32. Capítulo Especial "Paternidad"

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Después de salir del hospital con el pequeño Alexander las cosas no fueron tan fáciles como ellos esperaban. Lo primero que ocurrió fue que desmontar el gimnasio de la casa no fue tan sencillo como lo imaginaron. Tuvieron prácticamente que demoler ciertas partes de la casa, por lo que ese tiempo no les quedó de otra que vivir junto con Kao y Earth. Para Mew fue un poco estresante porque veía peligros en todas partes de la casa para el bebé. Alexander, después de recuperarse completamente estaba interesado en gatear, en explorar todas las partes de aquella mansión y Mew, que lo perseguía por todos lados para que el bebé no tropezara, se estresaba y su corazón se detenía cada vez que creía que estaba en peligro. Fueron cerca de seis meses los que estuvieron viviendo con la otra pareja y sus hijos, el tiempo preciso para que su bebé cumpliera su primer año.

El tema del registro también fue un reto porque necesitaron de varios abogados para tener la completa certeza de que podían quedarse con el niño y que no iba a llegar nadie en el futuro a quitárselo. Por lo que también fueron meses de zozobra mientras los abogados y un detective investigaban si quedaban más familiares de aquella pareja que murió en el incendió. Si encontraron algunos familiares, unos no querían el bebé por su condición de discapacidad, lo que buscaban era dinero, al contrario de eso Mew y Kao habían pensado en darles trabajo. Acordaron que así sería mientras esos familiares firmaran los documentos que señalaban que no tenían inconvenientes con que la pareja adoptara al menor.

Por fin llegaron a su casa de nuevo. La adaptación a la casa por parte del niño fue rápida. Al ser más pequeña y al tener menos espacios para explorar se sentían más tranquilos y Alexander se sentía más cómodo. El tiempo pasó y poco a poco se sumergieron en una paternidad enfocada en enseñarle a su hijo el mundo a través de los sentidos. Parecía un reto demasiado grande, sin embargo, el bebé los sorprendía con su inteligencia, perspicacia e instinto. Sus otros sentidos se estaban desarrollando correctamente y ellos los estimulaban para que así fuera, pero debían darle crédito a la naturaleza que hacía lo suyo en él y lo vieron, por ejemplo, cuando Alexander dio sus primeros pasos.

La mayoría de los/as niños/as empiezan a dar sus primeros pasitos después de cumplir el primer año. Alexander empezó después de casi dos años. Le encantaba gatear y arrastrarse por el suelo. Aunque Gulf había insistido en comprarle una especie de artefacto para ayudarle a caminar, el niño lo odiaba con todo su ser. Cada vez que intentaban ponerlo allí lavantaba la casa en llantos. Mew pidió que lo desecharan, que le dieran tiempo, que él lo lograría solito. Ellos discutieron al respecto porque Gulf estaba preocupado porque su hijo se "retrasara" en el aprendizaje. Mew insistió en que debían dejar que él lo hiciera solo y pese a que a Gulf no le convencía mucho, lo hicieron, no había otras opciones.

Pero Alexander lo hizo y curiosamente fue gracias a Gulf. La cosa es que estaban Mew y Alexander jugando en la sala. Mew compartía con su hijo algunos juguetes de su colección de super héroes. Narraba algunas historias fantásticas que al bebé le divertían. Pasaban ratos bastante agradables los dos en la sala cuando Mew construía castillos y otras cosas con lo que tenían alrededor, cosas que, aunque el bebé no podía ver, Mew estaba seguro de que se las podía imaginar con la descripción que él le daba. Gulf, quien necesitaba adelantar un poco de trabajo se encerraba en la habitación por horas, pero salía de vez en cuando al escuchar las enormes carcajadas que su hijo soltaba con las ocurrencias de su papá. En un momento que salió de la habitación preparó una pequeña merienda de yogur con unas galletas y las dejó sobre una mesa, indicándole a Mew que cuando el bebé tuviera hambre se los diera. Después de aquello regresó a su habitación para avanzar en su trabajo. Le dolía un poco la cintura por la posición que estaba, así que se estiró un poco hacia los lados hasta que escuchó un susurro. Era Mew.

- ¡Gulf, Gulf! - llamaba en susurros, pero con insistencia. Gulf caminó rápidamente y lo vio. Alexander de pie frente a la mesa sosteniéndose con una manita de un lado de la mesa y con la otra tanteando el plato hasta encontrar las galletas. Cuando las encontró se las llevó a la cara, las olió y posteriormente se las comió. Sonreía mientras degustaba el sabor del chocolate. Ambos padres miraban maravillados la escena. El bebé tenía hambre, olió comida y su instinto le hizo levantarse a buscarlo. Gulf dejó de trabajar ese día y se centró en compartir tiempo con su bebé. Todo hay que decirlo y es que Alexander, desde ese día, no volvió a gatear.

Aunque no te Pueda VerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora