33

432 90 40
                                    

La luz le dio ligeramente en los ojos causando molestias en su persona, la cabeza le punzó y la boca la sintió reseca, abrió con suavidad sus párpados y se frotó el cabello ¿qué había pasado? ¿En qué momento había llegado a su habitación? Observó todo a su alrededor encontrado su camisa aventada en una esquina, del baño salió Kiyoko arreglándose el cabello con elegancia y el entrecejo fruncido. 

—Veo que ya despertaste— habló mientras se miraba al espejo y se retocaba el labial 

Oikawa hizo un puchero mientras trataba de entender algunas cosas hasta que su mente fue fuertemente golpeada por los recuerdos donde se besaban salvajemente en el pasillo del hotel, haciéndolo sentir aún más miserable 

—Y...yo — se relamió los labios —T...tú— trataba de armar una pregunta lo más sutil posible para saber exactamente lo que había pasado, sólo recordaba que se había puesto hasta las bolas en alcohol y los besos que había compartido con su antigua maestra, realmente temía que hubiera cruzado esa línea de nuevo, no se sentía en condiciones para dar explicaciones de por que se habían dado las cosas

—No hicimos nada— contestó la pelinegra mientras soltaba una bocanada de aire 

—¿Nada?— cuestionó con bastante confusión

—No sabía que tú y ese chico de cabellera plateada tuvieran algo— suspiró de nuevo

—¿Qué?—

Estaba confundido 

¿Que había pasado? ¿Qué había dicho?

—No es cómodo que llames a otra persona y digas que la amas- explicó con sencillez— No soy tan cínica y tengo dignidad— se encogió de hombros —Lo que dije ayer era la verdad, vine por ti— se acercó y lo tomó del rostro —Me costó entender ciertas cosas, pero ahora veo que le perteneces a alguien más— apartó su mirada —No sé lo que haya pasado o por que estabas tan mal ayer, pero si lo amas no lo dejes ir como yo una vez lo hice contigo —le sonrió con tristeza —Dile lo que sientes así como me lo dijiste anoche—

Tooru la miró agobiado y con la mirada algo perdida ¿como iba a decirle eso después de lo que casi hacia? No estaba seguro de que su amor fuera tan grande si estuvo a punto de acostarse con alguien más sólo para olvidar sus lindos ojos

—Mi pequeño— Shimizu pareció entender el debate interno de Oikawa al final de cuentas lo conocía como la palma de su mano que sabía reconocer cuando aquel castaño ocultaba algo —Ya no te atormentes más con tus inseguridades. Sé que soy la culpable en parte de ellas, pero es hora de que las dejes ir. No te hice un bien y sólo te marchite. Vuelve a florecer— la pelinegra se separó y tomó su bolso —Adiós Oikawa Tooru— murmuró mientras se alejaba con dirección a la salida y se movía con elegancia y porte —Te veré en Tokio— le sonrió y finalmente salió de esa habitación, se mordió el labio inferior, sus dudas sobre si estaba haciendo lo correcto la golpearon, otra vez estaba dejando ir a esas hebras castañas y alma libre, ya no había nada que hacer. Él pertenecía a alguien más que era tonto el querer aferrarse a un imposible.

Oikawa se quedo pensando ciertas cuestiones y meditó las palabras la ex prima ballerina ¿merecía otra oportunidad? Lo dudaba

 Se levantó y se dio un baño mientras salía caminar para despejar sus dudas y poner un poco más en claro su mente, el frió se colaba a través de su chaqueta café y su nariz enrojeció por recibir directamente el aire de invierno en la cara, sus pasos lo llevaron a la academia, se suponía que hoy no había nadie, era el día de descanso y entró. Entró mientras miraba todo con suma atención, cada detalle, cada mancha y cada parte que componía al edificio recordandole lo grato que era bailar y la libertad que sentía cuando lo hacía. Se sintió pequeño y se detuvo en el salón donde casi cometía una locura, negó con la cabeza y asomó su cabeza encontrando a Sugawara durmiendo sobre la duela del piso, Tooru se acercó con rapidez y se agachó comprobando su temperatura encontrándolo algo frío 

¿Por qué estaba ahí? ¿Por que no se había ido? Sencillo, Koushi estaba asustado, conmocionado y algo agobiado por lo que había ocurrido, pero no fue capaz de moverse como si temiera que si se retiraba llegara el castaño y no lo encontrara porque tenía esa vaga esperanza de que él volviera a sus brazos después de recapacitar, después de todo sólo era un niño perdido 

Oikawa se quitó su chaqueta se sentó en el suelo y se llevaba en sus brazos al Cisne quien lo albergó con la calidez de su cuerpo y de su chaqueta. Cuanto tiempo había deseado por tenerlo así de cerca, la sensación era inexplicable, se sentía completo y el frío que lo albergaba por fin desapareció, las lagrimas volvieron a salir de sus ojos mientras contemplaba al peligris dormir sin ningún remordimiento 

—Perdóname— pidió entre sollozos y susurros —Mi bello Cisne, por favor no me dejes— y una de sus lagrimas cayó mojando el rostro de porcelana del Cisne quien abrió con lentitud sus ojos encontrando la amarga imagen del castaño llorando y estrechándolo entre sus brazos, esa imagen se le hizo tan conocida que podía jurar que ya la había visto con anterioridad y así fue, lo había visto en sus sueños. Oikawa le pedía perdón lamentadose, ¿Acaso lo que había visto se trataba de algún tipo de premonición? Lo dudó, tal vez era una coincidencia

—Oikawa— llamó el bailarín alertando al castaño, Koushi se separó de una forma tan rápida que lastimó a Tooru, era su culpa que le rehuyera, tenía motivos y estaban más que justificados

—Por favor perdóname— volvió a suplicar —Soy un imbécil— las lagrimas empañaban su visión y lo volvía una imagen realmente demacrada —Y...yo, te necesito— el corazón del Cisne se estrujó, quería por fin estar entre sus brazos y limpiarle las lagrimas, decirle que todo estaría bien de ahora en adelante, pero estaba molesto, todas las imágenes del castaño junto a Shimizu lo enfermaban y lo que derramó el agua del vaso había sido ese estúpido beso con su contraparte  y que desconfiara cuando jamás le dió motivos —Perdona...

Y un golpe sordo interrumpió esa disculpa, el Cisne blanco había abofeteado al Príncipe Sigfrido  

CisneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora