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Encantaste al príncipe con tu belleza natural, lo enamoraste desde la primera vez que vio tus alas abrir y le arrebataste la sonrisa a quien jamás debiste querer como enemigo.

Sufre el castigo por poseer un alma tan pura y atrayente para alguien solitario como siempre lo fue Sigfrido, tu único amor y tu única perdición. Tendrás la cura y la daga en la misma persona.

Elige la condena...

Los besos continuaban en la oficina del castaño, era un entrega mutua por excelencia. Las atentas caricias del castaño estremecía cada centímetro de la piel blanca del Cisne quien se aferraba a su espalda dejando visibles marcas y gemía por lo alto dando prueba del placer provocado por las atentas manos de su amor correspondido.

—Shh— Oikawa calló esos jadeos con sus labios en un beso —Nos atraparán— soltó una pequeña risa mientras lo seguía besando para atrapar esos sonidos tan provocadores para el mayor que lo enloquecía y lo ponían a la voluntad de esa persona fina y delicada. Sin embargo como si fuera un presagio alguien tocó la puerta alertando a la pareja en medio de su euforia mientras compartían miradas de complicidad

—Tashkawa, Shimizu-san quieren discutir algo importante con todos— Tooru se sorprendió y no supo que hacer en ese momento, los descubrirían si a Iwaizumi se le ocurría entrar

—Y...yo voy en seguida— aligero sus embestidas para que el ambiente se fuera relajando con lentitud

—Oikawa— el platinado jadeó cuando se sintió al borde de la locura y éxtasis. Hajime alejo su mano del picaporte al escuchar ese sonido

—Mas vale que te apresures a terminar lo que sea que estás haciendo y lleves tu culo de mierda al salón— amenazó el pelinegro mientras salía de ahí

—Oh pequeño Cisne, eres más atrevido de lo que aparentas— el castaño lo volvió a besar mientras ambos llegaban al ansiado clímax y Sugawara se retorcía bajo su cuerpo de las sensaciones que embargaba su vientre, médula y piel —Soy tuyo— susurró Tooru mientras salía con cuidado de su interior

Se acomodaron lo más que pudieron las ropas y salieron disimulando el calor que aún les recorría cada fibra de su ser.

Llegaron al salón y el productor se arremango la camisa hasta los codos y se acercaba a su primo y Shimizu, todos estaban reunidos y la pelinegra mostraba una sonrisa emocionada mientras tomaba el brazo de Oikawa y se acercaba a él como si fueran pareja, ese comportamiento le erizó la piel al castaño y revolvió el interior de Sugawara quien estaba siendo presa de sus celos de nuevo.

Que ganas de acercarse y robarle un beso al productor para dejar en claro que le pertenecía, ahí en frente de todos.

—Ahora que estamos todos reunidos ya podemos hablar de la idea que tuve— miró a Tooru con una sonrisa —Haremos un cambio interesante en la trama— habló con emoción

—¿De qué habla Shimizu-san?— preguntó confundido el castaño

—Oika-kun, sé que te encantará— pegó su mejilla a su brazo —El príncipe Sigfrido y el brujo se disputarán  el amor del Rey Cisne— terminó de decir

¿Qué? Esa idea no le hizo ni puta gracia

No

Él no tenía porque pelear el amor de su amado Cisne Blanco

—El brujo no sólo perseguira a Odette para el beneficio de Odile, también lo hará para el suyo—

—Me parece una...

—Gran idea— exclamó Hinata —Seria un giro más dramático a la historia —

Estupidez, un reverenda estupidez

No pudo objetar, los restantes de la clase estuvieron de acuerdo con la idea de la pelinegra quienes halagaron lo bien que sonaba generar otro lío amoroso dentro de la obra

Ya no sólo sería Odette contra Odile por el amor del príncipe, sino que ahora era Sigfrido contra el brujo por ver quién se quedaba con el Rey Cisne

—Excelente, es un hecho— sonrió la antigua bailarina complacida —Sawamura, Kageyama y Sugawara se quedarán conmigo después de clases— dictaminó

—¿Qué hay de mi?— preguntó el castaño

—Oika-kun, sé que a ti te encanta ensayar a solas así que te veré mañana temprano antes de que lleguen todos— le guiñó un ojo y Tooru tuvo que reprimir sus posibles reproches

De esa forma no podría vigilar al Cisne, se lo estaba entregando en bandeja de plata a ese brujo quien también lo miraba con ojos de amor y quien también había caído ante los hechizos del platinado.

—Eso es todo, pueden irse a excepción de los que mencioné— Shimizu extendió sus brazos dándole la salida a todos los estudiantes bailarines —Tu también Oika-kun— llevó al castaño a la salida al notarlo reacio por retirarse del lugar, en se momento su mirada se posó en una marca rojiza que su antiguo estudiante tenía en el cuello y eso le extrañó, eso no estaba ahí hace algunos minutos, regresó su mirada a Koushi y frunció el ceño

¿Será posible que él y Oika-kun?

Negó con la cabeza, ese no era el estilo del castaño. Ni siquiera era su tipo

Era imposible e impensable

—Sabes que detesto cuando alguien no realiza lo que pido amablemente— se despidió y regresaba con los tres bailarines restantes

Tooru salió de la Academia y se metió a su auto mientras pegaba su cabeza al volante ¿Que debía hacer? ¿Debería esperar? Tal vez podría entrar y decirle a Kiyoko que la ayudaría con los cambios, pero quién sabe si ella accedería

Ese Cisne en verdad que lo traía mal... Sin embargo que bien lo hacía sentir, era su ancla a la que se aferraba ferozmente

Debía confiar en él, sí. Así debía ser

Encendió el auto y fue a casa, ya lo vería más tarde mientras le preparaba la cena a la espera de su llegada.

CisneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora