Cap. 9

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Esas cenizas se avivaron en un incendio que consumió a ambos dejando un humo como muestra de la calcinación mutua

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My boy―Billie Eillish

Después de haber compartido cuerpos, una sensación de vacío me invadió, todo el deseo menguó, y sentada sobre ese escritorio solo podía ver la costa, el mar, ese choque de olas contra puerto.

Lo más triste es que sentí o evoque recuerdos afilados, el pasado jamás se iría y siempre arrastraría conmigo ese dolor, pero la máscara de frialdad y el fingir eran mis más grandes aliadas a la hora de trabajar. A la hora de ser yo.

Uno ya olvida lo que es desde la primera mentira, porque mentir es adictivo, y muchas veces prefieres la vida de mentiras que creaste a la dura realidad. Yo lo prefería así. Encuentras paz en tu creación. Paz que anhelas después de tanta guerra. Porque uno mismo se hace a guerra, uno mismo es guerra. Una destructiva.

Me tape los senos con el brazo quedando en pose de sirena sobre esa madera que poco a poco iba enfriando. Gustavo no dejaba de verme, sentía su mirada en mí, pero yo no la movía del mar, estaba esperando alguna reacción mía, y ni yo misma sabía cómo reaccionar.

–Tiene la mirada de acosador puesta en mi –dije para bajar la tensión.

–Estoy esperando a que quites tu trasero de mi escritorio – respondió como si fuese natural tener a una mujer sobre su escritorio. Y lo era.

Le devolví la mirada, encontrándolo ya vestido, rapidez; bajé del escritorio y me vestí bajo su atenta mirada.

–Escucha yo –intentó hablar, pero yo soy la que ganó, el no.

–Fue solo sexo –respondí rápido–. Tenía ganas de un hombre como usted y ya me sacié, espero que para otro momento esté dispuesto coronel –dije, porque así era, Gustavo para cuando baje guardia, y coronel para cuando sea el hombre que me recibió.

–¿Qué esta? –expreso desconcertado.

–También apreciaría que no revele el acoston, y que todo se mantenga en estas cuatro paredes –termine, me hice un moño de lo más duro y apretado, aunque dolía el jalón de cabello, sentía que merecía ese dolor, me encaminé a la puerta y antes de salir hable:

–Y si hay confianza tal vez se pueda repetir, hacer respetar el trato –le sonreí–. Que tenga buen día coronel –termine guiñándole el ojo saliendo con el corazón latiendo a niveles descomunales. Fui directo a mi oficina y antes de entrar Keira me hablo:

–¿Se encuentra bien? Está muy pálida –preguntó angustiada.

–¿Puedes traerme agua? –pedí con un nudo en la garganta, que crecía más y más. Rápidamente asintió y desapareció, la cabeza me empezó a doler, sentía todo mi estómago revuelto, y las piernas muy pronto se me derrumbarían. Entre a esas cuatro paredes donde todo daba vueltas y en vez de sentirme dentro de un cuadrado me sentía dentro de un cilindro que cada vez se reducía en tamaño quitándome aire. No me sentía bien después de lo que paso, era como volver a tiempos atrás donde era usada y desechada, pero lo único que cambio es que ahora hay un fin, y ya no fue un simple desquite o una simple paga que ni llegaba a mis bolsillos.

Keira apareció en el momento preciso. Entregándome ese líquido que no sabía ni olía a nada, pero al pasar por mi garganta un ardor arrasador me recorrió, use una mueca y Keira debió notarla, se aproximó a las grandes ventanas para abrirlas y que la brisa fresca invada ese encierro.

–¿Necesita algo más? –preguntó verificando mi estado. Después de un silencio donde sentía otro muro creciendo en mí, mi mente traicionera no paraba de bombardear recuerdos, tomé una bocada de aire y pedí:

La degradación del corazón (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora