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Hermoso

Tan jodidamente hermoso, que su belleza me salvó y me condenó a sus pies

Tan hermoso que encanta con su belleza a todo aquel que tenga enfrente

Los celos me consumen en silencio que por orgullo callo mientras veo como vuela lejos de mi

Mi Cisne

Mi Sugawara Koushi

Mi condena

Oikawa estaba de mal humor, era palpable su molestia ante la escena frente a sus ojos, el ensayo se estaba llevando con total normalidad para los ojos de los demás. Sugawara bailaba con pasión y amor como siempre lo hacía y como sólo él podía, huía de brujo, una persecución entre Odette y su verdugo. Sawamura no perdía la oportunidad de perseguirlo con codicia y ambición, con el sentimiento de querer tomarlo entre sus brazos y no dejarlo ir nunca porque no lo previó, ni lo planeó, pero cada día  sentía un interés creciente hacia esa delicada presencia de cabellos platinados. Daichi al fin le dió alcance y lo tomó mientras lo cargaba y lo miraba directamente a los ojos con ese sentimiento que hizo temblar al peligris por alguna razón desconocida, pero que hizo rabiar al castaño de los más puros celos.

Oikawa desvió la mirada mientras apretaba la mandíbula para disimular su molestia y no cometer alguna estupidez, quería largarse de ahí y tal vez encerrarse en su oficina mientras fumaba un cigarrillo y tomaba un vaso de whisky con la esperanza de que calmara esa ansia y frustración. Quería irse y no ver jamás porque no quería ver cómo el brujo estrechaba entre sus brazos a su más inocente condena, no quería porque le recordaba la distancia que se abría entre los dos de forma inevitable y porque le recordaba que ya nada era igual

Y tal vez ya nada volvería a ser igual...

Lo miras como me mirabas a mi

Existe esa química que alguna vez existió entre tú y yo

Y yo... Soy tan sólo un cobarde que no puede luchar por ti en una batalla que es más que obvio que tengo pérdida

Soy un pedazo de mierda

Sus pensamientos lo castigaban de la peor forma y el alma se le hizo aún más pesada, los grilletes de su pasado amenazaban con arrastrarlo de nuevo al hoyo de dónde salió hundiendolo en sus viejos hábitos. Qué difícil situación

¿Le merecía?

Probablemente era una reprimenda a sus antiguos comportamientos donde nunca le había importado romper corazones con tal de saciar sus deseos personales

Ahora la vida lo acechaba con la posibilidad de volver a romperle el corazón sin piedad alguna regresandole favores pasados.

Si lo pensaba con detenimiento era ese famoso fatalismo llegando a su siempre caótica vida. Empezaba a creer que tal ideología era cierta, pues el destino se había ensañado con él de peor forma

¿Siempre le iría tan mal? Tal vez nunca tendría un momento de paz porque inició su vida adulta de la peor forma, la inició con el pie izquierdo y ahora sufría las terribles consecuencias de su irresponsabilidad juvenil.

Tooru sintió una fina mano sobre su brazo en un cálido contacto, volteó a ver a la dueña de esa acción encontrando esos zafiros azules conocidos mirándolo con una pregunta silenciosa plantada en su rostro. El productor cambió su expresión y le sonrió mientras pasaba su mano alrededor de la cintura de su antigua maestra, quien se quedó confundida, pero no sé rehusó al contacto, se pegó más a él rodeando su abdomen con sus brazos.

Tenerla cerca era una sensación confortable, pero rencorosa. Viejas culpas seguían golpeándolo y su mente se debatía entre que era lo que debía sentir con respecto a la femenina y si era correcto volver a caer entre los brazos de Shimizu o simplemente se estaba equivocando de nuevo.

Toda su mente estaba hecha un nido de problemas y confusión.

Sugawara siguió bailando tratando de ignorar la punzada en su pecho que lo invadió al ver esa escena no tan grata

¿Cuando se habían salido de control las cosas? ¿Cuándo y por qué no podrían sobreponerse a esa terrible situación?

Tal vez era porqué no habían tomado el problema como debió ser desde un inicio y ahora parecía ser más grande para resolverse de un día para otro

Daichi y Koushi salieron de escena dándole el paso a Sigfrido que con elocuencia y elegancia entró dando prueba de su talento como el mejor bailarín de Japón, pero sus pasos anunciaban tristeza y melancolía, ese baile estaba lleno de dolor, soledad, pasividad y todos los que presenciaban el ensayo lo sintieron como suyo

¿Qué le pasaba al orgulloso príncipe?

El Cisne Negro extendió sus alas con poder, majestuosidad y casi divinidad envolviendo a Oikawa en ese baile donde buscaba encantarlo y enamorarlo. La aura que entre ellos siempre era una batalla de soberbia se vio opacada y la altanería nula del productor fue aplastada por la de Kageyama.

Tobio no pudo sentirse más dichoso, por primera vez había ganado ese encuentro entre los dos. Pero no era como lo había imaginado, no sentía esa satisfacción, el castaño estaba disperso totalmente y eso... Eso no era natural

Sigfrido elevó al Cisne Negro entre sus brazos y lo bajó con delicadeza tomando a Kageyama de la cintura como la coreografía lo dictaba y lo miraba con pesar en sus ojos achocolatados, el pelinegro pasó las manos por las mejillas del solitario príncipe, por su mente pasaron mil ideas y una de ellas lo llenó de éxtasis total, sonrió maliciosamente y aprovecho esa cercanía para cumplir con ese oscuro deseo que había nacido. Era ahora o nunca, era el momento.

Kageyama se aprovechó del momento de debilidad de Oikawa...

Y lo besó

CisneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora