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Matías escuchaba claramente como su madre hablaba con su padre por medio de una llamada.

Y por cómo sonaban las cosas, iba a estar condenado de por vida.

Porque si bien su madre era una persona comprensiva, cariñosa, considerada y amable. Cuando alguien termina traicionando todo el apoyo y el amor que ella les daba, solo conseguían todo lo contrario de lo que habían recibido antes.

Y sin importar que Matias fuera su hijo, su único hijo, este iba a tener que pagar todas las consecuencias de sus actos, hasta el más insignificante de todos.

Solo para que aprendiera a pensar más las cosas y que midiera sus palabras antes de decirlas, y que no fueran como agua que caía de un grifo más que abierto.

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-Ignacio. - Silvia habló, entrando sin tocar a la habitación del menor. Quien estaba recostado de lado en la cama, con una almohada entre sus brazos. -Ya le conté todo lo que hiciste a tu padre, así que cuando él venga, los tres vamos hablar seriamente, porque ya no se que más hacer con vos. - declaro, a lo que el morocho se encogió en su lugar sin decir mucho. -Pero me dijo que tenías prohibido salir de la casa sin mi permiso, y que más te valía no escaparte para ir a buscar a Mauro o a alguien más. - declara.

Sin llegar a sentirse mal por el otro, debido a que Matias necesitaba disciplina por todo lo malo que había hecho. A manera de escarmiento para que no se dejará llevar nuevamente por sus impulsos.

-Así que más te vale obedecer. - sentencia, dándose la media vuelta para salir, pero se ve detenida por Matías.

-Mamá. - aquel pronuncia débilmente, conteniendo las ganas de empezar a llorar, que ya lo llevaban rato jodiendo. -Yo no quise hacer todo esto, no quise mandarte tantas cagadas en un solo día. Ni mucho menos, hacerle daño a Mauro de la manera en que lo hice. - dice, pero Silvia no lo voltea a ver, permaneciendo firme de espalda. -Mamá, por favor, mírame cuando te estoy hablando o decime algo. - pide, aunque su madre se mantiene con el mismo comportamiento, yéndose sin decir nada más.

Cerrando suavemente la puerta, para después escuchar como un leve grito salía de la garganta de su hijo. Quien no pudo hacer más que quedarse en la cama llorando, mientras se sentía el peor ser humano del mundo.

Que había terminado por perder a la única persona que lo apoyaba incondicionalmente.

Terminando más que solo, aunque rodeado de todos los problemas que él "mismo" había generado por culpa de sus acciones.

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