Cap. 36

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Estoy de rodillas

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Gustavo Viamont

─Buenas tardes, bienvenido al hotel Olimpo, ¿en qué podemos ayudarlo? ─habló el joven en el recibidor.

Lugar extraño. La felicidad fingida con la que te reciben es irritante, porque notas lo agobiante que ha de ser atender personas. Las escaleras se extienden en medio de recibidor, enormes y largas, si miras hasta su fin no lo encuentras pues no tiene, solo son repeticiones de lo mismo. A esto quiere competir Iván. No es una guerra como tal. Volví a ojear el lugar, pilares griegos, como lo que era casa, esculturas idénticas a los famosos mitos. Dafne convertida en planta. Decoración atractiva. Elevador de vidrio, el vértigo que debe dar. Y la gente, dignos residentes del Olimpo.

Note algo muy extraño en la griega, su manera de mentir nada desapercibida, como si la hubiese encontrado con las defensas bajas cuando siempre las tiene elevadas.

Depende de la situación...

─Visita para Rafaela Thalassinos ─me limite a decir, entonces el muchacho reviso en su computadora y trago saliva.

─No es posible.

Eleve mis cejas y note su nerviosismo, ¿Por qué todos están nerviosos? Entonces note guardias ocultos tras los pilares. Portaban armas de gran calibre.

─¿Puedo saber la razón? Es urgente, debo entregarle algo importante ─mentí.

─Es confidencial señor, si usted gusta puede dejarlo y yo con gusto se lo llevo.

─Es necesario que se lo de yo.

─Lo lamento es imposible subir al decimo piso ─de reojo observó al guardia del piso superior. Tiene miedo.

¿Por qué tanta seguridad? Como si se hospedara el presidente. Me retire, pero no me quedaría con la duda. Abandone el hotel y me introduje en el callejón donde botaban la basura. La salida de emergencia ayudaba pero debía pasar desapercibido, agarre el uniforme de cocinero, lo primero que encontré. Y subí por el ascensor de los empleados. Noveno piso. El decimo se encuentra muy vigilado. Al salir capte a un niño en medio del pasillo, jugando sin darse cuenta de los hombres en ambas esquinas, vigilando. Podría usar al niño para que suba al siguiente piso, y me avise que existe allá, pero no es buena idea. Pase por su lado y dijo: Usted se viste como la cap.

Eso me detuvo a su lado, y lo observe, risos dorados, pequeño, vestido de marinero.

─¿Conoces a Rafaela Thalassinos?

─Es mi vecina ─señaló arriba.

─¿Me puedes hacer un favor? Llévale esto a su habitación ─pase una fritura oculta que compre, sin que los guardias se dieran cuenta─, y me contaras que hace. Estaré en el baño.

Asintió y salió corriendo. Entonces yo me metí en el baño. Espere cinco minutos, pensativo y confundido, no recuerdo que se le haya asignado guardias a una satinadora jamás, nosotros somos la guardia por lo tanto alguien más se encuentra con ella, alguien con poder y peligro. De pronto la puerta se abrió y espere a que hable.

─Señor ─llamo buscándome, entonces abandone el cubículo, y traía consigo una bolsa negra, llena de frituras. Espere a que hable.

─Está con un señor. Tiene una cicatriz en su ojito, da miedo ─susurro lo último, y detallo la clase de cicatriz que tenia, una que pasaba por todo el ojo.

Hombre con cicatriz en el ojo, ¿Quién puede ser? ¿Qué hace con un hombre en su habitación?

Despejando la última pregunta le di un billete al niño, dándole instrucciones de decir que no hablo en ningún momento conmigo y abandone el baño, rápidamente me introduje en el ascensor, y sentí las miradas de los guardias, que sin despegar la vista de mí elevaron teléfonos satelitales, sospechaban de mi. Se cerró la puerta y volando escape del hotel.

La degradación del corazón (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora