-Capítulo 23-

38 8 2
                                    


NARRA JASON

No sé si hice bien en asistir a casa de Alice y más sabiendo por como estaba anoche, pero me atreví a hacerlo. Al principio sentía un poco de miedo e inseguridad por si me abría la puerta su padre o quizá Davis. ¿Me preguntarían muchas cosas a las que no sabía que responder? Lo más seguro. Alice abrió la puerta con una coleta de lado desecha, un batín de invierno y con los ojos algo hinchados. 

-Hola. -me adelanté a lo que pudiera decir ella. -¿Puedo pasar? 

Ella miró a ambos lados para después asentir dejándome pasar a su casa. Ninguno de los dos dijo nada por este momento tan incomodo que había creado yo mismo. ¿A quién se le ocurre? A mí, únicamente a mí. 

-Pasa, estaba en la cocina. -escuché su voz rasposa detrás de mí. Ambos llegamos a la isla de la cocina, ella se sentó en un taburete y yo hice lo mismo quedando frente a ella. 

-¿Siempre que lloras se te hinchan los ojos? -pregunté sin descaro. 

-¿Se nota mucho? 

-Un poco. 

-¿Quieres? -me ofreció una de sus tostadas llenas de tomate y jamón york. Tenían buena pinta pero no me apetecía nada. -Llevo sin comer desde el desayuno y anoche al final no cené. 

-¿Solo te vas a comer las tostadas en todo el día? -pregunté asombrado. 

-Está noche cenaré mejor. -me confesó mirando a un lado. -Siento lo de anoche. 

-No me pidas disculpas, Alice. Aunque -hice una pequeña pausa y solté un suspiro. -Me gustaría saber qué ocurrió que te hizo cambiar de humor. 

Ella se levantó del taburete dejándome solo en la isla de la cocina. Yo no pronuncié ninguna palabra y le dejé tiempo para responder si quería. Cogió un cuadro del mueble que había en el comedor y lo trajo hasta mí. Era una mujer muy bella. 

-Ella es mi mamá. -añadió con una voz áspera, al igual que cuando me abrió la puerta. 

-Sí, lo sé, os parecéis mucho. ¿Cuándo volverá a Everett? 

Creo que la fastidié en ese momento porque a Alice le cambió la cara por completo. Sus ojos se cristalizaron por lágrimas que amenazaban en caer de un momento a otro. Alice sollozó durante un breve periodo de tiempo evitando mi mirada. 

-Me temo que nunca volverá. 

Y en ese momento me di cuenta de que la había fastidiado pero bien. ¿Por qué nunca le había prestado atención a este tema tan importante para ella? No dudé ni un solo segundo en abrazarla, sintiendo vibraciones eléctricas en todo mi cuerpo cuando mis brazos la rodearon completamente. Ella terminó llorando con su cabeza apoyada en mi pecho mientras que yo le acariciaba el brazo de manera cálida y suave. 

Alice se separó de mí lavándose las lágrimas que habían por sus lindas mejillas medio rojas y decidió hablar. 

-Hoy hace seis años desde que faltó. 

No sabía que decirle, me sentía tan estúpido en estos momentos. Volví a abrazarla y sentí como ella me abrazaba aún más fuerte, causando nerviosismo en mí, cosa que no había sentido nunca en la vida. Apoyé mi barbilla en su cabeza puesto que yo le ganaba de altura mientras que le continuaba acariciando. 

-Gracias por estar, Jason. 

-No las des. Siento mucho lo ocurrido, Alice. 

Yo también tenía la voz un poco roto. Esto era un tema muy importante donde Alice lo pasó muy mal y yo me sentía igual por ella. Quería decirle todo lo que comienzo a sentir por ella pero no me salía en ese momento. Nunca se me ha dado bien decir lo que siento, ni siquiera a mi hermano o a mi madre, soy más de escribir. 

En ese momento mi teléfono sonó, me separé de Alice y vi quien era el que me estaba llamando. Era el segurata del tipo que llevaba el tema este del trabajo de drogas. Seguro que quería que fuera ha hacerle un recado, pero no iría. No ahora, y no nunca. Tengo que dejar esta mierda por el bien de Alice, no quiero que le hagan ningún mal. 

