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Matías se terminó yendo rápidamente de dónde estaba, después haber visto suficiente interacción entre Monzón y LaFuente.

Y sinceramente se encontraba demasiado mal.

Porque su sangre ardía sin detenerse dentro de su interior, su cabeza era un completo lío, el cual tenía que resolver de alguna manera para no caer en la desesperación, sin mencionar que sentía una ligera opresión en el pecho. Y todo esto combinado con unas enormes ganas de ponerse a llorar, tal como lo había hecho en su habitación hace algunos días.

¿Y todo por qué? Todo por culpa del ojiverde, quien parecía estar más que dispuesto en tratar de cumplir con lo que le había dicho vía WhatsApp. Algo que lo hacía sentir despreciable en más de un sentido posible, no haciendo de lado que su moral y sus ánimos estaban por los suelos.

Pero aun así, Spallatti quiso conservar la poca dignidad que aún le quedaba, por lo que trató de mantenerse sereno. Y no cometer ningún tipo de pelotudez, la cual sería producida, evidentemente y únicamente, por culpa de los malditos celos que sentía.

Aunque quisiera negar la existencia de estos mismos a lo que diera lugar.

Sin embargo, tenía muy presente, pero muy en el fondo de todo su ser, que cualquier imprudencia que llegara a sentir, pensar y hacer. No sería más que otra motivación, para que el enorme incendio que sentía ardiendo en su interior, aumentaría de manera considerable.

Hasta que sus llamas se elevarán a lo más alto posible, incluso más allá del mismo cielo, y se salieran de control, como un verdadero incendio forestal.


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-Che, Spallatti, ¿A dónde mierda crees que vas? - Lombardo llama al otro, quien estaba a punto entrar al salón, debido a que ya era hora de que las clases continuarán.

Para su desgracia.

-A dónde más, pedazo de animal. - Matías habla con obviedad, señalando el salón.

-Disculpe usted, su majestad, no quería molestarlo en su atareada agenda. - se burla. -Pero si no lo recuerdas, tenemos que ir a la biblioteca. - dijo simple, a lo que el contrario gruñe descontento. -Uy, ¿Pero qué es lo que te pasa pelotudo? - cuestiona, pero Spallatti solo lo ignora para empezar a caminar hacia una nueva dirección. -Vamos, ¿Te sientes mal? ¿Qué te ocurre? - consulta, fingiendo preocupación por el morocho, quien estaba haciendo todo lo posible para no putearlo en medio del corredor. -Por lo visto, Monzón no es el único mudo el día de hoy. - señala, consiguiendo que el otro se detenga abruptamente, para darse la vuelta y ver al otro a los ojos de una manera sería.

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