido yo. Tú no quieres irte, así que debo convencerte. ¿Aceptas esta otra proposición en el día de hoy? - mordí mi labio porque hizo un puchero.
Eva: Con esta carita que me pones... ¿Cómo voy a decirte que no a algo? - le besé suavemente y me puse a horcajadas encima de él.
Hugo: Eva... - soltó resignado - Que tenemos que esperarnos aún una semana a que se acabe la cuarentena... - no paraba de moverse y retorcerse porque le estaba mordiendo el cuello y el lóbulo de la oreja.
Eva: Se pueden hacer... otras cosas - no paraba de restregar mis partes con las suyas para ponerlo a mil.
Hugo: No puedo más - me cogió por los hombros parándome serio. - Ya no hay marcha atrás - se tiró encima de mí.
Me quitó poco a poco la camiseta mientras iba dejando una ristra de besos por mi pecho y mi barriga. Desabrochó mi sujetador, y hundió la cara en el agujero de mis pechos, lamiendo de un lado a otro. No podíamos hacer el acto sexual en su plenitud, porque me quedaba una semana de cuarentena, pero Hugo sabía muy bien cómo hacerme tocar el cielo sin necesidad de introducirse en mí.
Yo estaba jadeante, me estaba poniendo a mil. Me daba mucha rabia no poder acabar bien, pero las caricias y el cariño de Hugo me hicieron llegar al orgasmo. No era lo mismo, estaba claro, pero teníamos que conformarnos con eso.
Cogí su cara, le besé frenéticamente. Me deshice de sus pantalones y le desabroché la camisa. Hice un recorrido desde su cuello hasta el elástico de sus calzoncillos con la lengua, y al llegar ahí y ver su erección reclamando mi atención, le quité con urgencia los boxers y me metí el pene en la boca.
Realmente yo no podía disfrutar igual que él del sexo en ese momento, pero verle gozar a raíz de mis actos, me generaba un placer indescriptible.
Hugo: Eva... voy... a... dioooos, Eva... para... para... que no puedo... - no paraba de gemir, intentando decirme que iba a llegar al clímax y que me apartara. Pero no me aparté, quería que acabase dentro de mi boca.
Al ver que casi lo tenía, me saqué el pene de la boca y empecé a dibujar redonditas con la lengua en la parte superior de su erección. Eso le volvía loco del todo. Y, sin que se lo esperara, lo volví a introducir más profundamente en mi boca, haciéndole, esta vez sí, llegar al orgasmo dentro de mí.
Hugo: Te prometo que voy a devolverte todo este placer que me estás dando. Me sabe mal no poder hacerte disfrutar cariño...
Eva: Oye - le miré fijamente -, me has dado el placer más grande del mundo hoy pidiéndome matrimonio. Y si no puedes hacerlo, es porque también me has dado el mejor regalo de mi vida: nuestra hija. Así que si hay que esperar una semana, se espera, ya recuperaremos el tiempo perdido - le dije guiñándole el ojo.
Hugo: Eres la mejor persona del mundo. Te quiero tanto Eva, pero tanto...
Eva: Y yo a ti mi vida.
Volvimos a la habitación de nuestra pequeña porque escuchamos que se había despertado. La pusimos en medio de nuestra cama, y mientras la mirábamos embobados, Hugo no dejaba de acariciarme el pelo.
Hugo: Es que no me puedo creer que vayas a ser mi mujer oficialmente.
Eva: Pues créetelo, porque esto - nos señalé a los dos - es para siempre.
Hugo: Siempre ha sido así. Deberíamos planear una fecha y una ubicación, ¿no?
Eva: Deberíamos... sí. Me gustaría casarme en - me interrumpió.
Hugo: Si cariño, nos casaremos en una playa de Galicia, la que te guste más a ti - abrí la boca sorprendida. Nunca le había dicho que deseara eso, y él lo sabía.
Eva: ¿Cómo... lo sabías?
Hugo: No hay más que fijarse en ti para darse cuenta de lo que te gusta. Y a mí la playa me encanta también. Será perfecto. ¿Agosto te parece bien?
Eva: Agosto me parece perfecto, aunque me gustaría darte el "sí quiero" definitivamente hoy mismo.
Hugo: Lo bueno se hace esperar - dijo chulesco guiñándome el ojo.
Eva: Lo importante es saberlo cuidar, y eso se nos da de maravilla.
Las semanas fueron pasando, y recuperamos nuestra vida de pleno. La cuarentena pasó y... se puede decir que recuperamos el tiempo perdido. Dicen que cuando tienes hijos, no tienes tanto tiempo para tu pareja, pero en nuestro caso, siempre encontrábamos la manera de darnos amor y de demostrarnos que éramos importantes el uno para el otro.
Habíamos aprendido a ser tres. Bueno, cuatro contando a Feli.
En cuanto a la casa que íbamos a comprarnos... Hugo me había enseñado muchísimas, y ninguna me acababa de gustar. Siempre les encontraba alguna pega... supongo que eran mis pocas ganas de abandonar nuestro nidito de amor. Pero un día, él llegó con una carpeta llena de fotos. Era una casa de dos plantas, con un jardín enorme con piscina, lleno de naturaleza y en los alrededores de Madrid. Realmente, no pude decirle que no. Esa casa era... no sé, no sabría explicarlo, pero solo verle la carita de ilusión a Hugo y fijarme bien en las fotos, me di cuenta de que esa sí iba a ser la definitiva.
Area tenía ya 3 meses, estaba creciendo a una velocidad desmesurada. Ya tenía ganas de que empezara a hablar... pero aún quedaba un tiempo. Por el momento, lo importante era que estaba sana, sanísima. Y nosotros felices de aprender con ella a esa cosa, a veces tan complicada, que es ser padres.
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Se me están acabando las ideas y necesito poder escribir el capítulo de la boda, ¿me ayudáis entre todxs? :)
¿Qué os ha parecido el capítulo de hoy? OS LEO!!!
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Siempre nos quedará Madrid
Novela JuvenilDos caminos que se cruzan en una estación de tren de Madrid. Eva y Hugo se mudan a Madrid para estudiar. Desde su primer encuentro y un seguido de coincidencias de la vida, sus vidas les llevan a conocerse más a fondo. Eva conoce al Hugo despreocupa...