39. Encrucijada (parte 6)

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Esta vez era muy consiente de sus pasos para evitar caerse de bruces mientras corría. Solo tendría que continuar recto dos cuadras más y después voltear a la derecha para bajar utilizando un caminito delgado pegado a la montaña. Solo le tomaría 15 minutos llegar allí caminando normal, pero en ese momento era urgente, así que corrió. Gulf divisó el templo budista desde la colina, antes de tomar aquel caminito que lo llevaría a sus puertas. Recordó hace años cuando por primera vez llegó a ese lugar. Era muy joven y traía consigo otros problemas. Ya habían pasado casi 20 años de aquello.

Hacía frío, pero sudaba debajo de la ropa. Sentía la sangre recorrer su cuerpo con fuerza. Cuando llegó a la entrada lavó sus manos en la fuente disponible para ello. Cerca del refugio había muchos templos budistas. Las personas que vivían en aquellas zonas eran muy devotas. No obstante, de todos los templos, el que más tenía significado para Gulf era ese. Allí, conoció a un monje que le ayudó a redireccionar el rumbo de su vida. Mientras caminaba por un bello patio de arena y árboles miró hacia la puerta de la entrada en donde, dos estatuas esculpidas en madera del dios protector del templo llamado Jingang, daban la bienvenida.

Mientras subía las escaleras podía escuchar que había un murmuro proveniente de uno de los salones laterales. Caminó hacia dentro del templo observando, al fondo, el altar dispuesto para Buda. Se trataba de una estatua dorada más o menos del mismo tamaño de los Jingang de la entrada. Pero era impresionante lo que tenía alrededor. Muchísimos palitos de incienso. Todos encendidos, pero como era un lugar con muchas ventanas, el humo se dispersaba rápido permitiendo observar las flores, las ofrendas y las velas que adornaban el altar. Había cojines alrededor por si las personas deseaban hacer reverencias. La estatua se trataba de Buda sentado en posición de meditación. Lo observó un rato recordando las múltiples enseñanzas que cuando llegó a ese lugar le transmitieron. Buda tiene los ojos entreabiertos porque si los cierra por completo puede llegar a dormirse. Buda tiene las orejas alargadas porque antes de decidir internarse en las montañas a meditar era parte de una familia que contaba con títulos de realeza. Así que era de la cultura ponerse zarcillos pesados que con el tiempo generaban una forma como escurrida de las orejas. Eso era un recuerdo de que para llegar al punto máximo de la iluminación se debe, entre otras cosas, despegarse de las cosas materiales, los títulos terrenales. Por tal razón, las personas que deciden seguir el camino de Buda no pueden enriquecerse y viven de las ofrendas de las personas de alrededor. Cada día piden y si, por alguna razón durante el día les ha sobrado algo, no lo guardan para el siguiente día, lo comparten con otras personas.

Gulf miraba el templo, las imágenes dibujadas por todos lados. Después de repetir algún rezo caminó hacia donde escuchaba las voces. Lo hizo lentamente. Se trataba de un grupo de más o menos 15 niños sentados alrededor del Lama. Estaban repitiendo el Sutra del Corazón. Cada niño observaba su propio libro cocido a mano que contenía las palabras de aquel Sutra. A Gulf le encantaba repetirlo también, porque sentía que era liberador. Decidió sentarse y observar desde la distancia. La mayoría de los niños tenía su cabeza rapada y estaban vestidos con una túnica color azafrán y por encima de sus hombros tenían una tela roja. Solamente había tres niños vestidos de diferente manera. Entre estos estaba Harry, su sobrino. Él vestía completamente de blanco y todavía conservaba su hermosa melena. Tenía las mejillas rojas, como su mamá. Gulf recordó de inmediato de qué se trataba su visita en ese sitio. Una punzada de dolor se instaló en su corazón al recordar su discusión con Mild. Su amigo lo necesitaba mucho en este momento y él estaba haciendo pataletas sin sentido.

El Lama levantó la vista y observó a Gulf por un momento, sonriéndole y asintiendo con la cabeza como si al mirar la cara de Gulf hubiera descubierto por qué había ido. Después de terminar la repetición de aquel largo Sutra, dio la indicación a sus alumnos de que lo esperaran en el salón cerca del Bonshō, una enorme campana que avisaba el inicio de las meditaciones grupales. Gulf observó a los niños levantarse en orden de fila para tomar su cojín del piso y salir del salón hacia donde el maestro les había indicado. Mientras veía los niños tomar sus cojines recordó aquella vez que Mew le dio el cojín con sus iniciales bordadas en un lado. Recordó las palabras que le dijo "una pareja que medita unida permanece unida". Sonrió ante el recuerdo de ese momento tan hermoso y cómo, a partir de eso, crearon su isla de paz. Gulf no meditaba con Mew desde hacía mucho tiempo, probablemente años. Desde que Ale empezó a estudiar, Mew a ser el presidente de la empresa y él con sus múltiples ocupaciones, habían dejado atrás ese bonito hábito.

Aunque no te Pueda VerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora