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Mauro terminó cerrando la puerta de su pieza de un fuerte portazo, que fue claramente escuchado desde abajo, teniendo como resultado un reproche de parte de Martina, quien le advertía que se comportará y que dejará de estar haciendo pelotudeces.

Obviamente el ojiverde la ignoró por completo, tirándose y extendiéndose sobre toda la cama en una banal intento de entender el porqué su hermana despreciaba tanto a Matías. Si este siempre se había comportado de maravilla con él, y aún con ella, a pesar de que lo tratara como un delincuente potencial que acababa de salir de prisión y a su tía claro está, demostrando el maravilloso comportamiento que tenía y su hermosa forma de ser con los demás.

Pero sin importar cuántas vueltas le diera al asunto, se le hizo casi imposible dar con alguna respuesta lógica del porque ella parecía odiarlo tanto y eso solo terminó por estresarlo mucho más de lo que ya estaba.

Mauro quería que los dos se llevaran bien, pero su relación se asemejaba mucho a la de un perro y un gato, quienes al verse no podían evitar sacar sus garras y colmillos para demostrarle al otro que no estaban jugando y que estaban listos para lo que fuera a pasar.

Para Monzón era estresantes verlos y escucharlos discutir, nunca le gustó presenciar ese tipo de situaciones porque lo hacían sentir re incómodo y asustado, hasta el punto de llevarlo a la desesperación total. Ambos eran importantes para él y no podía ponerse de un solo lado, Martina era su hermana mayor y bueno... no podía devolverla a donde fuera para que se la cambiaran por otra menos neurótica y sobreprotectora.

Después de todo ella también había sufrido mucho por la muerte de sus padres, pero parecía haberse guardado todo su dolor para intentar ayudarlo cuando sentía que nada tenía sentido a su alrededor. Cuando creía inocentemente que sus padres iban a entrar por la puerta en cualquier momento, demostrándole que todo lo que había vivido no fue más que un mal sueño y que ellos seguían con vida, y que tampoco había perdido la habilidad de comunicarse con los demás de manera oral.

Y en el caso de Matías, este era su primer amigo desde que el accidente ocurrió, debido a que nadie quería estar a su lado, sumándole el hecho de que lo trataban como un completo discapacitado, que había perdido algo más que solo el habla. Spallatti se había tomado el tiempo para aprender lenguaje de señas, manteniendo así conversaciones más fluidas con él, dejando un poco de lado el escribir en algo para tratar de hacerse entender, sin mencionar que lo trataba como a cualquiera.

Matías no lo veía como una persona que sufría de mutismo, sin dejar de mencionar que era la inseguridad con piernas, cuando algo le llegaba a recordar lo que le pasó, sino que era todo lo contrario a ello. Y eso sin lugar a dudas le daba demasiados puntos a su favor, aunque esta no era una competencia para ver quién lo trataba más como una persona normal y corriente.

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