 -¿No lo vas a coger? -me preguntó mientras recuperaba un poco la voz. 

-No. No es importante. -puse el teléfono en silencio y lo apagué. -¿Quieres hacer algo interesante? 

-No me apetece salir... -me dijo mientras ponía una cara de penita. 

-Está bien, pues nos quedaremos aquí hablando de la vida. 

-Bien. ¿De qué quieres hablar? -preguntó mientras caminaba delante de mi hasta el salón. 

-De lo bonita que te ves con tu bata de invierno y tu coleta desecha. 

-¡Estás ironizando, maldito! -exclamó mientras me golpeó con un cojín. 

-¡No, no! ¡Te lo juro que no! -comencé a hacerle cosquillas por sus pies cuando nos sentamos en el sofá. 

-¡Para, Jason! ¡Por favor! -me pidió mientras reía alegremente. Su risa y la mía creaba un sonido maravilloso, el cual quería escuchar durante mucho tiempo. Me sentía bien ver que ella estuviera así feliz, pese a todo lo que le ha ocurrido. 

-Pero es cierto. ¿De que vale tanto maquillaje? Si así estás perfecta. 

-Bueno hay chicas que se maquillan para gustarles a ellas mismas. 

-Lo sé, pero siendo sincero, cuando estás ante los ojos correctos, eres perfecta. -confesé mientras juntaba mis labios. 

-¿Estoy ante los ojos correctos? 

No me esperaba para nada esa pregunta y realmente no sabía que responder. Tenía ganas de besarla aquí mismo, al igual que tuve unas ganas inmensas de besarla en la fiesta y en la piscina pero que no hice por una siempre razón: me dejó muy claro que solo quería ser mi amiga. Pero, de un momento a otro, recordé lo que Jaide me dijo, que la cabeza y el corazón no van a la par, y a veces hay que hacer más caso al corazón que a la cabeza. Así que, sin pensarlo más, asentí sin decir nada. 

La miré de una forma fija, penetrante. Sus ojos eran tan verdes como el prado  y tenían un infinito en su mirada jodidamente precioso. Tenía disimulada pequitas por encima de sus mejillas y parte de su nariz que le quedaban ideales con su blanquita piel acompañada de unos labios rosados carnosos. Era tan simple pero a la vez tan perfecta. Es que era ella y no tenía definición exacta lo que me hacía sentir. Alice se adelantó a mi y sin esperar nada, puso sus frías manos sobre mi mandíbula, acercándola a ella hasta que noté como sus secos labios rozaban con los míos. Me dejé llevar en ese instante, no pensé en nada que no fuera el beso. Lo profundicé dándole calor, ternura y suavidad a la vez, mientras que ella pasaba sus manos por mi nuca. Nos separamos en busca de aire y volvimos a conectar nuestros labios y a la vez, nuestros corazones metafóricamente. 

En ese momento se escuchó la puerta abrirse y ambos nos separamos rápidamente. Para ser sincero, pensé que ese era el último día de mi vida porque su padre me mataría, lo tenía muy claro. Y efectivamente, su padre entró al salón y nos vio a los dos sentando en uno de los sofás que había. 

-Hola papá, ya conoces a Jason. 

Agradecí a la vida que no se notaba nada que nos habíamos besado, así su padre podría creer perfectamente que solamente vine a ver cómo estaba su hija. 

-Si, sé quien es. -contestó un poco frío. Quizá era por el día que era o porque de normal es así su voz. 

-Yo... Tengo que irme. Nos vemos en clase, Alice. -dije un poco nervioso. 

-Gracias por venir. -me agradeció con una sonrisa de oreja a oreja acompañándome a la puerta. 

Salí de casa de Alice con mucha felicidad. No había venido a por un beso, ni mucho menos, solo quería saber como estaba pero es que ahora estoy super feliz y creo que comienzo a sentir mucho más por ella. Estoy tan feliz que no puedo pensar en nada más. 

𝗡𝗼 𝗤𝘂𝗶𝗲𝗿𝗼 𝗤𝘂𝗲𝗿𝗲𝗿𝘁𝗲 || JASON WAUD✰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora