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[Raquel]

Basto con sólo una mirada. Alicia subió a cambiarse, también mencionó que bajaría un abrigo para mi, el único trabajo que tenía era vigilarlo pero su presencia era tan pesada, a primera vista se veía tan amigable, mantuve la distancia de seguridad por si acaso despertaba pero aún no era el tiempo para eso, escuche a Alicia bajar por las escaleras, el sonido de las llaves y sus pasos apresurados se hicieron notables. – Venga – Miró a Germán y suspiro – Estoy lista – Su mirada vino hacia mí, con una nerviosa sonrisa.

La calida brisa estaba siendo sustituida por una fría, cómo las de invierno, Alicia cerró la ventana y me dio una corta mirada. – Ali – Me acomode en el asiento y la miré detenidamente, Alicia levanto sus cejas atenta, aclaré mi garganta. – ¿Estás bien? –  Pregunte esperando una respuesta totalmente sincera, hubo un silencio. Un suspiro salió de Alicia, la miré atenta, hizo una mueca y su mentón tirito levemente, negó con la cabeza, aquello rompió mi corazón en mil pedazos, lleve mi mano a donde la suya descansaba en el volante y dejé pequeñas caricias. Después de un rato Alicia detuvo el coche en un pequeño acantilado que daba vista hacia toda la ciudad. Alicia por fin me dio una mirada completa, me miró un par de segundos, saco de su bolso su cajetilla de cigarros y salió del auto, tan pronto cómo pude verla su cigarro ya estaba prendido, sus manos tiritaban. Comencé a comerme la cabeza pensando. ¿Debería ir?, o tal vez dejarla sola. No lo sabia y dudaba en algún momento descubrirlo. Tiró su cigarro al suelo y volvió al auto, miró a la nada unos segundos provocando un silencio reconfortante. – Raquel – Salió su quebradiza voz, la miré atenta. – Yo quería saber – Dijo y levantó su mirada – Si tu me sueñas – Soltó, me tragué aquella sorpresa que me dieron esas palabras, recordé cada uno de los sueños que había tenido con Alicia, recordé todas las veces que la soñé junto a mi. Asentí. – No sabes cuántas veces – Respondí sincera, una sonrisa salió de Alicia, había muerto en ese mismo momento, hace un rato la había visto tan mal y ahora podía ver una sonrisa formarse en su boca y lo que más me emocionaba era el hecho que aquella sonrisa había sido causada por mi, quería decirlo una y otra vez.

Te amo. Te amo. Te amo.

Sonreí intentando comunicar aquel gran sentimiento, se acercó un poco más para quedar lo suficientemente cerca y poder sentir mi respiración agitarse, dejo un corto beso en mi nariz y se alejó aún con esa sonrisa en su boca. – ¿Donde iremos? – Pregunto Alicia encendiendo el auto. – A mi casa – Dije completamente segura.

Calle las risas de Alicia cuando me vio casi caerme subiendo cuidadosamente las escaleras. Por un lado sabía que probablemente nadie estaría en casa pero por otro aún había una gran duda en mi, después de revisar cada habitación quede más que segura que no había ningún alma más que nosotras, era tarde, la noche había pasado tan rápida junto Alicia, podía entender lo cansada que podía llegar a sentirse, después de todo lo que sucedió era obvio que quería descansar. – Bien, puedes dormir aquí – Señale mi cama. – Yo iré al cuarto de al lado – Dije por último recogiendo mi pijama por debajo de la almohada, la mirada de Alicia se hizo intensa, la miré de vuelta, tragué saliva nerviosa. – O si bien puedes dormir en la habitación de al lado tú, no hay problema con que estés cómoda yo – Fui interrumpida. – ¿Por qué no duermes conmigo? – Preguntó Alicia sentándose, si bien era una cama grande no era lo suficiente. – Pensé que – Pause nerviosa – Te pondría incómoda – Solté con la mirada baja, una risita salió de Alicia. – ¿Incómoda? – Pregunto burlón, la miré detenidamente. – ¿Vendrás? – Su pregunta me sacó de mi pequeño trance, asentí rápido y me senté en la cama, me di vuelta al lado contrario al ver a Alicia comenzar a ponerse el pijama que le presté. Poco después pude sentir cómo por fin se acostaba y rodeaba su brazo en mi cintura en un cálido abrazo, sonreí enternecida, llevé mi mano donde su brazo descansaba y le di suaves caricias, cerré los ojos, estaba tan calmada, tenía la expresión de estar a salvo en sus brazos. No paso mucho el tiempo cuando el sueño me dominó.

