125.LA LARGA NOCHE 7ªPARTE

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Me alegro que a la mayoría os haya encantado tanto la portada como a mí que ha hecho la seguidora @Anni_Jeon

¡Muchísimas gracias de nuevo, Anni_Jeon!

Todos los personajes y la historia pertenecen a Kohei Horikoshi y Masashi Kishimoto

Bakugo observó detenidamente como Uraraka seguía llorando de forma inconsolable. No pudo soportar más la presión que le surgía en el pecho al verla en tan mal estado y se dirigió a la salida.

—¿A dónde vas, Bakugo-kun?—preguntó preocupada Shizune.

—Necesito tomar el aire. Ahora vuelvo. —respondió secamente Bakugo, saliendo de la habitación.

—¡Bakugo-kun!—dijo Shizune, pero Bakugo se había ido ya.—Este chico ...—

Bakugo estuvo recorriendo por las calles de los Cuarteles Tanzaku para calmar su ataque de ansiedad. Al cabo de un tiempo, detuvo su andar al oír el bullicio proveniente de una taberna. 

Se quedó unos segundos quieto, dubitativo. Por un lado se juró a sí mismo que no volvería a beber alcohol en su vida después de la resaca tremenda que obtuvo de su noche en Underworld. Entonces decidió que el alcohol no era para él. Pero por otro lado, quería olvidar. Quería apagar su cerebro unas horas y que cuando despertara no recordara la horrible matanza que había cometido apenas una hora atrás. Pero sobretodo quería borrar de su memoria la imagen de Uraraka siendo violada. Quería que desapareciera de su mente la Uraraka indefensa y frágil y que volviera la Uraraka fuerte y tenaz de antaño.

Así que entró a la taberna a punto de incumplir su juramento de no volver a tomar una gota más de alcohol , con el propósito que la mezcla de sake y de cerveza transformara aquella noche en una pesadilla.  Porque aunque es cierto que esa resaca le sentó como un tiro,  también es cierto que lo sucedido en Underworld le ayudó para dejar de pensar en la muerte de la niña bandida. 

Se fijó en la cara de los clientes de la taberna y comprobó en sus carcajadas e incomprensibles balbuceos que, al igual que él, ellos también estaban allí para, por unas horas, evadirse de la realidad. Fue a sentarse en uno de los pocos asientos libres en la barra. Intentó llamar la atención del barman, pero el bullicio del local hacía prácticamente imposible que se le escuchara. Así que después de varios intentos golpeó la mesa y se levantó de su taburete cabreado.

—¡EY!—gritó Bakugo para hacer oír. El barman notó la presencia del rubio ceniza y lo miró extrañado.—¡Sírveme un chupito de la mejor botella de sake que tengas!—

—No sé que debería preguntarte antes, si tu edad o el por qué estás todo manchado de sangre.—dijo el barman cruzándose de brazos.

—Mira, no tengo ganas de hablar. Así que no me toques los huevos y sírveme lo que te he pedido.—replicó Bakugo, masajeándose la sien.

—En este local no servimos a menores de edad. No sé lo que te ha ocurrido, pero puedes esperar en la entrada y cuando acabe con mi turno te acompaño a tu casa.—dijo el barman.

—Ya entiendo ...—empezó diciendo Bakugo, sacando su billetera y poniendo en la mesa un billete de 500 Ryos (50 euros/dólares).—Ahora cambia esa cara de amargado y ponme de una puta vez un chupito de tu mejor sake.—

—¿Me estás intentado sobornar, chico?—preguntó el barman, incrédulo.

—¡Te he dicho que no quería hablar! ¡¿Cuántos billetes como éste necesitas para que te calles la puta boca y hagas lo que te he pedido?!—dijo Bakugo, perdiendo la paciencia.

El barman lo miró unos segundos en silencio y después se volteó a su compañera de trabajo.

—Ya sé que hoy esto está a rebosar, pero ... ¿me puedes cubrir unos minutos, Hilda?—le pidió el favor con mirada suplicante.

Katsuki Bakugo en KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora