Cap. 12

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Alerta, orden para disparar

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Rafaela Thalassinos

D se fue después de su beso y un volveré pronto, esa oración siempre la decía para despedirse de mí en Grecia, y volvía en una semana; si las costumbres no cambiaron del todo, volvería el próximo sábado. Salí al balcón y observé como abordaba un vehículo blindado con la camisa desgarrada por su salvajismo, tres autos similares lo resguardaban, y abandonaban junto con él, la extensa calle.

De la mesa que se encontraba al lado de la cama saque un paquete de cigarros, y fume en el balcón para que el olor no abunde por la habitación, el frio me calaba, pero me calenté internamente por el cigarrillo.

El 16 de abril del 2019 fue el día donde las armas, balas, sangre y muerte se posicionaron en su mayor esplendor.

Llevábamos meses siguiendo a mi pecado favorito, y un día donde la venganza se apodero de mí, entregue las coordenadas de D para por fin mandarlo al infierno, aunque no contaba con la intervención de sus dos hermanos. Pude manipular a uno, matar a otra, pero el mayor se encontraba fuera de mi alcance.

Milena Vryze fue mi mayor homicidio en ese entonces, tocando a la muñequita de porcelana para saldar deudas. Aquel fue mi mayor logro para la milicia, pero mi mayor error para la mafia griega. El rey había perdido a su princesa, y buscó por cielo, mar y tierra a la homicida como a su familia, pero no puedo encontrarla.

No pudo encontrarme.

Me había resguardado tan bien que desaparecí junto a los míos del mapa por un tiempo, para ser precavidos. Con el resguardo militar debido. Tiempo después me encontré con D para que logre persuadir a su hermano de dejar de mirarme como blanco, ya que solo había cobrado una deuda, y se logró. Con la palabra jurada de D ya no me buscarían, ni a mí ni a los míos, aun no sé cómo lo convenció, pero lo hizo.

Ya se veía más gente circular, vivía en los pisos más alejados del suelo, por lo tanto, miraba a las personas algo lejanas, me llamo la atención un niño que salía del edificio con una anciana, de seguro su abuela. Saltaba con cada paso que daba y volvía corriendo hacia la señora para abrazarla, ternura fue lo que sentí.

¿Cuándo dejábamos de ser seres inocentes?

Con la pregunta en la cabeza, entre a la habitación, el reloj de la mesa de noche mostraba la hora 7:10 am entonces mi teléfono vibró, con un mensaje en la pantalla principal.

ALERTA ROJA

Sin detenerme me vestí, cerré de un portazo y bajé las escaleras con desenfreno, topándome con dos niños en las gradas que dibujaban, causando que baje la velocidad.

–Mi mami dice que si corremos muy rápido en las escaleras nos podemos caer –hablo la niña de rizos dorados.

–Y tiene razón, yo lo hago porque voy tarde al trabajo –respondí.

–¿Eres militar? –preguntó el que de seguro debía ser su hermano, los rizos eran idénticos.

–Si –le sonreí.

–Tenemos una vecina militar, que cool –aplaudió el niño.

–Debo irme.

–Adiós cap. –dijo y señaló con su dedo la parte de su corazón donde tenía mi rango y apellido escrito– thatal... thala...

–Thalassinos –hable e hizo la típica seña de saludo, una mano a la sien o algo así quiso demostrar.

Era pequeño y sabía leer, a comparación suya yo había sufrido años para aprender a leer ya que no abría la boca de no ser para hablar con mi hermana o comer.

La degradación del corazón (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora