38: emoji en fin

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Lo que me faltaba, tener al italiano buscando mi usuario de wattpad para leer mis novelas. Porque sí, no es solo una. No es que me avergüence que él sepa que escribo, porque eso ya lo sabía, de hecho es de las primeras cosas que le dije sobre mi. Lo que me avergüenza es que efectivamente he escrito sobre él. ¿Versionando los nombres? Si, obvio, pero creedme que si lo lee va a saber a la perfección que es él. Y me niego. Uno, porque escribir lo uso para desahogarme. Dos, no quiero que vea el como me hizo sentir al principio, cuando simplemente pensaba que me estaba utilizando para olvidar a Gio. Y tres, porque no quiero.

Damiano me arrastra hasta la mesa que nos ha indicado el camarero y nos sentamos. Mamá y Papá han decidido ponerse en frente nuestra, así que nada, una desgracia, tendré al italiano a mi lado...

- ¿Saben que van a beber? - pregunta el camarero clavando sus ojos en mi novio.

- Tres cervezas y un vaso de agua - habla papá mientras mira al italiano también.

- ¿Tienes que conducir? - le pregunta Damiano, pero obviamente no se va a quedar ahí. - ¿o es que estás a dieta?

El camarero incómodo vuelve sus ojos a mi y yo le indico que traiga cuatro cervezas. El chico agradecido desaparece de nuestra vista.

- Chico te estás ganando que...

- Y bien - corta mamá y mira a mi padre con advertencia.- ¿Qué era eso que nos ibais a contar?

- Que el italiano es un usurpador - murmura papá y siento el pie de mamá golpearle, y lo siento básicamente porque me ha dado antes a mi.

- Me han concedido quedarme otro año - sonríe el italiano y veo como mamá suspira. - Y bueno, habíamos pensado irnos a vivir juntos.

Silencio. Literal que se ha hecho el silencio. Miro a mamá sin entender. Papá sonríe orgulloso y Damiano me mira también sin entender. ¿No se suponía que mamá era la fácil de convencer?

- ¿Le parece mala idea? - pregunta Damiano. Le aprieto la pierna para que no se preocupe.

Mamá finalmente suelta un chillido y sonríe emocionada. Se levanta y le da un beso en la mejilla al italiano. Claramente ha aprovechado el momento, papá y yo lo hemos notado. En cuanto se sienta el camarero deja la bebida en la mesa y nos entrega la carta del restaurante. Bueno, entregar, nos da un QR y de nuevo se va.

- Sabía yo que después de teneros encerrados tantos días ibais a dar ese paso - controla un chillido y hace sonreír al italiano.

- Bueno, no te emociones tanto. Solo han dicho que se irán a vivir juntos - dice con rabia papá. - No han hablado de boda.

- De momento - murmura el italiano regalándole una sonrisa daleada a mi padre. Que poco valor a la vida le tiene.

Un momento, ¿qué acaba de decir sobre una boda? Porque me parecerá fatal que no me consulte nada, y menos cuando yo ya la tengo organizada.

- Eso por encima de mi cadáver - gruñe papá y el italiano le reta con la mirada. - Antes te va a dejar mi hija, lo tengo clarísimo.

- Te recuerdo que me la pienso llevar a Roma para alejarla de ti - bebe de la cerveza tan normal y mira a mi madre.

- Ya se verá - gruñe una vez más.


La comida ha ido genial, pese a los continuos piques entre papá y Damiano. Estos chicos no se cansan de fastidiarse.
Íbamos a ir a casa de Laia pero el plan de ir al centro comercial a dar una vuelta me pareció mil veces mejor.
No me mal interpretéis, pero hoy no me apetecía tener más dramas y el tema Laia es un señor drama.
Miro una de los puestos de helados y el italiano se para a mi lado.

Mamá, ¿te gustan los italianos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora