24. Las montañas heladas

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Gulf y Mew llevaban dos meses viviendo con Mild cerca de una escuela primaria a la que asistían la mayoría de los y las niñas que cruzaban los Himalayas desde el Tíbet hasta Darjeeling. Mild estaba muy contento de volver a ver a Gulf, sobre todo porque había regresado a ayudar a la población. Gulf estaba muy feliz de reencontrarse con las personas que durante algunos años fueron sus compañeros de trabajo y con muchos niños que ahora estaban mucho más grandes con condiciones físicas mucho mejores que cuando los conoció. Sin embargo, no era totalmente cómodo porque una de las veces que intentó ser cariñoso con Mew en público se sintió observado. Decidieron mantener un poco de distancia cuando estuvieran fuera de casa y Gulf había pedido que no le llamara cariño, mi amor o bebé, delante de las personas. Cabe señalar que nadie les miraba juzgándolos, pero para Gulf era más cómodo no tener que lidiar con las miradas.

Las primeras semanas fueron particularmente duras para Mew por el frío,  porque aunque era su clima favorito, no lo soportaba muy bien. Pasaba las noches casi que en vela porque el frío no le permitía dormir cómodamente. Gulf por su parte, se adaptó rápidamente y el frío no fue un problema, el problema empezó a ser la comida. Por lo que llevaba más de dos meses comiendo poco y su estado de salud empezó a deteriorarse. Tanto para Mew como para Mild era evidente la pérdida de peso de Gulf, así que empezaron a intentar que este se alimentara mejor, pero no lograban mucho.

- La verdad es que creo que me he acostumbrado a la comida de la ciudad – respondió Gulf cuando Mild le preguntó por qué no se acababa lo que había en el plato.

- Normal, pero tienes que comer Gulf, no puedes seguir así, vas a desarrollar una gastritis y eso nos puede perjudicar a todos, te convertirás en un enfermo más – dijo Mild intentando convencer a su amigo.

- De verdad que estoy poniendo mi mejor esfuerzo Mild, pero es que siempre es lo mismo, muchas cosas verdes dentro del plato, poco arroz y solo una vez a la semana carne. No me apetece mucho la verdad- comentó Gulf mientras volteaba el tenedor en su plato, moviendo la comida sin ganas.

- ¿Deberíamos entonces pedir más cosas a la ciudad para que nos traigan más cosas envasadas? – preguntó Mew envuelto en todas las cobijas que tenía Mild en la casa. Gulf lo miró, iba a decir algo, pero prefirió callar.

- No, esa comida tampoco me gusta – suspiró y se echó un bocado más de verduras a la boca.

- Pero necesitas sacar la energía de algún sitio- dijo Mild – no puedes seguir así, comiendo tres o cuatro cucharadas cada vez. No sé si te has dado cuenta, pero solo llevas dos meses y parece que estás haciendo huelga de hambre, ya hasta podemos verte la costillas – intentó que sonara como un regaño.

- Al menos deberías tomar leche, de alguna forma podrías...- dijo Mew intentando acercarse a la mesa.

- No me gusta como huele la leche de yak, es apestosa. Detesto todos esos tés de leche y esos quesos. Prefiero la carne- interrumpió volteando los ojos – bueno, si no es más el sermón, me voy a vestir para volver a la clínica hoy tengo programadas varias consultas- dijo y se puso en pie dejando a Mild y a Mew frustrados pues no habían conseguido nada. Ahí en el plato aún permanecían los alimentos.

- Creo que lo mejor viajar a la ciudad más cercana y comprar alguna de esas cosas que le gustan- dijo Mew.

- No lo sé Mew, puedes ser contraproducente, no sé si por aquí podamos conseguir cosas de buena calidad. Lo que se me ocurre es contactar con alguna familia que nos pueda vender carne fresca y podamos prepararla aquí en casa, al menos tres veces por semanas – dijo Mild recogiendo la mesa – bueno, eso si tú quieres, porque en realidad tendrías que cocinar tu ya sabes- lavó los platos y Mew se quedó pensando.

Aunque no te Pueda VerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora