06: el parque.

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Me acompaña hasta el metro, aunque antes de bajar por las escaleras mecánicas me detengo. Aún sigo llevando su móvil. Lo busco entre mis cosas y finalmente doy con él, se lo entrego y agradece gustosamente.

- Me había olvidado de él - murmura y lo guarda en el bolsillo del pantalón. - Recuérdame que mañana te traiga la sudadera, tengo mala memoria para este tipo de cosas, sinceramente.

- Si no lo olvido te escribo - "Spoiler: jamás olvido nada" pero eso no tiene porque saberlo.

- Bueno... - alarga esa palabra y mira al suelo durante unos segundos. - Supongo que hasta mañana.

- Sip, hasta mañana - me despido de él con mi mano.

Comienzo a bajar por las escaleras mecánicas y obviamente me he girado, sigue ahí. Le sonrío y con ello se siente satisfecho para irse, eso o no lo sé, lo siento, pero los hombres son una especie muy rara.

Mi tren tarda varios minutos en aparecer y por inercia miro mi teléfono, leo los mensajes que me han mandado mis amigos por el grupo, pero decido ignorarlos. Si fuese algo realmente importante me llamarían. Saco los auriculares y comienzo a escuchar música, y justo cuando terminan los últimos acordes por fin decide aparecer mi tren. Como siempre esta hasta arriba y me cuesta poder encontrar un sitio aunque sea de pie.

Son cinco paradas exactamente.
En cuanto me bajo camino hacia mi dulce y precioso hogar y esperar que mañana sea un buen día.

Voy tarde, bueno, más que tarde.

Una vez más me ven corriendo por toda mi facultad intentando llegar a tiempo para la segunda hora.

No ha sido mi culpa.

Ha sido culpa de Damiano.

Bueno, del Damiano que se casaba conmigo en sueños.

En realidad no recuerdo que he soñado, pero siempre es bueno culparle.

Intento coger aire antes de entrar en el aula pero tengo la respiración tan acelerada que me es imposible. Abro la puerta y tras una disculpa hacia el profesor de genética, camino hacia mi sitio.

Sonrío al italiano en cuanto me siento a su lado y me la devuelve.

- Gracias por recordarme que te trajese la sudadera - comenta mientras me la entrega, pero obviamente no pasa por desapercibido las enormes ojeras que tiene.

- Gracias - digo sincera e ignorando el hacerle algún tipo de comentario sobre sus ojeras para evitar incomodarle.

Hoy está bastante distraído. Quizás debería preguntarle si le pasa algo, pero creo que sería mejor cuando estemos solos y no delante de Fer y Helena, quienes hablan animados sobre un plan que están organizando toda clase, la gran fiesta. Prácticamente es montar una fiesta en un parque, y bueno, no creo que vaya. Seguimos en pandemia y sinceramente, conozco a mis compañeros lo suficimiente bien como para saber que se van a saltar todas las restricciones. Helena golpea mi brazo para que opine algo y hago una mueca.

- No voy a ir - Helena se queja y los otros dos chicos me miran con desilusión. - No quiero ser ilegal.

- Técnicamente no estamos haciendo nada ilegal - comenta Fer.

- Beber aunque sea en un parque es ilegal, y lo era antes de la pandemia - muerdo mi bocadillo y el italiano sonríe.

- Por una vez que te saltes las normas no va a pasar nada - Fer continúa intentando convencerme, de hecho, me recuerda a mi madre y sus deseos de que salga todos los fin de semanas. Bueno, mi madre quiere que lo haga para así poder conocer a su futuro yerno.

Mamá, ¿te gustan los italianos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora