11. Concidir

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Después de pedirle al mesero que llamara un taxi e indicarle para quién era, salió furioso. Caminó hasta dónde tenía estacionado el auto, quería subirse y largarse a toda velocidad. Entró al auto, lo encendió, pero no fue capaz de arrancar. Lo apagó de nuevo, se bajó. No podía pensar y así no podía conducir. Debía calmarse. Empezó a caminar de un lado al otro, tratando de buscar algún sentido a la situación. Empezó a enumerar las cosas que habían sucedido.

- ¡Mierda! ¿quién es ese imbécil con cara bonita que se cree la gran cosa? – se decía mientras se pasaba las manos por su cabello despeinándose.

- Muy seguro que es su ex, porque decir que le ha pedido matrimonio 3 veces ¡Vaya que si es imbécil! – seguía hablando Gulf para sí mismo – ¡maldita sea! ¡maldita sea! ¡maldita sea! - golpeaba el suelo con su zapato -y Mew se atrevió a pedirme que me fuera sin darme una explicación – se quedó quieto mientras pensaba en eso – necesito saber si Mew aún siente algo por ese imbécil- dio unos pasos para llegar de nuevo al restaurante.

Cruzó la entrada de nuevo y allí estaba Mew de pie intentando avanzar, pero la escoria lo tenía agarrado del brazo. El sujeto se dio cuenta que Gulf estaba en la entrada y le dio una mirada de victoria mientras le susurraba quién sabe qué cosas a Mew. La sangre que ya había bajado a los pies, de nuevo volvía a subirse a su cabeza. Sabía que ese tipo estaba jugando con él. Pero Gulf no iba a perder. Esperó para ver qué hacía su novio ante las insinuaciones de la mierda de persona que tenía al lado.

Mew se soltó del agarre de Lhong para empezar a buscar la salida. Pero no sabía por dónde moverse. Intentó mover su bastón para no chocar, pero era tarde, se había tropezado ya con varias mesas, haciendo que la gente centrara su atención en él. No dejaba que Lhong lo tocara para ayudarlo a salir, pero tampoco lograba encontrar la salida. Se hizo un murmullo entre la gente, Mew empezó a ponerse nervioso. No quería estar cerca del otro sujeto, pero tampoco quería escuchar a la gente. Cuando Lhong le insinuó que podía acostarse con él como forma de pago le hizo sentir asco. No por que pensara que las personas que trabajaban con el sexo fueran desagradables, ni siquiera le importaba si Lhong ahora era un gigoló, le valía tres tiras. Le desagradaba pensar en otro cuerpo que no fuera el de Gulf. El olor a vainilla que emanaba Long era demasiado empalagoso, molesto. Mew ya estaba mareado. Necesitaba salir de ahí.

- ¿Es que acaso estoy en un puto laberinto? ¿cómo es que aún no llego a la salida? – pensaba Mew al borde de la desesperación.

- Vamos, es por aquí – escuchó esa voz apacible que últimamente le alegraba la vida. Ahí estaba Gulf, de nuevo. Había regresado y le estaba tomando la mano. Mew se dejó guiar y se sostuvo de su amor sin decir alguna palabra. No sabía qué decir. Salieron por fin y cuando pensó que se había liberado de ese empalagoso olor lo sintió de nuevo, se tensó y tomó la mano de Gulf con más fuerza, este se dio cuenta y miró hacia atrás.

- Mew, espera- decía Lhong – se te olvidó esto – dijo poniendo en las manos de Mew un paquete envuelto en papel regalo – y llámame si consideras lo que te he propuesto, guapo – dijo dejándole un beso rápido en la mejilla y después regresó al restaurante.

-Gulf, yo...- intentó hablar, pero Gulf empezó a caminar con su mano aún entrelazada, dando a entender que no quería hablar en ese momento. Mew entendió y guardó silencio.

Se subieron al auto. Mew estaba inquieto porque llevaban varios minutos dentro del vehículo, pero no pasaba nada. Ni se encendía, ni se marchaban. Gulf no decía nada aún, el ambiente se sentía muy pesado, pero Mew no sabía si era ahora el momento de hablar, temía alguna reacción poco agradable de parte de Gulf. ¡Maldita sea! quería ver la cara de Gulf en este momento, seguramente con verlo podría definir qué palabras usar. Pero no, no podía y tenía que conformarse con estar en silencio y esperar hasta que el otro hablara. Quería al menos escuchar que Gulf se moviera o que respirará agitado, que golpeara algo, que se moviera, pero no escuchaba nada y se estaba poniendo cada vez más nervioso.

Aunque no te Pueda VerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora