Narra Hugo
De nuevo vi sus ojos humedecerse por la ambientación del baño. No sé qué tipo de relación tenía Eva con el agua, pero todo lo referente a eso le hacía ponerse nostálgica. Pero ese día no era para estar nostálgicos. Me había dicho que sí, todo salió bien. Era oficial, éramos novios.
No sé en qué momento pasamos de querer esconderlo a gritarlo a los cuatros vientos, pero era así. Quería que todo el mundo supiera que estábamos juntos. Y, sobre todo, quería que ella supiera las siete mil millones de cosas que provocaba en mi cuerpo.
En cuanto entró, tendí su mano para acercarla al jacuzzi, y me quité la camiseta, ya que el agua caliente estaba generando calor. Y ella, ella generaba mucho calor en mí.
La cogí por la cintura y le levanté sutilmente la parte inferior del vestido, dándole a entender que la ropa estaba empezando a sobrar. Ella asintió, dándome permiso para retirárselo. Le dejé en ropa interior, y dándole besos por el cuello y la clavícula, desabroché su sujetador acariciando su espalda y ella lo dejó caer al suelo.
Estábamos los dos únicamente con la ropa interior inferior, besándonos ferozmente, acabando de desnudarnos para introducirnos en el jacuzzi.
Me estaba excitando por momentos, y por sus suspiros, ella parecía estar igual. Me tumbé encima de ella restregando nuestras partes, y haciéndole soltar un gemido. Alargué la mano hasta llegar a la bandeja que había con fresas y chocolate, y con un dedo abrí sus labios para darle a probar la fruta. Quería jugar, pero en cuanto empezó a morder la fresa de esa manera tan sensual, me dejó fuera de juego. Ya no podía más, necesitaba hacerla gozar, y gozar yo también con ella.
Los besos no paraban, iban desde los labios hasta las clavículas mordiéndonos deseosos de placer. Empecé a descender mi mano hasta llegar a su zona íntima e introduje dos dedos, mientras no paraba de mirarla, y ella se mordió el labio.
Masajeé la zona notando como su cara se tornaba cada vez más roja y me besaba sin parar de gemir.
La senté en la escalera del jacuzzi y levanté su cintura, dejando su zona íntima fuera del agua. Hundí mi lengua en ella, mientras Eva tiraba de mi pelo pidiéndome más. Nuestras miradas estaban conectadas y pude notar cómo llego al orgasmo.
De golpe cogió ella el mando, haciéndome subir más escalones para que toda mi intimidad saliera del agua. Sin pensárselo, se puso mi miembro en la boca y empezó a masajear toda la zona, haciéndome retorcer de placer.
Cuando estaba a punto de llegar al clímax, acerqué su mandíbula a mi boca para volver a besarla de nuevo, la cogí por el culo y la levanté conmigo, empotrándola contra la pared e introduciéndome en ella. Nuestras caderas iban al compás, encajaban a la perfección. El baño se llenó de gritos y gemidos, y ambos llegamos al éxtasis juntos.
Nos desplazamos hacia la cama y la dejé cuidadosamente tumbándome yo encima de ella. Eva no paraba de acariciarme la espalda y los hombros, y no dejaba de darme besos en el cuello, haciendo que se me erizase la piel otra vez. Le bese suavemente los labios y volvimos a hacerlo pero de manera más pausada, sintiendo cada movimiento y cada embestida que dábamos.
Eva: Gracias por esta noche Hugo, lo voy a recordar siempre. - dijo con un sutil rubor en sus mejillas.
Hugo: Gracias a ti por hacer que quiera ser mejor persona.
Se acomodó bien en la cama, me dejó un beso y apoyó su cabeza en mi pecho. Yo le devolví el beso en la frente mientras le acariciaba el pelo. Me di cuenta que se había dormido porque su respiración era calmada. No me podía creer que tuviera a esta niña, a mi niña, entre mis brazos. Con una sonrisa me acomodé y me quedé también dormido cerrando ese maravilloso día.
________________
Por la tarde subo el tercero!
¿Qué tal la cita? ¿Os la esperabais así?
ESTÁS LEYENDO
Siempre nos quedará Madrid
Teen FictionDos caminos que se cruzan en una estación de tren de Madrid. Eva y Hugo se mudan a Madrid para estudiar. Desde su primer encuentro y un seguido de coincidencias de la vida, sus vidas les llevan a conocerse más a fondo. Eva conoce al Hugo despreocupa...