Y así pasó el fin de semana, en cálidos abrazos que demostraban cada sentimiento, hasta el más profundo pero dado lo bien que fue todo se veía venir el Domingo y con ello, los problemas de la semana.

– ¿Que harás con Germán? – Pregunte con mi taza de té en mano, Alicia suspiro. – Divorciarme – Bromeó, soltando una pequeña risilla. – Ya veo – Dije con una sonrisa. – Una larga conversación, junto a mi abogado y el suyo – Dijo aún con su cruel humor. – Cuídate, ¿Sí? – Dije con la preocupación creciendo en mi. – No quiero que te haga nada – Dije con la mirada esquiva. – No lo hará – Aseguró Alicia acercándose a mi, levanté la mirada hacia ella y vi su rostro en alto, ella estaba completamente segura de lo que decía y eso en parte me generaba seguridad a mi también.

[Alicia]

Encendí el auto luego de despedirme de Raquel. No sabía si catalogarlo cómo una mentira o engañarme a mi misma para hacerme creer que no pasaría nada cuando viera a Germán pero no estaba segura de nada, a estas alturas no conocía al hombre con el que literalmente me casé y formé una familia, una hermosa familia. Suspire intentando sacar esos pensamientos pero ese miedo interno me estaba atormentando, cuando la luz dio roja tuve el tiempo de prender el cigarro que reposaba en el interior de mi bolso.
Pero no pasó mucho tiempo cuando toda la calma que me había dado el cigarro desapareciera, al estacionar el auto y entrar pude sentir aún la tensión, miré por todos lados, sólo había olor a cigarrillo y el televisor del salón se escuchaba encendido, me acerqué a paso lento mientras inspeccionaba cada lugar con la mirada, las latas de cerveza se comenzaron a ser notar apenas entre al salón, para mi mala suerte Germán estaba sentado en el sofá, moviendo su pierna inquieto, a su lado estaba un cigarro consumiéndose casi por completo, se dio vuelta rápido, sus ojos estaban con unas grandes ojeras y su rostro no tenía color, se levantó rápido y se acercó con la misma rapidez a mi, me observo unos segundos, su expresión comenzó a cambiar y caí en lo mismo de siempre, el no cambiaría. – ¿Te fuiste todo el fin de semana con esa– Dio una pausa para buscar la palabra correcta – Cualquiera? – Dijo por último en un tono sarcástico, sonreí de la misma manera. – Si, si, eso fue lo que hiciste – Me apunto con su dedo índice, su rabia comenzaba a florecer, poco a poco. – Ni siquiera te importo hacerlo en mis putas narices – Dijo alejándose para tomar el cigarro, asintió mientras inhalaba el humo – Y no dices nada, que puta novedad – Dijo mirándome fijamente, entrecerre los ojos y suspire. – Quiero que te vayas – Dije, su boca se abrió levemente. – ¿Que coño dijiste? – Pregunto acercándose nuevamente, levanté la mirada aún más. – Quiero que te vayas de mi puta casa – Dije totalmente seria, su mirada se quedó varios segundos en mi. – ¡Ya! – Exclame prácticamente desesperada por que aquel deseo se cumpliera, boto el cigarro al suelo y se fue a su habitación, esperé expectante ante su ida, a los pocos minutos volvió con su bolso en mano, se dirigió a la puerta y yo lo seguí, cuando pasó por la puerta se detuvo y me miró detenidamente, negó con la cabeza. – Aunque me eches de la puta casa no cambiara nada, sigues siendo mi esposa y lo serás por siempre – Aseguró Germán, solté una risilla. – Eso lo va a decidir un abogado, cuando te citen para dar explicaciones de porque le pegaste a tu mujer, porque te dio una intoxicación por drogas y porque tienes una amante – Dije enumerando cada uno, Germán abrió los ojos asombrado al escuchar el último. – ¿Cómo sabes? – Pregunto en un tono bajo, casi inaudible y así se quedó unos segundos procesando que su gran mentira habia sido descubierta hasta que levanto la mirada a mi, con el ceño fruncido. – Ah, casi lo olvido, Raquel, no es una cualquiera – Dije por ultimo cerrando la puerta con un alivio en el pecho.

A Punta de Espada//Ralicia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora