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La semana había transcurrido con una tensión latente, Oikawa ya no había regresado a su casa para evitar confrontar al Cisne, su cobardía se había apoderado de su ser y cuerpo, no tenía el valor suficiente para mirar esos ojos que tanto le encantaban pero que ahora lo hacían sufrir demasiado llevando su alma a la peor de las agonías siendo presa de su propia culpa por no ser lo suficientemente fuerte para levantarse del hoyo de donde había caído de nuevo. Koushi cada vez estaba más desconsolado aunque trataba de aparentar lo contrario, la casa se sentía vacía sin el castaño y se rehusaba a dejarla porque aún albergaba la esperanza de que Tooru cruzara por esas puertas pidiendo su presencia, pero dudaba que sucediera, tampoco le preguntó a donde se iba cuando al día siguiente de lo ocurrido en la Academia llegó con una maleta llevándose con él algunas prendas de ropa, todo estaba fuera de proporción y ahora comprendía que haber guardado silencio fue el peor error que pudieron haber cometido pues fue ese mismo el que ahora los estaba condenando al más oscuro de los abismos. 

El castaño se había ido a un hotel cerca de la Academia, ahí daba a parar en las noches despues de beber unas cuantas copas en el bar que tenía el mismo, su alma lloraba silenciosamente mientras veía su brillo fallecer, esa era la faceta que le ocultaba al mundo y que sólo liberaba cuando llegaba la noche y las estrellas le recordaban lo miserable que era por haber codiciado algo que claramente no merecía 

¿Como alguien como él pudo tan siquiera desear algo tan hermoso como lo era Sugawara Koushi? No tenía ese derecho, no cuando era escoria

Se levantó con pesar y suspiró largamente cada vez se le complicaba más encontrar las fuerzas necesarias para iniciar su día, más cuando por las noches lloraba amargamente y se consolaba entre el sabor del licor y el tabaco de los cigarrillos, tomó los analgésicos y se tomó un par de pastillas junto con un vaso de agua con la esperanza de que le quitara ese molesto dolor de cabeza pero que él decía merecer con justa razón.

Miró la ventana y la melancolía lo invadió de nuevo 

¿Qué estarás haciendo mi bello Cisne? ¿A quién le estarás enseñando la pureza de tu plumaje? Por favor que sea alguien que no sea igual de cobarde que yo  

Pero ese ser de hebras platas no se atrevía a hacer tal cosa, no quería renunciar a la única persona que le había demostrado tanto fervor, no quería porque estaba profundamente enamorado de ese bailarín con el alma rota y de triste pasado. Estaba tan aferrado como el príncipe Sigfrido también lo estaba ¿Cuando se habían encerrado en un circulo vicioso?

Las clases de ballet ya había vuelto a unificar sus horarios, los ensayos por separado habían terminado y ahora todos se dedicaban a ensayar juntos puliendo los detalles que faltaban para tener concordancia  y armonía. Shimizu e Iwaizumi había quedado al frente de la producción de la obra, ambos había visto que el castaño no estaba en condiciones de llevar tres grupos al mismo tiempo, así que le quitaron esa carga de encima y Oikawa sólo se dedicaba a bailar y a ensayar junto a los demás.

Hajime aún no entendía que había pasado y porque su primo había caído tan bajo de nuevo cuando por fin había encontrado las llaves de sus cadenas, el productor se había negado a hablar con él, se había aisaldo de un forma tan deprimente que el moreno no pudo evitar preocuparse, pero tampoco podía hacer mucho, Kiyoko le había dicho que ella tampoco sabía que era lo que pasaba con el bailarín, pero que no se había negado a darle consuelo a su antiguo estudiante.

Sólo eso sabía, que Tooru estaba tan mal que había decidido recibir sosiego de la persona que más daño le había hecho en el mundo, claramente eso no le gusto para nada a Iwaizumi quien al escuchar eso no pudo evitar hacer una cara de inconformidad a causa de sus dudas sobre si Oikawa estaba haciendo lo correcto o no.

Todos ya estaban realizando sus debidos estiramientos, Sugawara estaba en una esquina practicando las principales posiciones del ballet con una gracia y elegancia únicas que de verdad te hacía admirarlo y querer ver más de su talento. Tooru entró por la puerta fingiendo una sonrisa confiada y en ese momento su mirada se cruzó con la del Cisne igual a la primera vez que lo había visto y eso lo devastó aún más. El salón se llenó de murmullos, últimamente se había corrido el rumor de que le había roto el corazón al productor, su aspecto lleno de ojeras daban prueba de sus noches en vela y la tristeza en sus pasos daban la evidencia de que efectivamente se trataba de un mal de amores. 

No se dejaba de especular quien fue lo suficientemente audaz para realizar tal osadía, pero muchos inquiría que se trataba de Kageyama pues el beso de la semana pasada seguía siendo el principal tema si de chisme se trataba, aunque no todos estaban de acuerdo alegando que el castaño ya estaba así desde antes del incidente y que el beso había sido producto de que se había metido tanto en el papel que la emoción les había ganado.

Puras especulaciones

Y aún así Sugawara dudaba de esa condición pues se veía tan cercano y acaramelado con la mujer que lo había lastimado tanto hasta el grado de jurarle que jamás volvería a estar con ella de esa forma. Parecía una cruel broma del destino y toda una ironía.

—Si tienen tiempo para crear rumores sobre mí, supongo que es porque bailan excelente— bufó el castaño y ante esto todos guardaron silencio, se reverenciaron y siguieron en lo que estaban.

Sus ojos se posaron con disimulo a la presencia que más anhelaba y sólo chasqueó la lengua cuando lo vio sonreír en dirección al pelinegro que lo miraba con ternura y amor

Cuanto lo odiaba

Cuanto se odiaba... 








CisneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora