Cap. 24

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Catástrofe

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Salimos de la prisión con un humor de perros. El coronel lanzaba una mirada a cualquier soldado y estos desviaban o agachaban la cabeza, incluido Borcy, que intento disculparse, pero Gustavo lo ignoro.

Una soldado me agarro, pidiéndome la información que reclutamos de Alexander, su insistencia e irrespeto no me agradaban y la mande a volar cuando trato de persuadirme en mi camino.

Este lugar albergaba a todos los criminales que la GDME atrapo, solo faltaba una, que, hasta mí, con la mención de los Vryze, me entraron ganas de atrapar.

Subí al vehículo y nada más querer bajar en su totalidad la ventana, Gustavo la subió.

–Me duele la cabeza y quisiera respirar –informe, pero este no me respondió, ni demostró algún gesto.

Baje la ventana nuevamente y este la subió trancándola con seguro.

–¿Podríamos detenernos en alguna tienda? Quiero agua.

–No.

Un seco y rotundo no, de por si su comportamiento me aterraba, lo vi transformarse de un hombre sereno a un hombre totalmente déspota.

La garganta me ardía, y la cabeza me daba vueltas, entonces observe en el camino casetas seguidas de comida y bebidas.

–Quiero bajar en esas casetas.

No me respondió.

–Tengo sed, me estoy asfixiando, quiero bajar.

Siguió sin responder.

–¡Quiero bajar! –brave–. ¿Qué le pasa?

–No vas a bajar, queda o no claro –pregunto.

–No sé qué bicho lo habrá picado, pero quiero bajar.

Siguió conduciendo sin más, ignorándome por completo, entonces yo totalmente fúrica, accione el freno de mano y lo jale con fuerza, haciendo rechinar los frenos, en medio de la carretera provocando que algunos autos nos bocinen y maniobren con rapidez.

Baje el seguro de la puerta respire con todas mis fuerzas.

–Qué mier –lo oí decir cuando de golpe cerré la puerta.

–Cabron –le dije, de seguro entendió.

Corrí a las casetas y pedí la botella de agua más grande que tenían, además de ver una botica y comprar unas pastillas para la migraña, porque eso era, no un simple dolor de cabeza.

Observe el Ferrari parqueado en la vereda, con el conductor dentro, no quería ir con él, deseaba ir sola, en algún bus o auto que me llevara a la ciudad.

Es un tifón, no hay mejor manera de describirlo. Esa misma ira la produce con todo aquel que se le acerque o este cercano a su radar. Su forma de ser me agota, bipolaridad, eso es.

Estará bajo presión, con la misión de la asesina de su prima, pero con ese humor tampoco resuelve nada, solo crea más conflictos, cuando deberíamos estar unidos preparando la emboscada perfecta.

Es mi superior, pero tampoco le da el derecho de tratarme como si yo no estuviese haciendo nada para ayudar.

El respeto es reciproco, el lo dijo. Así como otras deplorables actitudes que se dan.

Camine con firmeza hasta el coche, el miraba al frente apretando los nudillos en el volante.

Yo me iría sola, ya lo decidí.

La degradación del corazón (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora