015.REENCUENTRO Y CLASE PRÁCTICA

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Todos los personajes y la historia pertenecen a Kohei Horikoshi y Masashi Kishimoto

Bakugo iba a dirigirse a entrenar, pero recordó que a partir de ahora tenía un nuevo hogar. En este mundo, a diferencia del suyo, los admitidos en la academia de ninjas se consideraban emancipados y podían vivir por su cuenta a pesar de que solo contara con 8 años. Recibía una pensión por orfandad para comprar alimentos, materiales, ropa y demás cosas que necesitara para vivir. Para él era mejor, ya que así no debía seguir compartiendo cuarto con los extras del orfanato. Además, como él en realidad tenía cerca de 18 años, era perfectamente capaz de vivir solo.

Su nuevo hogar era un piso pequeño que estaba en las afueras de la aldea, pero, al no ser muy grande la aldea en comparación con Tokyo o Musutafu, tampoco estaba lejos de la Academia Ninja. Bakugo entró e hizo una mueca desagradable al ver toda la suciedad y polvo del piso. Estaba convencido que hacía por lo menos 5 años que nadie vivía allí. 

El rubio ceniza, con el dinero de pensión de orfandad, se fue a la calle a ir a comprar productos de limpieza e higiene básicos, como cepillos de dientes, jabón, escoba o recogedor. No le quedaba dinero para comida, pero a Bakugo no le preocupaba, era un buen escalador y podía coger los frutos de los árboles sin problemas. Después de comprar se fue al piso e hizo limpieza de arriba abajo hasta dejarlo como nuevo, no parecía el mismo piso de lo limpio que lo había dejado. Para esas cosas, Bakugo era muy maniático. Nada más acabar de limpiar, el rubio oyó como tocaban a la puerta. El rubio fue a abrir, quejándose internamente porque le molestaran tan pronto, y al otro lado de la puerta se encontraba Ayame, la hija del dueño del Ichiraku, con una radiante sonrisa.

—Bakugo, soy yo, Ayame. —dijo Ayame saludándolo con la mano izquierda, ya que la derecha sostenía una bolsa pesada. Bakugo la miró con el ceño fruncido. —¿No me digas que te has olvidado de mí, Bakugo?—

—¡No soy estúpido! ¡Claro que me acuerdo de una mocosa insolente como tú! —respondió Bakugo elevando la voz, pero lo cierto es que sí que se había olvidado de su nombre.

—Jajaja. —rió Ayame tapándose la boca con la mano. —Tan gruñón como siempre, Bakugo. Me alegro que no hayas cambiado nada en estos dos años y medio.—

—¿Qué haces aquí, mocosa? —preguntó Bakugo deseando acabar rápidamente con la conversación.

—¿Mocosa? ¡Pero si ya tengo 12 años!—se quejó Ayame.

—¿Qué quieres que te llame? ¿Vieja? —preguntó irónicamente Bakugo

—¡Eres de lo que no hay! —Ayame dio un largo suspiro. —Bueno, ¿me vas a dejar pasar o no?—

—No. —Bakugo estaba por cerrar la puerta, pero Ayame fue más rápida y consiguió entrar al piso del rubio ceniza. —¡Maldita mocosa! ¿Para qué preguntas si vas a entrar igual?—

—Wow, me lo esperaba más pequeño. —dijo Ayame ignorando las quejas del rubio.

—Bueno, ya has visto el piso. Ahora lárgate. —

—No seas así, Bakugo. —le reprendió Ayame. —Oí al Hokage que le decía a mi padre que a partir de hoy ibas a vivir solo en este piso vacío. Como buena amiga tuya, he venido a ayudarte trayéndote comida del restaurante. —

—¿Desde cuando somos amigos, mocosa? —inquirió Bakugo.

—Todo el mundo necesita amigos. Con tu carácter me imagino que a ti no te sobran, así que te aguantas. Eres mi amigo y chitón a eso. —dijo Ayame dejando la comida en la encimera. —Papá le ha agregado un extra de picante.—

—Tsk. —masculló Bakugo. —Ahora lárgate y déjate de molestar.—

—Si no quieres que te moleste, más te vale venir de vez en cuando al restaurante de papá. ¡Ahora trabajo de camarera! —dijo entusiasmada Ayame.

Katsuki Bakugo en KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora