LOGAN
La noche anterior había descubierto algo importante con lo que tenía que acabar de inmediato; mientras más rápido descubriera quien era ella, más rápido mi interés desaparecería y la obsesión terminaría; así que eso es lo que debía hacer, descubrir hasta el más mínimo detalle sobre Ivy y demostrarme que ella no era tan interesante como parecía.
Permanecimos en el techo hasta que distinguimos los primeros rayos de luz y entonces sí que fue un desafío regresar a las habitaciones, pero finalmente lo conseguimos sin ser descubiertos y ahora me encontraba esperando a que vinieran a sacarnos del encierro.
Ahora todo estaba más tranquilo, anoche me había desecho del teléfono haciéndolo añicos en el techo y en cuanto regresé a la habitación, le envié un mensaje de texto a Enzo desde el teléfono desechable y después proseguí a ocultarlo todo; si Enzo había hecho lo que le ordené, gran parte de los guardias y del personal médico me ignoraría por completo, lo cual me permitiría moverme con mayor libertad y comenzar a mover las piezas para cuando llegara el momento de salir de este lugar; pero no podría hacerlo solo, aun había algunas cosas que necesitaba para que mi plan funcionara y esa era la parte de la cual debía encargarse Ivy.
Yo podía comprar a los guardias y manejarlos a mi antojo, pero no conocía lo suficiente el manejo de este establecimiento; no conocía a los carceleros ni a los prisioneros, así que no podía aprovecharme y utilizarlos, pero Ivy si los conocía y sabía justo como manipularlos; eso había quedado demostrado.
Ella podía no tener los contactos y el dinero que yo poseía, pero tenía algo que yo no podía comprar; ella había logrado que le tuvieran miedo y respeto, ella había conseguido caminar libre por este lugar sin la necesidad de pagar por ello; ella tenía una gran capacidad para convencer a las personas y conseguir lo que quería, pero no a través de la violencia como yo lo hacía, sino con algo totalmente diferente.
Por fuera, Ivy parecía un cordero indefenso en medio de los lobos; a simple vista, parecía tan solo una chica hermosa e inofensiva y esa era su ventaja, porque fácilmente era subestimada y cuando menos lo pensabas, el cordero se convertía en un lobo, en uno mucho más peligroso e insaciable; si las personas la veían a lo lejos, nunca podrían creer que ella fuera capaz de asesinar a sangre fría, nunca podría creer que ella fuera la depredadora y no una pobre e inocente presa.
Pero... a veces los lobos más peligrosos se ocultan bajo la piel de un cordero
Escuché la puerta abrirse y mis pensamientos se disiparon, un guardia me ordenó salir de la habitación y en el pasillo nos colocaron a todos formando una columna para escoltarnos al comedor; me encontraba algo cansado, pero aun así caminé a paso firme hasta que llegamos a nuestro destino y los guardias nos hicieron pasar uno a uno después de darnos nuestros medicamentos.
Nuevamente tomé los míos que seguían siendo simplemente vitaminas y pude distinguir la silueta de Ivy sentada en su lugar habitual, pero en lugar de acercarme, en esta ocasión me senté en la mesa más apartada y me concentré en mi comida.
Lo primero que haría al salir de este lugar sería comer un jugoso filete con una buena copa de vino; estaba cansado de comer la asquerosidad que servían y lo único que deseaba en este preciso momento era poder beber un trago de un buen whiskey y poder actuar con libertad.
Todos parecían sumamente alterados por lo que había sucedido el día de ayer; parecían haber duplicado el número de guardias que nos vigilaban y todos parecían encontrarse alerta buscando un culpable.
Recorrí el lugar con la mirada y noté que los amigos de Duncan no se encontraban ahí; lo más probable es que los estuvieran interrogando y eso me hacía dudar; era cierto que habíamos llegado a un acuerdo, pero las personas no son de fiar, las personas son traicioneras y hasta que no estuviera seguro que mantuvieron la boca cerrada, no podría sentirme tranquilo.
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LOGAN
Teen FictionExplosivo, Cruel, Egoísta, Loco Son algunas de las palabras por las cuales me conocían; solo mencionar mi nombre hacía retroceder a cualquiera, pero ahora, no quedaba nada, solo el maldito trastorno por el cual me habían encerrado. ¿Estaba loco?, qu...