Cap. 16

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Nubes negras, niebla densa

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Rafaela Thalassinos

Llegamos a la central los tres juntos, cuando la puerta del container se abrió, soldados con trajes de bioseguridad esperaban.

Baje yo primero causando que me chisgueteen con mangueras de metal, se podría decir que me desinfectaron hasta el alma, y trate de esperan a que los dos desconocidos bajaran del tráiler, pero los soldados protegidos me insistían en aislarme y estar sometida a pruebas médicas.

–la taqlaq –capte la atención de la chica hablando su misma lengua– satakun bikhayr.

Tranquilizándola y diciéndole que no se preocupe, ella se calmó y asintió en mi dirección, bajando del vehículo con su hermano agarrado de la mano.

–Por favor trátenlos bien. Informen a los doctores que estaban encadenados y en situaciones precarias, también quiero a la psicóloga para que los ayude con el trauma. El muchacho no tiene lengua, y la mujer tiene la mitad, por eso su comunicación es escaza. – informe al soldado encargado de los rehenes.

–No se preocupe señora, se los tratara con el debido cuidado. –aseguro–, además el coronel pidió que usted ayude con los interrogatorios por el uso de su mismo lenguaje.

Asentí y caminé por un pasillo subterráneo con dos soldados protegidos detrás mío, todo era blanco, como si de un hospital se tratase hasta una puerta donde el teniente Vaill me esperaba vestido con una bata blanca, y su traje de bioseguridad junto a dos soldados que también eran parte de sanidad.

–Capitana –trato de hablar con fuerza para ser escuchado a través del barbijo, abrió la puerta y distinguí una pared de plástico–, por favor adéntrese, vista con la bata de hospital, y con las pantuflas que se encuentran en el horno, después deje su ropa en el mismo lugar para su desinfección, todo lo que tenga de metal u otro material lo dejara en el buzón también para su desinfección. Entrará a la burbuja y cerrara la escotilla, cuando todo esto ya haya sido realizado tocara el botón rojo que nos avisara que podemos entrar –instruyo señalando la luz roja sobre la puerta.

Al estar dentro cerraron la puerta, dejándome sola, aunque sinceramente no me sentía así, no solo por la cámara de seguridad que estaba a una esquina, sino porque había un vidrio polarizado que compartía espacio con otra habitación.

Empecé a desvestirme, quedándome solo en ropa interior, y tomando la bata de ese horno interno, no la quemarían, sino la mojarían, porque tenía escotillas para agua, no para fuego.

Deje todo doblado dentro del artefacto, las botas de cuero se quedaron en el horno inferior, y calce las pantuflas de goma.

El cuchillo, mi reloj, y el collar con mi información quedaron en la bandeja.

Baje el cierre de la escotilla y me adentre a esa burbuja, la cerré observando lo que había en su interior, una camilla, una lampara, monitores vitales, tanques de oxígeno, tanques de agua con vasos desechables y estantes con medicinas.

Un botón rojo brillaba y ejercí presión en él.

Dando paso libre a los doctores.

–Capitana soy el teniente Uriel Vaill, encargado de su salud y protección en estas circunstancias, gracias a su prudencia, usted y el coronel entraron con la seguridad pertinente al rescate de los demás soldados previniendo a todos, debo decirle que el gas ya empezó a surtir efecto en el trio de soldados, pero tengo esperanza en que usted al estar protegida no lo haya inhalado y solo requiera desinfección y oxigenoterapia por 24 horas.

La degradación del corazón (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora