03: italiano al chocolate

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Tras pegarme no sé cuantas horas dándole la paliza al italiano, la clase finalmente termina. Aunque bueno, "paliza" el chico bien que respondía a todo lo que le preguntaba. Ahora se que le gusta el fútbol, aunque bueno, tampoco es algo que me sorprenda. También le gusta la música y de hecho, compartimos gustos musicales, otro minipunto para nuestra boda. Por otro lado tiene un hermano, y que su facilidad por hablar idiomas, aparte de por su tía la española, es porque sus padres siempre le inculcaron el conocer varios idiomas y concretamente habla: italiano, español, inglés y ha fardado con que sabe francés y portugués, pero no le creo. Es un año más pequeño que yo y tiene novia. Si, heterosexuales, homosexuales y bisexuales, el maldito italiano está saliendo con alguien, Y ES MUY GUAPA.
Harta estoy de las italianas, bueno, menos de Vic, la chica es muy maja.
Me ha contado más cosas, pero deje de prestar atención por estar llorando internamente.

Cuando la clase termina recogemos nuestras cosas, bueno, espero a que él recoja, ¿cómo se puede ser tan lento? Le descontaría un minipunto, pero la boda tiene que seguir adelante.

- ¿Vamos? - pregunta tras colgarse una mochila al hombro.

- Sí, quiero mi café - le cojo del brazo y medio corriendo lo saco del aula, pero antes de arrastrarlo escaleras abajo se suelta de mí y aminora el paso.

- Yo pensando en apuntarme a un gimnasio cuando estás tú, que me llevas con la lengua fuera - murmura.

Llamad al 112.
LLAMAD AL PUTO 112.
Estoy teniendo un paro cardíaco por haber pensado muy mal.

Toso para recomponerme y actuar como una persona que no tiene la mente sucia. Le regalo una sonrisa y decido acoplarme a su ritmo.
Es lento, demasiado lento. Intento hacer que ande más rápido acelerando el paso, pero él se mantiene. Al ver una sonrisa burlona asomando por su rostro me doy cuenta que lo está haciendo aposta.

- Vamos a ver italiano, ¿lo estás haciendo queriendo? - frunzo el ceño.

- ¿Enserio esto también te afecta? - pregunta riendo. - Pensaba que lo tuyo solo afectaría cuando intentas concentrarte o algo.

- Tres cosas - digo llevando una mano a mi cintura y la otra poniéndola a la altura de sus ojos con tres dedos levantados. - Uno, te repito que te leas los apuntes de Psicología Médica, nos harías un favor a todos - bajo el dedo índice. - Dos, no soy una rata de laboratorio para que te pongas a hacer tus investigaciones. - Bajo el dedo anular. - Y tres, ¡TOMA PEINETA TE ACABAS DE COMER! - me río mientras baja mi mano y se queja. Bueno, se queja y a la vez me regala el bonito sonido de su risa.

- Reconozco que no me esperaba que hicieras eso - guarda las manos en el bolsillo de la sudadera y continuamos nuestro camino hacia la cafetería. - ¿A ti en el colegio no te han enseñado que eso es una falta de educación?

- Quizás en la privada enseñaban eso, pero en los públicos teníamos que sobrevivir - obviamente exagero, pero hay que dar un poco de dramatismo al asunto y aprovechar para insultarle.

- ¿Cuando he dicho que iba a una escuela privada? - dice curioso. - Te he contado media vida mía y en ningún momento he mencionado nada de eso, ¿acaso me has mirado las redes sociales?

Me detengo en seco y llevo una mano a mi frente, gesto que me duele y que ha resonado por todo el pasillo. Si, no he medido la fuerza.

- No he caído en pedirte ninguna red social, ¿qué clase de persona soy? - vale, si, quizás haya metido más drama del necesario.  Aunque lo cierto es que no las uso apenas. Me aburren un poco. Demasiadas vidas perfectas.

- Has vuelto a hablar en alto. ¿Te pasa mucho? Un segundo - ahora es él quién me señala con el dedo -, no me has contado nada de ti.

- ¿Acaso te interesa? ¿No prefieres seguir haciendo un monólogo? - Creo que nadie se quejaría por ello.

Mamá, ¿te gustan los italianos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora