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Oh, rey Cisne dichoso te crees y la alegría te invade sin saber que una sombra ajena te asecha. Dime ¿Quién perderá esta vez? ¿Te romperán las alas o el príncipe perderá su espada?

Los rayos del sol entraban a través de el tragaluz que había en el salón, el piso de madera sostenía las puntas de sus pies de esa hermosa figura que se alzaba con orgullo en la más fina posición.

Foutte— El castaño recargaba su peso en una de sus piernas y daba un giro utilizando la fuerza de su pierna contraria con gracia y elocuencia en un movimiento perfecto y precioso con tanta fluidez que parecía una hoja de otoño cayendo de sus ramas con suavidad y al ritmo del aire de la estación en curso.

—Llegas temprano— habló Iwaizumi que hacía su entrada parando en seco al productor quien volvía a su posición normal —Espera...— lo vio detenidamente percatandose que traía la misma ropa del día anterior —¿Te quedaste a dormir? No debes sobre exigirte Oikawa y lo sabes maldita sea— regañó y Tooru sonrió en gesto inocente recordando la razón por la que no había salido de la Academia y que era totalmente diferente a la que su primo creía.

Oh, si supiera lo que había hecho seguramente lo correría a patadas y con sus mejores insultos.

—Lo sé. No tienes de que preocuparte —bostezó con cansancio —Estoy bien, sólo necesito dormir un poco— lo miró con tanta tranquilidad que sorprendió al moreno, horas atrás parecía que asesinaria a cualquiera que se le cruzará en frente y ahora tenía una serenidad realmente increíble ¿Que clase de catarsis había tenido para tal cambio?

—¿Estarás en tu oficina?— cuestionó Hajime

—Sí— sonrió mientras metía sus manos en las bolsas de su pantalón negro de vestir —Vendre en un rato— suspiró

—Duerme o te pondrás insoportable y no estoy dispuesto a aceptar tu carácter de mierda— frunció el entrecejo y sonrió con burla

—Gracias, Iwa-chan— agradeció y se dirigió a la salida del salón y se detuvo — Por cierto, Sugawara no se presentará hoy— dijo

—¿Cuál es la razón? — preguntó con interés, Koushi no era un alumno que faltará, incluso podría afirmar con seguridad que nunca lo había hecho

—Me dijo que se siente indispuesto— se encogió de hombros — Tal vez sea un resfriado— justificó sin voltear a ver al pelinegro

—Asegurate de llegar temprano a casa hoy— dictaminó —No descuides a esa criatura, resentira tu falta si no estás ahí— no pudo evitar preocuparse por su estudiante y es que el bailarín parecía tan frágil que realmente temía que en algún punto esos dos se lastimasen mutuamente, fue testigo de lo que los malentendidos habían provocado y no quería saber lo que pasaría si alguna vez discutieran fuertemente y con motivos claros. Ojalá y no pasará nunca

—Daria mi vida tan sólo por su bienestar — soltó una bocanada de aire y finalmente salió con dirección a su oficina, abrió con cuidado siendo recibido por la vista más hermosa e inocente.

En el sillón más grande se encontraba durmiendo el Cisne Blanco con tanta tranquilidad, Oikawa se acercó y se colocó a su altura acariciando sus mejillas con delicadeza, disfrutando de esa bella vista que le alborotaba el corazón y le quitaba la razón, poco a poco esos párpados guardianes se abrieron revelando lo que protegían con recelo y una sonrisa lo recibió

—Buenos días, bello Cisne— murmuró mientras se levantaba y Sugawara le hacía un espacio en el sillón para sentarse y colocaba su cabeza en el regazo del castaño —Ya le dije a Iwa-chan que no irás a los ensayos— dijo y empezó a acariciar esas hebras platas con suavidad

—¿Le dijiste que no puedo caminar?— soltó una risotada mientras se levantaba y se colocaba en el regazo de Oikawa con algunas muecas de dolor debido a la incomodidad en sus caderas

—Solo no te muevas mucho hoy— lo tomó de la cintura y lo miró con ternura y pena —Siento haberte lastimado, es sólo que... —se mordió el labio inferior —Había pasado mucho tiempo desde que tú y yo... Estuvimos ya sabes y no pude contenerme — bajó la mirada y Koushi le sostuvo el rostro y depositó un beso en sus labios

—No sabía que podrías ser así de intenso— volvió a besarlo —Me gusta, pero a mis caderas no— hizo un puchero y le sacó una sonrisa al mayor quien le regresó los besos y sumó dos a la ecuación

—Eres hermoso— murmuró —Me temo que si sigues usando sólo mi suéter no podré contenerme mucho tiempo— acariciaba suavemente los muslos que lo rodeaban provocando un sonrojo en el bailarín

—Basta— reprochó —Aun me debes una cena— volvió a hacer otro puchero infantil que el mayor consideró de lo más adorable

—Debes de saber que por tus encantos y tu culpa perdimos la reservación anoche— dijo divertido

—¿Por mi culpa?—

—Tu culpa— afirmó juguetón —Me encantaste y me encerraste en la Academia sólo para ti— repartió besos en su cuello pasando por todas las marcas que él mismo había dejado la noche anterior. Estaba seguro que no había ni un sólo espacio que él no haya llenado, había besado cada rincón de su cuerpo con toda la codicia y grababa su nombre con fuego dando fe de que el Cisne le pertenecía enteramente —Tenia planeado llevarte a un restaurante de lujo, tomar unas copas de vino, presumir tu belleza y finalmente dormir a tu lado— explicó en tono meloso

—Creo que nos saltamos muchos pasos— rió levemente

—Te llevaré a cenar cuando vuelva de Tokio— prometió el castaño

—Quiero ir contigo— pidió

—No puedes. Debes de ensayar e Iwa-chan me asesinara— recargó su cabeza en el pecho del plateado y este lo acunaba con amor

—Sere el mejor Cisne— afirmó con convicción y Oikawa sonrió

—Ya lo eres...

Pero algo en su pecho se apretó causándole dolor, había cierta espina que seguía lastimando su alma, una preocupación que lo estaba carcomiendo, una cadena que se negaba a romperse poniéndolo en el peor de los dilemas ¿Cómo iba a proteger lo que más amaba de su pasado que se negaba a dejarlo ir?

CisneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora