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ALEK

Estaba desorbitado, mis parpados pesaban como una maldita roca, podía sentir lo lento que iba mi pulso. Fue como despertar después de un ataque a todo mi cuerpo. Mis ojos parpadearon lo suficiente para adaptarse a la segadora luz que venía de la lámpara junto a mi cama.

No tarde más de dos segundos en reconocer la silueta recostada en el sillón frente a mí.

—Ali —dije con gran esfuerzo.

Dio un brinco por la sorpresa que no me esperaba, llego a mi costado y sus ojos se abrieron tanto que parecían salirse de sus cuencas, también estaban llorosos.

—Por fin despertarte —sus manos tomaron mi cara para pegar su frente con la mía—. Iré a avisar a mis padres, por favor en lo que vuelvo, no te desmayes.

Salió corriendo a grandes zancadas del lugar —que por cierto no reconocía— antes de que pudiera decirle algo.

Trate de concentrarme en pensar que había pasado, vi a mi alrededor con cuidado intentando reconocer algo familiar en él, pronto me di cuenta que estaba en un hospital y probablemente era de noche por la falta de luz afuera de las ventanas.

En cuanto a mí, no me faltaban partes del cuerpo que se pudieran apreciar a simple vista, solo me encontraba conectado a un monitor —que por el ruido que emitía debía estar sobre mi cabeza o muy cerca—. Al querer pasar las manos por mi rostro el intentar doblar los brazos me provoco una molestia, una aguja ensartada en el antebrazo izquierdo pasando a mi cuerpo un líquido transparente, al menos no era una transfusión de sangre, eso debía ser buena señal. 

Alina tardo más en darse cuenta que desperté que en traer a medio hospital con ella. Diez personas cruzaron a toda prisa el umbral de la puerta, una doctora, dos enfermeros, mis dos padres, mi hermana, Liv, Cira, Nil y Ander.

Mis amigos y mi familia fueron los primeros en acercarse a la cama, y rodearme de comentarios y suspiros de alivio al ver que por fin había despertado.

Lo que me hizo pensar, ¿cuánto tiempo estuve inconsciente?

Ni siquiera podía comprender lo que decían, todos hablaban al mismo tiempo mientras intentaban tomar mis manos o acariciar mi cabello.

Para mi fortuna la doctora intervino el momento antes de que se saliera de control, pidiendo que solo los padres del chico —o sea yo— permanecieran dentro de la habitación mientras que los demás podrían esperar en el pasillo o la cafetería.

Vi como mi hermana ponía ojos suplicantes a mamá para que la dejara quedarse a escuchar el diagnóstico médico, petición que fue declinada con un simple ladeo de cabeza de nuestra madre, que pareció ser más una advertencia, de esas que dicen si no sales de aquí por tu propia cuenta yo tendré que hacerlo y no te va a gustar. Alina en cuanto se dio la vuelta hizo un gesto de molestia contenida, que por su bien solo yo logre ver.

El resto de mis visitantes —excepto los enfermeros— se marcharon con la tristeza marcada en sus rostros por no poder quedarse más tiempo.

Dedicándome una mirada de cariño antes de marcharse tras la puerta. La puerta, detrás de ella se encontraba una persona más, una que intentaba mirar por el espacio antes de que se cerrara por completo, Dhara también estaba aquí, solo que no había entrado a la habitación con el resto.    

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando mi madre se sentó en el pequeño espacio entre mi torso y el final de la cama. Su mirada era una combinación de angustia y tranquilidad.

¿Hace cuánto que ella estaba aquí?

Conociéndola debió dejar todo en el momento que le dieron la noticia.

Infiltrados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora