Odiaba este lugar, todo era un verdadero asco; el personal no se cansaba de sonreír y eso me provocaba ganas de vomitar; todos trataban de aparentar que eran felices, aunque era más que obvio lo miserables que se sentían y cuanto detestaban trabajar en un lugar como este, aunque...
¿Quién podía culparlos?
Esta cárcel era como estar en el infierno; aunque tenía que retractarme, el infierno sin duda sería más agradable; por lo menos allí me divertiría un poco más; no tenía muy claro cómo debería de llamar a este pintoresco lugar; ¿Hospital mental? ¿Hospital psiquiátrico judicial? ¿Cárcel? O como me había dicho una enfermera, mi nuevo Hogar; pero no me quedaría para averiguarlo.
Llevaba dos semanas encerrado, en completo aislamiento, mientras me administraban la medicación a la fuerza; pero ahora por fin me encontraba en la habitación que ocuparía durante mi estadía en este lugar, la cual, de acuerdo a los médicos, era por tiempo indefinido.
De acuerdo a lo que me habían dicho, este centro era especial para personas como yo y no se referían solo a mi trastorno, sino a mi extremadamente peligrosa conducta; ya que este centro, además de ser un psiquiátrico, era una prisión que encerraba a lo peor que esta sociedad tenía para ofrecer y yo encajaba a la perfección con ese perfil.
Eché la cabeza hacia atrás con frustración; realmente odiaba estar aquí; odiaba que quisieran mandarme a terapia, como si eso pudiera resolver todos los problemas, odiaba la medicación que lo único que conseguía era mantenerme dopado para que no causara problemas; detestaba estar encerrado y odiaba que quisieran controlarme como si fuera un maldito títere al que podían manejar a su antojo; pero no tenía más opción que ceder y fingir que aceptaba todas sus medidas, por lo menos si pensaban que estaba colaborando, me dejarían en paz para que pudiera planear a gusto como iba a escapar de esta prisión.
Lo primero que necesitaba era controlar a los guardias de este lugar, o por lo menos a los suficientes para que mi estadía no fuera tan detestable y para eso, necesitaba dinero, mucho dinero, el cual, si poseía, pero para acceder a él, necesitaba hacer un par de llamadas, lo cual generaba un nuevo problema; ¿De dónde rayos iba a sacar un celular?
Tendría que robarlo de algún médico, ya que los guardias no me dejarían acercarme lo suficiente; pero todos en este lugar conocían de lo que yo era capaz, así que estaba jodido, ninguno bajaría la guardia en mi presencia y me sería verdaderamente difícil conseguir lo que necesitaba; al menos que yo no fuera el que lo consiguiera.
Mi cerebro estaba trabajando en un plan y si en algo era bueno, era en hacer planes para conseguir justo que quería; por el momento no contaba con casi nada; cuando llegué a este lugar me dieron dos trajes azules completamente deprimentes y un pequeño kit de aseo personal que solo contaba con lo básico, así que no tenía nada para intercambiar ni nada para defenderme; pero no necesitaba nada de eso, conmigo era más que suficiente para mantenerlos a todos a raya; después de todo, siempre me habían dicho que yo era un monstruo y en este lugar, tendría que ser el peor para sobrevivir.
Tocaron la puerta y uno de los guardias llegó para llevarme a Dios sabe dónde; respiré tratando de comportarme y sin poner resistencia, dejé que me sacara de la habitación y me guiara a través de los largos y oscuros pasillos que destacaban en este hospital; hasta que al final nos detuvimos frente a una puerta gris, la cual no tardó en abrirse; así que sin más demora entré a la habitación y tomé asiento.
- Es un gusto conocerte – dijo una mujer algo vieja que me sonreía – Soy la doctora Madison Carter, seré la encargada de llevar tu caso junto con otros colegas
- ¿Así que eres la loquera que se encargará de mí? – dije sin preocuparme en ocultar mi desagrado
- Seré tu Psicóloga – aclaró con amabilidad - espero que podamos trabajar de la mejor manera para desarrollar un plan que se adecue a ti y puedas llevar una mejor calidad de vida
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LOGAN
Ficção AdolescenteExplosivo, Cruel, Egoísta, Loco Son algunas de las palabras por las cuales me conocían; solo mencionar mi nombre hacía retroceder a cualquiera, pero ahora, no quedaba nada, solo el maldito trastorno por el cual me habían encerrado. ¿Estaba loco?, qu...