Cap. 35

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Ritmo sucio

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De pronto el corazón empezó a latirme acelerado, un ritmo totalmente salvaje, sentía como si el mismísimo diablo estuviese tocando la puerta. Mi vista paso de la puerta a los ojos casi rojos de D, que sintió mi miedo, uno injustificado. Elevo una ceja a mi dirección y a la puerta, como si tuviese un escáner, captando lo que existe al otro lado de la puerta.

Paso a mi frente y yo sujete su antebrazo, con mucha fuerza, el miedo se intensifico. Este agarro mi antebrazo sobre el suyo y lo quito con fuerza pero sin lastimar, como diciendo no pasara nada.

Camino hasta la puerta y odie que haya sacado su arma y la ponga detrás de su espalda, odie recordar las veces que me venían a buscar y el tenía que salir con toda maldad reflejada para amenazar o matar. Siempre la segunda opción.

Me pegue a la pared, y apunte mi arma a la puerta. Entonces abrió la puerta, escuchaba mis latidos, como si fuesen una bomba a punto de estallar, los tímpanos me mataban.

─¿Si? ─pregunto a alguien que mi vista no captaba.

─Se le cayó esto a la cap. Rafaela ─una mano minúscula se elevaba cargando una fritura, la voz de niño invadió la habitación─. ¿Vive aquí?

─Vive aquí ─respondió D, sorprendido y confundido que no dejaba de ver al niño y la pregunta notoria que surcaba su rostro era: ¿Por qué tiene relación con un niño si los odiaba?

Veras cuando Alejandro murió los deseos de tener una familia murieron con él. No quería pisar el orfanato porque los niños me recordaban todo lo que había perdido. Y todos esos pensamientos los conocía D.

En todo caso guarde el arma y camine hasta la puerta, ya sin miedo al saber que no era quien pensaba. Sonreí en dirección al niño con rizos dorados, y sentí la mirada de D, esa ¿de qué me perdí?.

─Cap. ─saludo el niño con la mano en la sien, demostraba respeto solo por ser soldado, me gustó.

─Vecino ─respondí.

─Se le cayó esto ─mostro una bolsa de papas, que haciéndole esperar tome la bolsa negra de tantas frituras que compre y se la tendí.

─Te lo regalo, come junto a tu hermana ─dije, y al niño se le iluminaron los ojos, como a Max, lleno de alegría.

─¡¡Gracias!! ─hablo con efusividad, y eso me hizo feliz. Nos despedimos bajo la atenta mirada de D, que incluso se despidió del niño con la mano y pronto sus ojos se entrecerraron, esperando una explicación de mi parte, pero que le podía decir. Hace días atrás le dije que no quería tener hijos, que la idea me parecía tonta. Y aun lo considero así. Muy diferente seria criarlos de esta forma, mas grandes, no desde bebes, que debes procurar que sobreviva ya que es totalmente indefenso. ¿Cómo le explicaba que empatice con un niño desafortunado sin que me salga con que tengamos un hijo?

Le devolví una mirada significativa como respuesta, una para hacerle entender que no quería hablar del tema y antes de empezar su insistencia preferí cambiar de tema:

─¿Por qué te quedaste? Sabes las reglas ─pregunte pero sonó mas a reclamo, en parte lo era. No me gustaban sus intervenciones en mi vida, ya me había independizado totalmente de la suya, pese a la deuda que aun existía por Alejandro. Solo nos veíamos para sexo, un método de pago por su salvación que al final termine aceptando y admitiendo que así fue. La pregunta lo molesto, pues cambio su semblante a uno serio y despectivo.

─Reglas que impuse yo y si quiero las deshago.

Volvió el malo.

Lo provocaste...

La degradación del corazón (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora