Cap. 18

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¿Por qué seguir regando las flores marchitas?

Hay fe en revivirlas.

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Rafaela Thalassinos

La oficina del coronel olía a perfume de mujer y había tazas intactas en su escritorio. Se lo notaba cansado, pues solo él sabía lo que estaba soportando, se trataba de la misma persona que había matado a su prima y ahora iba por su sobrino.

Por lo que Vaill conto, él estaba sometido a las mismas pruebas, pero no descansaba, tenía que hacer lo mismo.

Volviendo al piso 11, donde estaba mi oficina me encontré con una Keira impaciente mirando la puerta.

–¿Qué haces? –indague detrás de ella.

–¡Dios mío! –salto, sorprendida, la había tomado desprevenida – ¿sabe lo preocupada que estaba capitana?

–¿Por...?

–Se expuso a un gas, y salvo a dos rehenes que al parecer tienen superpoderes ya que no tienen nada.

–Estoy bien –respondí con una sonrisa, había encontrado una amiga.

–Claro que lo está, pero, y si ¿no? ¿si le pasaba algo? ¿si respiraba el gas? –volvió a hablar rápidamente.

Me aproxime hasta agarrarla de los hombros y sacudirla un poco, pues su respiración cada vez era más acelerada.

–Basta Keira, estoy bien, soy arriesgada, lo sé, mi hermana siempre reaccionaba como tu cuando se enteraba lo que hacía, pero tranquila, estoy bien.

–Por favor descanse –recomendó.

–El tifón del coronel ya me lo dijo y lamento rechazar su orden, pero necesitamos acabar con este problema de una vez –dije.

–Le queda el nombre tifón –respondió con una sonrisa aliviada.

Respiro y asintió. Tomo su vaso de agua y me paso un vaso con café, percibiéndola mejor entre a mi oficina.

Había una pila de papeles sobre el escritorio. Descansar eh.

En la mayoría tuve que escribir mi testimonio de lo sucedido. Denominaron la misión Casa Blanca y había más datos, fotografías y sucesos escritos. Después de mi salida de aquella casa investigaron a profundidad el lugar, fotos de pasadizos, cuartos vacíos, laboratorios, e incluso de los rehenes, el terror en su cara se contagiaba.

Magia, ¿Por qué dijo magia?

Anteriormente Keira los menciono, y se refirió a ellos como metahumanos, y la duda del porque podían respirar el gas de forma normal seguía presente.

Tocaron la puerta en ese momento, pasando el coronel con una Keira que no dejaba de verlo, no diferenciaba si lo miraba con miedo, o respeto.

–Coronel –me puse de pie.

–Sabía que me desobedecería, tampoco la vi irse, de hecho, se encerró en su oficina –sonó autoritario.

–Escribía el informe del teniente Vaill.

El coronel asintió, y girándose para mirar a una Keira que palideció ante su acción, hablo: subteniente Zret, retírese.

Está adoptando una posición firme respondió: con su permiso coronel, abandonando la sala.

–Que desobedezcas en todo, irrita Thalassinos.

–Volví a mi oficina después de salir de la suya y me encontré con una pila de papales en mi escritorio.

La degradación del corazón (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora