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Mi bella Odette, de belleza deslumbrante, reina de los cisnes blancos con su pulcra presencia. Inocencia y fragilidad.

Tu forma verdadera has de tomar al ser correspondida por tu único amor. De día serás la más hermosa de las aves y de noche la más deslumbrante doncella. Vive tu castigo por arruinar el destino de Odile

Sugawara despertó abruptamente, unas lágrimas habían salido de sus ojos, era como si el Cisne Blanco se apoderada de las tierras de Morfeo, así habían sido los últimos días. Consiguió el papel por el que tanto había luchado durante toda su carrera como bailarín, al fin era solista y tenía el estelar. Sin embargo desde que Oikawa le había dado el papel en sus sueños siempre aparecía la historia de la pobre Odette y despertaba con el corazón encogido y lágrimas adornando sus mejillas, no había razón, no.

Tal vez era la pasión que le estaba dedicando, esa pasión que se desbordaba como agua que el mismo productor había reconocido como un talento natural, armónico y digno de un joven bailarín.

Sugawara admiraba a Oikawa, lo seguía desde hace mucho tiempo, fue a una cuantas presentaciones y al acuerdo al que llegó es que no había tal aptitud, pasión y amor por el baile como lo desprendía el castaño. Cada movimiento era perfecto, armonioso y te cautivaba con tan sólo mirarlo.

Él estaba cautivado...

Se levantó mientras se estiraba, abrió sus cortinas dejando entrar la luz del día, tomó un baño rápido, salió y se colocó ropa cómoda y unos calentadores que iban desde sus pies hasta sus tobillos, debía cuidar sus pies a toda costa sobretodo en invierno donde el frío amenazaba con congelarlo.

Desayunó ligero, se colocó un par de botas, un abrigo y salió de su hogar con dirección a la estación del metro, su maleta colgaba en su hombro llevando su par de zapatillas y una muda de ropa para su cambio una vez que estuviera en el estudio.

El asfalto estaba algo rebalozo debido a los rastros de nieve que se derretían con la luz del sol, así que sus pasos eran cortos, lentos y seguros para evitar cualquier accidente.

Un auto negro se detuvo a su lado y la ventanilla polarizada fue bajada dando a conocer al conductor del transporte; un castaño presuntuoso que sonreía con amabilidad

—Pequeño Cisne— llamó captando la atención del mencionado —Sube, te llevaré al estudio—

—Ohno. No quiero causarle molestias Oikawa-sama— se reverenció en forma de disculpa

—¿Molestias? Vamos, sube. No puedo dejar a mi protagonista vagar por ahí con este frío— estiró su mano abriendo la puerta del copiloto —¿Y bien?— Koushi dudó, se removió en su lugar y automáticamente sus pies se encaminaron con dirección al auto.

Subió, dejó su maleta en el asiento trasero, tomó el cinturón para colocarlo, pero un castaño se le adelantó y se atravesó para acompletar esa tarea

— Permíteme— dijo, Sugawara se sentía cohibido, avergonzado, seguramente sus mejillas estaban sonrosadas y se maldijo por el poco autocontrol que tenía sobre sus emociones.

El cinturón fue abrochado y Oikawa regresó a su lugar tomando de nuevo el volante, el auto estaba impregnado con su fragancia, una colonia sutil y varonil, lo embriagaba y quería recordarla

—Dime, joven Koushi— Tooru trató de iniciar conversación —¿Qué tal te han parecido mis clases?— preguntó con curiosidad mientras el motor del auto rugía conduciendo por las tempranas calles de la ciudad

—Me parecen excelentes. No tengo quejas— el peligris se mordió el labio inferior —Es usted realmente maravilloso— continuó con un brillo especial en sus ojos —Oikawa-sama es un gran bailarín—

El castaño debía admitir que de todas las reacciones, esa fue la que menos esperó. Fue una total y agradable sorpresa.

Una linda sorpresa

—No me llames de usted, joven Koushi— Tooru soltó una ligera risa mientras veía de reojo a su acompañante —Dime sólo Oikawa o Tooru. Cómo mejor lo prefieras— el mayor se encogió de hombros

—Yo no podría hacer eso, Oikawa-sama — Sugawara bajó la mirada — No quiero un trato diferente de mis compañeros sólo por ser el protagonista — sus dedos se entrelazaron sobre su regazo

—Bien— Oikawa lo miró de reojo y asintió con la cabeza —¿Qué te parece si sólo me llamas así cuando estemos fuera del horario de ensayos?— propuso galantemente y el auto se detuvo en un semáforo que estaba en rojo

¿Qué? ¿Por qué? ¿Acaso esperaba que se vieran aún y fuera del estudio? Era una idea descabellada y a pesar de eso, el corazón del peligris se alborotó de tal forma que la sangre se le volvió a subir a las mejillas

—Y...yo n...no lo sé— admitió con la mirada baja y Tooru la alzó tomándolo del mentón

—¿No lo sabes?— cuestionó mirándolo a los ojos —con la frente siempre en alto mi bello Cisne— lo soltó y volvió a poner el auto en marcha

—Está bien— cedió el peligris —Lo llamaré Oikawa cuando estemos fuera del horario de ensayo— dictaminó y Tooru esbozó una sonrisa triunfante

—Ya que estamos en eso, joven Koushi— hizo una pausa — Yo lo llamaré bello Cisne, dentro y fuera del horario— su sonrisa seguía plantada en su rostro

—No es un trato justo— reprochó Koushi

—Claro que lo es – le guiñó un ojo — Tú pusiste tus condiciones y yo las mías — el auto se detuvo —Hemos llegado –

Oikawa se apresuró a bajar de su asiento y le abrió la puerta a su copiloto mientras le ofrecía una mano para ayudarlo a bajar. Sugawara se bajó y se acomodó el abrigo, el exterior era muy frío

—Bien, mi bello Cisne– llamó el castaño —Te veré en quince minutos– le dedicó una suave sonrisa y se metió por la entrada principal en busca del profesor para que le diera los avances de los demás alumnos que serían acompañantes.

Koushi también se adentró, pero su dirección fue diferente, se dirigió a los vestidores para cambiarse y empezar a calentar. Sabía perfectamente que a Oikawa le agradaba encontrar a sus pupilos más que listos para iniciar con la sesión, así que se adelantaba y cuando llegaba lo único que hacía era bailar para el castaño

CisneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora