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El salón estaba en completo silencio, un silencio abrumador e incómodo ¿Qué estaba pasando? Sugawara se llevó una mano al pecho con dolor mientras veía a ese castaño entre los brazos de su rival -no declarado- de amores. Oikawa tardó en reaccionar, parecía que había correspondido aunque estaba tan ensismasmado en sí que no se percató de esa intención antes de que se consumara, pero cuando pudo procesar lo que estaba pasando se separó del pelinegro, miró a todos y salió del salón sin decir ninguna palabra.

Estaba que se lo llevaba la mierda.

La discordia habia crecido de sobremanera con la ventaja sobre Kageyama.

El Cisne Negro volteó a ver a ese inocente ser con gesto triunfante, Sugawara sólo agachó la mirada como un animalito indefenso y como si se estuviera rindiendo en la contienda, sus ojos avellana de volvieron acuosos y se disculpó mientras salía de ahí para dirigirse al baño.

Quería correr

Huir

Alcanzar al productor y tal vez darle una bofetada por ese atrevimiento, pero también decirle que lo quería a su lado y que no lo cambiara, que lo necesitaba a pesar de todo. Que volvieran a iniciar y que olvidarán todo lo que había pasado.

Estaba en un dilema y en una encrucijada

De camino al baño y sin darse cuenta, casi como si su corazón quisiera llevarlos a ese lugar llegó a la oficina del castaño y se detuvo con duda, posó su mano sobre el picaporte y su mente se debatía entre pasar o dejarlo ir de una buena vez, Oikawa pronto se iría a Tokio a terminar de arreglar el patrocinio y no quería que las cosas se quedarán así, la distancia tiende a ser una mala consejera cuando las cosas no van bien. Quería tener la seguridad de que Tooru no lo traicionaría y que aún era suyo como su corazón lo era de él.

Al otro lado se escuchó un ruido sordo y varias cosas cayendo al suelo.

El príncipe Sigfrido estaba al borde la cólera, furioso e iracundo ¿Cómo dejó que ese mocoso hiciera lo que quisiera?

Inaudito

Realmente estaba que se lo llevaba la mierda

Gruñó al tirar unos papeles al suelo y se llevó una mano a la cara con frustración, en sus recuerdos de hace sólo unos pocos minutos se basaban en el dolor que los ojos avellana reflejaban mientras lo miraba con decepción y resignación total.

¿Por qué lo miró de esa forma si ya no estaba interesado en su persona? La culpa lo remordió, pero también la confusión

Bien hecho Oikawa, acabas de alejarlo aún más

Las cosas no debieron suceder así, todo era un error, se sirvió un vaso de whisky y le dio un sorbo raspando su garganta de lo cálido que era el licor al pasarlo de esa forma limpia. Sus acciones seguían lastimando a todo aquel que lo rodeaba y lo que menos quería era robarle esa luz al más bello rayo de sol, eso sería el pecado más imperdonable en su miserable vida. Se dejó caer con cansancio sobre la silla y soltó un largo suspiro

¿Por qué estaba ahí? ¿Por qué cuando su deber era estar a lado de su Cisne suplicando su perdón? Realmente era un idiota y tal vez un iluso

¿Qué pasaría si iba y lo rechazaba? Sólo humillaria a su roto corazón, no había garantía de que Sugawara lo quisiera, no cuando lo sentía tan distante y alejado, no cuando sentía el frío sobre su cuerpo por no tenerlo a su lado y no cuando su insomnio había regresado quitándole el sueño.

Escuchó dos golpes en la puerta y su corazón dio un vuelco

¿Podría ser que...

No, no era posible. Él no vendría por más tiempo que lo esperara

—No quiero ver a nadie — bufó mientras le daba otro sorbo al whisky saboreando el sabor amaderado.

La puerta se volvió a escuchar y la paciencia de Tooru llegó a su fin, con una mueca de hastío y molestia tomó un adorno de madera y lo lanzó

—Me importa una mierda quien eres, dije que no quiero ver a nadie— volvió a bufar mientras un nudo en su garganta se formaba

Cuánto deseaba que Sugawara entrara por esa puerta y le diera el consuelo que tanto necesitaba, lo anhelaba de una forma desesperada que le robaba el aliento de forma dolorosa.

La puerta se abrió dándole el paso a esa persona que menos esperó. La pelinegra caminó entre las cosas y papeles que Tooru había tirado en su arranque de ira y fijó su mirada en el castaño encontrando su mirada apagada y el brillo que alguna vez llegó a destilar ahora era tan tenue que amenazaba con desaparecer y extinguirse

—Mi dulce niño— Shimizu se acercó y lo envolvió entre sus brazos y le quitaba el whisky de sus manos. Oikawa se aferró a su cuerpo como un niño y empezó a sollozar silenciosamente

Se sentía solo

Se sentía perdido

Se sentía mal

—Estoy cansado muñequita de porcelana— dijo entre sollozos tomando por sorpresa a la antigua bailarina, así la llamaba cuando estaban juntos, ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué tenia a Oikawa tan dócil entre sus brazos? Sin haber hecho mucho esfuerzo ya lo tenía de nuevo con ella

Porque su corazón estaba roto y anhelaba sentir un cálido consuelo, porque tuvo un retroceso en su persona, porque no soportó la carga de estar sólo de nuevo y el toque que le brindaba Shimizu era tan consolador que no pudo evitar caer entre su mirada ya conocida

CisneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora