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Nacimos enfermos
Los oíste decirlo
Mi iglesia no ofrece dogmas
Me dice: "Ve y reza en tu habitación".

Al único cielo que seré enviada
Es cuando estoy a solas contigo
Nací enfermo
Pero me encanta
Ordéname a sanar.

[Raquel]

Después de un largo día en la academia por fin podía irme a casa y aunque sea dormir algunas horas, me sentía tan exhausta. Al llegar a las puertas de mi hogar, pude percibir que las luces estaban encendidas, ellos estaban aquí, me alegre al saberlo y estaba replanteando el si dormir o pasar un rato con ellos, abrí la puerta lentamente, mire al frente y ahí estaban, mi padre sentado en el sofá con un cigarro en su boca y mi madre con su rosario entre sus manos, no había ninguna felicidad por verme llegar, además pude sentir el ambiente caerse cuando cerre la puerta, me acerque a ellos y mi padre me miro perdido, mi madre se unió al duelo de miradas que no duro mucho cuando su voz rompió el silencio por completo. Soltó un resoplo pesado. – Hice todo lo posible para que no sucediera – Dijo con su voz quebrada. – Hicimos – Corrigio mi padre con su pesada voz, me encontraba hundida en la confuion, guarde silencio esperando que se diera a explicar. – ¿Pero cómo no lo vi antes? – Pregunto Mariví con sus ojos llorosos. – ¿El qué? – Pregunte aún con la duda. – No te hagas la que no sabe, Raquel Murillo – Dijo levantándose del sofá. – Todo lo posible – Lo repitió unas cuantas veces – Nunca has tenido novio, nunca te ha interesado, era obvio – Prosiguió, la miré extrañada, estaba segura que iba a ser otra discusión, cómo las de siempre. – Pero nunca pensé que fueras una... – No pudo formular la última palabra, miré a mi padre mientras Mariví sollozaba en sus brazos. – ¿Una que, madre?, ¿Que ocurre? – Pregunte acercandome a ella, se alejó de un repentino movimiento, me miró fijamente. – Una bollera – Respondió, rodé los ojos, habíamos caído en lo mismo de siempre. – Estaba en frente de mis ojos pero me lo tenían que confirmar – Dijo negando con su cabeza – Osea que hay más gente que sabe de tu tontería – Dijo con algunas lágrimas volviendo a salir, trague saliva. – ¿Quién te dijo? – Pregunte, se negó a responder, mire a mi padre. – Fue una llamada – Comenzó a explicarse mientras acariciaba el hombro de Mariví – Una llamada anónima de un hombre – Dijo por último y mi madre volvió a su compostura. – Dime que no es verdad – Dijo Mariví acercándose. – Dime que no crié a alguien así – Retrocedí por cada paso que daba. – ¡Dilo! – Gritó con su voz desgarrada, no respondí por el miedo que me daba enfrentarlo de verdad. – Respóndele a tu madre, Raquel – Dijo mi padre en un tono alto. – Te hemos dado de todo – Dijo Mariví – Lo último que pensaba era esto – Agrego en un estado que desconocía – ¡Ahora quiero que me lo niegues! – Grito. – No puedo – Solté, las miradas de ellos vinieron agresivamente hacia mi. – ¿Que has dicho? – Pregunto mi padre. – No puedo negarlo, lo siento – Dije entrecortada y con la mirada lo más esquiva posible, el llanto de mi madre se hizo presente, levanté mi mirada para poder presenciarlo. – ¡No quiero verte la cara! – Gritó mi madre, suspire con un pequeño nudo en mi garganta formándose, me di la vuelta y subí las escaleras con rapidez.

De mi bolso saqué mi celular, no podía ver claramente por las lágrimas acumuladas en mis ojos pero aún así pude encontrar el número de Mónica. El estupido sonido que venía escuchando hace ya más de cinco minutos.

"Hola soy Mónica, si no te respondo es porque [...] yo que sé, ¡deja tu mensaje!" 

Suspire tirando el celular a la cama. Una llamada anónima de un hombre, absolutamente nadie sabía, ni siquiera yo lo tenía tan claro, se me hizo tan raro todo, estaba tan asqueada por sus actitudes, las lágrimas caían sin ningún tipo de resistencia de mi parte, estaba francamente destrozada, entré a la ducha a pocas fuerzas, pensaba en cada persona con la que he estado este tiempo, tenía que ser el, no había otro hombre que me quisiera ver en las peores condiciones, tanto cómo psicológicas y físicas. Salí de la ducha con un pequeño temblor en mis piernas, en la planta de abajo aún se escuchaban algunos gritos y aunque la tristeza estaba por encima de cualquier emoción que estuviera teniendo en ese momento aún así decidí que no me podía quedar aquí, me vestí rápidamente, traté de darme un retoque pero sabía perfectamente que seguiría llorando. Tome mi celular y busque su número, dude un buen rato pensando si era adecuado llamarla, revise la hora, di muchas vueltas por mi cuarto, con su número en la pantalla de mi celular, suspire rindiéndome y presionando el botón, primer sonido, segundo, tercero...

– Raquel, cariño, ¿Que ocurre? –


no digo nada y con eso digo todo ahre OSNDOJSKSNSOD😭 jiji

A Punta de Espada//Ralicia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora