Cap. 40

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Dejo caer la ceniza

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Sia - Alive

─¿Cuál es tu nombre?

─Rafaela Thalassinos.

─¿Reconoces dónde estamos?

─En un hospital.

─¿Recuerdas lo que pasó?

─Me encontraba en una misión y caí desmayada.

─¿Sabes en qué año estamos?

─2020.

─Bien. Capitana usted tiene lucidez, eso es bueno, ¿Cómo se siente al respirar?

―Duele.

―De seguro al hablar igual ─dijo Vaill, y asentí, al abrir la boca un ardor horrible me invade desde dentro.

―Debe recurrir a sus terapias pues los focos de infección aun permanecen, pequeños pero permanecen ─cerró su carpeta de documentos y agarro mi mano─. Me alegra que despertaras, estaban preocupa

─¡¡Gracias Dios mío!! ─la puerta se abrió de golpe dejándome ver a Keira y tras de sí al coronel que vestía sus mejores galas con el uniforme, se hizo crecer la barba, se veía muy masculino. Keira pasó a abrazarme y a ¿llorar? Eso creí escuchar. Mientras ella me abrazaba yo mantenía mi mirada fija en el espécimen parado en la puerta, hasta que su mirada bajo a la mano que me sujetaba, bueno hay cosas que no cambian. Lo solté y abrace a Keira.

―Sabes, volví a comunicarme con Dios por ti, hicimos un trato, ahora que cumplió debo ser una buena samaritana ―soltó de golpe y me hizo reír, aunque mi garganta quemó.

―No tiene que hablar, le causa dolor ―le reprendió Relbori, cierto, son hermanastros.

―Tu cállate, que el milagro se me cumplió, te extrañe tanto ―dijo y siguió colgada a mí y me recordó a Cristal, extraño a mi hermana. Le devolví el abrazo y bese su frente.

―Voy a suponer que estas cariñosa porque tienes agujas y cosas en el cuerpo ¿O ya estas delirando? ―me pregunto y solo negué con la cabeza.

―Mas te vale, que ya no quiero deberle nada a Dios ―respondió con una sonrisa―. Mira, mostró sus estrellas y barras.

―La tendremos que soportar en el equipo, que lindo ―habló Vaill con sarcasmo.

―Otra cosa es que tú tienes envidia porque llegue más rápido a satinadora ―se defendió. Oh no, van a empezar una guerra campal.

―Yo si tuve una verdadera misión digna de reconocimiento ―respondió.

―¿Y que se supone que fue lo mío cabron? ―preguntó indignada y ofuscada.

―Ustedes dos fuera ―cortó de golpe el coronel―. Ahora ―sin mas ambos salieron mirándose con los ojos cargados de odio y con la mano temblando por querer golpearse. Aun no entendiendo el rencor de ambos pero sus motivos han de tener.

Abandonaron la habitación y el coronel cerró con fuerza la puerta, apoyándose en esta me observó y me fundí en su mirada.

―Zret dice que hizo un trato con Dios pero dudo que el haya sido la razón por la que despertaste ―dijo sacándose su saco verde lleno de medallas brillantes y mostrando como la camisa marcaba sus músculos―. ¿Sabes por qué?

Negué captando todo de él.

―Porque yo hice un trato con el diablo por ti, equidna ―dijo pasivo y con los ojos brillantes―. No te dejaría ir de mis brazos sin haber luchado contra todo y todos.

La degradación del corazón (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora