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[Raquel]

La esperada semana pasó volando, con las preparaciones y las despedidas todo se nos fue de las manos. La despedida más dolorosa fue la de Mónica y Ángel, quería llevarlos conmigo, hacerlos pequeños y meterlos en mi maleta pero aquello era imposible y había que despedirse, en el aeropuerto fue aquella despedida que dejó mi alma con un gusto diferente pero con Alicia a mi lado todo fue un poco mejor, lo llevé mucho mejor. Lo que no había previsto era que nunca había tomado un avión, Alicia dijo que era totalmente normal que hubieran turbulencias y que nada iba a pasar, aquello me mantuvo tranquila, lo suficiente cómo para subirme al avión y dormir la mitad del viaje.

Los primeros meses los dedicamos adaptarnos por completo, sobre todo por el cambio drástico de ambiente que tuvimos cada una, la gente era amable hasta por si acaso, todos estaban atentos a ti, habían diferentes culturas en aquella bella ciudad en la cual habíamos llegado recién, conocimos gente muy buena que nos ayudo a adaptarnos mucho mejor. Partiendo por Anais que en los primeros meses comenzó la escuela, dejando atrás todas sus malas historias con su maestra de matemáticas, la escuela le había encantado, hizo amigos de inmediato, se llevaba bien con sus maestras y sacaba excelentes calificaciones. Alicia, su camino cambió radicalmente por aquel trabajo que consiguió, ella había decidido tomar un descanso de su carrera de maestra y su nuevo trabajo trataba de un restaurante, que quedaba en medio de la ciudad y le iba bastante bien, estaba segura que había bendecido más de una boca por su deliciosas comidas, trabajaba junto a una señora que en sus tiempos libres le contaba historias que había tenido con su esposo cuando eran jóvenes, Alicia la describía cómo tierna y abrazable, por la curiosidad que le daba la vida que Alicia tenía y lo mucho que le gustaba que ella le dijera palabras en español. De mi parte tenía mucho que decir, había conseguido el trabajo de mis sueños, del que siempre hablaba y por el que estudié todos esos años, ahí conocí a gente maravillosa y amable, cómo la gente que usualmente habitaba esta zona.

Nuestro trabajo daba frutos y con ello nuestros ingresos aumentaban cada vez más pudiendo así comprar una casa, una preciosa casa que decoramos las tres, dejando una huella de cada una en esta, contando otra huella más, un adorable gato gordito, que comía cómo si no hubiera un mañana pero nada se comparaba con lo mucho que dormía, lo hacía en todas partes. El cómo lo adoptamos fue gracioso, sino fuera por la insistencia de Anais, Alicia tal vez no hubiese aceptado, pero al final el gato a la que más se apegó fue a ella, Comisario dormía encima de Alicia todas las noches, sin importar que y cuando Alicia llegaba tarde el la esperaba en la puerta, hasta que ella llegase.

Los meses de adaptación pasaron y nosotras ya éramos parte de aquel sector, disfrutando una bonita nueva vida, en la cual nunca pensé estar, con la gente que estaba, me sentía tan vertiginosa por todo lo que estaba pasando. Después de aquellos meses decidimos un día dar un pequeño paseo por los paisajes de Nueva Zelanda, Alicia no había dicho nada de adónde íbamos sólo dijo que lleváramos mucha comida y abrigos, con Anais nos organizamos para hacer bocadillos hechos por nosotras. Era una hermosa mañana de día sábado y nosotras ya habíamos partido dirección hacía aquel lugar del cual tanto hablaba Alicia.

Te dejaré algunas palabras
Debajo de tu puerta
Debajo de la Luna cantando
Cerca del lugar dónde
Pasan tus pies.

– Comisario, ya estamos por llegar – Dijo Anais intentando calmar sus maullidos pero era en vano, reí mientras cambiaba de emisora buscando la indicada. – ¿Tendrá hambre? – Preguntó Alicia, otro maullido se escuchó. – No puede ser, le di de comer antes de irnos – Respondió Anais. – Ya sabes cómo es – Dijo Alicia, el sonido de los granos de la comida del felino fue lo que calmo sus maullidos, efectivamente era eso, su incontrolable hambre.

A Punta de Espada//Ralicia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora