05: tarde de biblioteca

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- Aquí tenéis - dice la camarera dejando una pizza para cada uno.

En cuanto se aleja bebo de mi cerveza y observo al italiano fumar.

- ¿No crees que es ganas de insultar a tu país comiendo esto? - señalo su pizza carbonara.

- Todas las pizzas están buenas, y te lo dice un italiano - sonríe mientras deja escapar el humo. - Además, en Italia pasa igual que en cualquier sitio. Para comer pizzas realmente buenas - me hace gracia como pronuncia "pizza" - o las haces caseras o vas a algún restaurante bueno. Igual pasa con la pasta y con varios platos más.

- Pues aquí el gazpacho está bueno hasta el de botella de plástico que te sirven en algún bar - confieso, eso o que mi paladar es muy malo.

- Aún no he probado eso - intenta partir una porción de la pizza pero se quema los dedos, así que decide continuar con su cigarro. - Sigues sin hablarme de ti. Y ya que al parecer hemos tenido un momento de calentón en los baños, que menos que conocerte más - se burla ganándose que le golpee el brazo. Lo único que he provocado con eso es que suelte una carcajada y le de un ataque de tos por haberle dado una calada al cigarro.

- Me alegro - me cruzo de brazos y veo como Elisa aparece sentándose en la mesa de justo al lado y que el italiano lo ha dicho únicamente para provocarla porque sabía que estaría escuchando.

- Ahora enserio, tengo interés en saber de ti - bebe y vuelve a darle otra calada.

El imbécil no tiene ni idea de lo que esa frase puede llegar a calar en mi.

Sonrío sincera y antes de hablar decido comer de mi pizza cuatro quesos, la mejor del mundo entero.

En fin, los creadores de pizzas no me pagan, así que perdón por el spam, pero spam por la mejor pizza del mundo. Vuelvo a repetir, LA MEJOR DEL MUNDO.

Si, tengo mucha hambre.

Dios está tan buena. Creo que he gemido porque el italiano se está riendo mientras tira el cigarro al suelo. ¿Algo que tenemos en común? Somos bromistas y nos tomamos la vida con humor. Y si, se ríe muchísimo, pero no me molesta. En fin, ¿a quien le va a molestar esa jodida y preciosa risa?

- Dibujo - me encojo de hombros - y aprendí a tocar el piano. No se Damiano, mi vida no es interesante.

- ¿Tienes fotos de algún dibujo? Tocar el piano te pega mucho - se decide otra vez por atacar a la porción pero vuelve a fallar. - ¿Por qué la mía no se enfría? - hace una mueca y mira la mía con deseo. - Con permiso - coge una trozo de la mía y se la lleva corriendo a la boca. - Pues si que está buena.

¿Mi reacción? Mirarle con cara de odio mientras proceso lo que acaba de pasar. Me da igual dar de mi plato si me lo piden, pero es que literalmente me lo ha robado. ¿Cómo se puede tener tan poca vergüenza?

- No me mires así, pensaba darte un trozo de la mía - dice tras tragar el enorme mordisco de pizza que le ha dado. - Gabbi, no pongas esa mirada, empiezas a asustarme.

- Y tanto que debes tenerle miedo - Laia se sienta y me roba otro trozo. Abro mi boca sorprendida y ella corriendo le da un enorme mordisco. - Mira, le está dando un tic en el ojo, se está enfadando.

- ¿¡PODÉIS PEDIRLA EN VEZ DE ROBAR!? - grito molesta y los dos se ríen por mi reacción. ¿Pero esos dos no se llevaban mal?

- ¿Sabes otra cosa que odia? - Damiano mira con interés a mi mejor amiga. - Cuando le llaman por teléfono que la gente no se despida, que simplemente le cuelguen. Una vez rompió un teléfono.

- Creo que al italiano no le interesa saber esas cosas - digo entre dientes.

- Y otra cosa que detesta es que la ignoren, tiene sus motivos por los que detestarlo, pero yo adoro hacérselo - sonríe de lado al ver como mi rostro está cada vez más rojo por la ira. Hasta el punto de que mis brazos comienzan a temblar deseando ser armas para ahogar a Laia.

Mamá, ¿te gustan los italianos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora