-Capítulo 36-

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NARRA ALICE

Llegué hasta la puerta del restaurante Anthony's Woodfire Grill. Había muchísima gente acompañada de otras personas bien vestidas. Cuando estaba en casa, sí que me sentía que iba bien conjuntada, pero tras ver a las mujeres aquellas tan arregladas me di un poco de vergüenza. Pero ya no iba a volver a casa a cambiarme, total, nací para ser feliz y no para complacer a los demás. 

Como siempre, cuando me pongo nerviosa o no quiero admitir la realidad que está pasando, agacho la cabeza disimulando que miro algo en el teléfono. Entré al chat de Sam, al que escribí:

-Ya estoy aquí. No sé que hacer. 

Le di a enviar. Apagué el teléfono y mordí delicadamente mi uña del dedo pulgar, esperando un mensaje de mi mejor amiga. Efectivamente, en menos de lo que esperaba, llegó. 

-Entra a vuestra mesa y espéralo allí. Hace mucho frío esta noche. 

En eso tenía razón. No sé como todavía no estoy tiritando del frío. Me armé de valor y entré a la mini recepción que había. Pregunté por la mesa reservada de Jason Waud y Alice Miller. El señor un poco más bajito que yo y vestido de pingüino (como les digo yo) me guio hasta la mesa. 

-Disfrute de la velada. -me dijo amablemente. 

Le agradecí con una sonrisa. 


NARRA JOSH

-Jason, como no vaya vas a perder tu vigésima pero a la vez tu última oportunidad con Alice. ¡Te lo dio muy enserio! 

-¿Pero acaso has visto como voy? 

-Da igual que vayas en muletas, en silla de ruedas o en monopatín. Mientras vayas, que es lo importante, ¡mongolo!

-Déjame en paz.

Él cerró la puerta de su habitación en mis narices. 

-¡Vale! ¡Muy bien! ¡Escóndete en tu habitación temiendo a la realidad! ¡Tus sabanas no protegerán del miedo, ni siquiera del dolor que viene después!

Pegué un puñetazo a la puerta y bajé las escaleras furioso. Menos mal que mis tíos no estaban en casa y Jaide estaba con su novio en el cine. No sé que hubiera pasado si llegan a estar aquí. Salí al jardín, Sam y Joe estaban apoyados en el coche hablando. 

-¿Qué ha pasado? -preguntó Sam. 

-Tienes un hermano gilipollas. -me dirigí a Joe. 

-Amor, ¿Qué pasa? -volvió a preguntar Sam. 

-¡Nada! ¡No quiere bajar, no es mi culpa! -grité sin querer. 

La mirada de Sam cambió completamente. Solo pasaron segundos pero qué segundos. Sam pasó de estar entusiasmada por la cita que tenían ellos dos, después pasó a estar intrigada por lo que había pasado ahí arriba y ahora defraudada conmigo. Nunca, desde que estamos juntos hemos discutido. Nunca nos hemos chillado ni mucho menos le he gritado. Ella se marchó hacia la casa. Me siento puto inútil ahora mismo. 

-Josh, tranquilo. Luego lo solucionareis. -me dijo Joe intentando tranquilizarme. Yo entré al coche sin decir ni una sola palabra. 

NARRA SAM

Subí las escaleras con el corazón en la garganta tras el grito que me pegó Josh ahí abajo. Sólo quería llorar pero ahora mismo lo único que me preocupaba era que Jason acudiera a esa maldita cita con Alice, que no la dejara tirada. 

-Jason, por favor, ábreme la puerta. -dije tocando durante un par de veces. Me callé unos segundos hasta que al final decidí en hablar. -Jason, sé que no quieres ir hasta aquel sitio lleno de pijos estúpidos en silla de ruedas... Pero, por favor. No le hagas esto a Alice. Ella está pasando por mucho contigo, yo no sé como no te ha dado ya la patada. 

Jason abrió la puerta. Él todavía estaba sin cambiar, con la nariz roja de tanto llorar en silencio. 

-Solo... llámala. -le dije mientras las lagrimas amenazaban en salir. -Dile que no puedes ir porque no es el momento. Díselo, lo entenderá. Es Alice. -le pasé el teléfono. -No la conociste ayer, Jason.

Gracias a Dios, Jason agarró el teléfono desbloqueado. Entró en contactos en busca de Alice para llamarla. 

-Sam, no la tienes agregada. 

-¿Qué? Claro que sí, imbécil. -dije riéndome mientras las lagrimas ya caían solas. -Estás como mejor amiga.

-Claro. Como se nota que sois mujeres. 

Le metí una colleja suave mientras los dos nos reíamos. En verdad Jason es un buen chico, siempre y cuando no se meta nada y se aleje de aquel trabajo de mierda. Después de hacer el trabajo sucio que Josh no consiguió, bajé hasta el coche para hablar con él. Joe ya estaba dentro de casa, así que estábamos solos él y yo. Josh estaba sentado en el sitio del conductor mirando al frente, con su gorra hacia atrás y el pelo rebelde saliendo por los lados. Le quedaban tan bien las gorras. Es tan guapo. Toqué dos veces a la ventanilla del coche para que me abriera. Entré y me senté en el asiento del copiloto sin decir nada. Ya era de noche, solo nos alumbraba las luces anaranjadas de la calle y la poca luna que había hoy. 

-Josh...

-Lo siento mucho. -me dijo él con la voz rota. -Ya estaba harto de que no me salieran las cosas como hubiera querido, he bajado con mala ostia. 

-Tranquilo. -puse mi mano en su hombro. Él me miró profundamente, casi podía descifrar lo que su mirada decía. 

-Samantha, te juro que no lo he hecho adrede. 

-Lo entiendo. Estabas quemado de todo lo que ha pasado en menos de 24 horas y ya está. A todos nos puede pasar. 

-¿No estás enfadada? 

-Lo estaba. Bueno, en realidad no estaba enfadada, más bien defraudada. 

-No quiero que me veas como un capullo tóxico. 

-Oh, no. Solo eres mi capullo, tranqui. -dije riéndome. 

Los dos reímos tan a gusto que nuestras risas encajaban perfectamente en una onda maravillosa de sonidos. Le quité la gorra para ponérmela yo y que él me hiciera un montón de halagos por eso. Mientras le acariciaba la nuca nos mirábamos sin retirar una mirada de otra, hasta que me sentí tan llena de ganas que le besé. Ya le había besado en otras ocasiones pero no como esta vez. Josh me siguió el beso con pasión mientras me acariciaba por la cintura. Poco a poco nos buscábamos mucho más el uno al otro, hasta que yo me monté encima de él sintiéndolo todo junto a mí. ¡Por Dios santo qué duro! Mis manos rodeaban su cuello mientras que nuestras respiraciones se aceleraban más y más. Teníamos muchas ganas. Los dos. 

-¡Iros a un hotel! -escuchamos un grito acompañados de golpes en la ventanilla del copiloto. Yo me separé enseguida de Josh y cuando nos dimos cuenta, era Jason con dos muletas.

-Jason, ¡Eres tonto! -grité super avergonzada de lo que acababa de pasar. 

Él se reía sin parar. Josh y yo nos miramos y al final también terminamos por reírnos los dos, al fin y al cabo, estas cosas luego se convierten en puras anécdotas. Josh bajó la ventanilla para hablar con Jason. 

-¿Al final vas a ir? 

-Sí, pero la llevaré a otro sitio mejor. Más... nuestro.

-Si la vas a llevar al MacAlister que sepas que ese sitio es nuestro, de las dos. 

-Si, pero ahí es donde la vi por segunda vez. 

-Hombre, no la vas a llevar a una sala de enfermería. -dijo Josh riéndose. -Venga, sube que te llevo. 


𝗡𝗼 𝗤𝘂𝗶𝗲𝗿𝗼 𝗤𝘂𝗲𝗿𝗲𝗿𝘁𝗲 || JASON WAUD✰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora