Cap. 2

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Si la bestia está dormida ¿es recomendable despertarla?

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Abandone el comando con la frente en alto, con una alegría exaltada pero disimulada, al finalizar mi charla con el general recogí todas mis pertenencias y me encontré con media institución dándome el ultimo afecto que recibiría de ellos; pocos lloraron, otros me alentaron y muchos me hacían presencia de sus palabras de despedida te extrañaremos, buen viaje, no te olvides de nosotros, era de las palabras más barajeadas en sus bocas.

Mientras camino a mi auto veo por última vez la sede que cuenta con 10 pisos, dicha sede que se volvió mi hogar, mi refugio, mi familia. Escalar peldaños fue duro, mi actitud y pasado tampoco ayudaron, pero gracias a esas experiencias estaba preparada para la vida, para la supervivencia, para poner la cara y el pecho contra las balas. Ya había recibido impactos mucho más antes de llegar a la sede, era una sobreviviente de una guerra camuflada como una vida cotidianamente normal. Cada ser enfrenta batallas internas y otros como yo las enfrenta también de forma externa.

Esa definición sumamente sencilla de que la vida es blanca o negra, es una farsa, uno puede llegar a tener la vida de color marfil más claro surcando el brillo, así como puede llegar a tener la vida del negro más claustrofóbico existente, en un par de segundos.

Tiempo que depende de tu suerte, de cuán bien hiciste o cuan malo te portaste, un karma que si o si debes pagar. Pero para los inocentes que nacieron en penumbra ¿Qué están pagando?

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Me adentre en mi casa, vislumbre a mi hermana en el salón principal, intente acerarme sin hacer ruido.

–Sé que estás ahí, reconozco el sonido de tu auto –habla, arruinando mi plan–, por cierto, cambia sus pastillas y neumáticos, suenan muy mal, pobres frenos –terminó la que usa más mi vehículo que yo, ¿Quién se escapaba a carreras ilegales con mi auto?

–A veces suenas como si fueses la mayor entre nosotras dos.

–En madurez, lo soy querida –dice con arrogancia afinando sus ojos cafés claros, volteándose en el sofá para encararme–, de forma física tu estas más vieja que yo.

–¡¡Hey, más respeto!! –digo ofendida lanzándole un zapato, que fácilmente lo atrapa.

–Repito –dice moviendo el zapato en círculos–, en madurez soy tu superior.

Comenzamos a ponernos al día con todo lo que nos pasó desde que pusimos un pie fuera de nuestro hogar y terminamos almorzando.

–No puedo creerlo, llego el día –repite por sexta vez, yo solo volteo los ojos, y los centro en los supuestos fideos preparados por mi hermana que según yo son esas sopas procesadas que con solo ponerle agua ya está, floja, digo en mis adentros, pero me lo guardo, al parecer fue su gran esfuerzo, y yo lo veo como 10 pasos de ida a la tienda y 10 pasos de vuelta. Aunque debo admitir que no sabe mal. En la academia no te permiten estos alimentos, pues no alimentan sino llenan, pero una vez no hace mal.

Veo el reloj chueco colgado en la pared informándome que estoy a dos horas de mi vuelo, lo veo con detenimiento recordando que mi hermana lo puso en la parte más alta cuando teníamos escalera y de forma repentina despareció, no podíamos alcanzarlo y la ingeniosa le boto su zapato, dejándolo todo chueco, tratamos de arreglarlo con el palo de escoba y jamás pudimos, ahora debíamos inclinar la cabeza de lado izquierdo para ver centrada la hora.

–Prométeme que cuando regrese, ese reloj estará firme.

–Llevo intentándolo por 2 años, crees que de la nada el aparato va a decir ya atormenté sus cuellos demasiado tiempo, dejare que me pongan como antes –imitó la voz de un robot.

La degradación del corazón (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora