V: Es sorprendente lo mucho que cambia tu percepción cuando espías a la gente

130 23 63
                                    

Nadezhda besó una vez más a Andréi antes de esconderlo bajo de la cama

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nadezhda besó una vez más a Andréi antes de esconderlo bajo de la cama.

Habían estado en la antecámara de sus aposentos por más de media hora jugando a las cartas y comiendo mille-feuille hechos por cocineros franceses, pero solo llevaban un momento besándose cuando la criada tocó la puerta. Nadya tuvo que ser rápida y, poniendo los naipes ingleses en un ordenado mazo, desapareciendo toda evidencia de que otra persona se encontraba allí, empujó a Andréi Ivánkov hacia su lecho.

Vaya, vaya, de tratarse de otra pareja me reiría de una situación tan comprometedora.

—¡Un momento! —exclamó, cerrando con llave las doradas puertas de su dormitorio. Posó su oreja en estas, asegurándose de que el joven criado tártaro no hiciese ruido alguno.

Dicho y hecho, un instante después una criada entró. No era Ulana, su aya que hacía las veces de criada en San Petersburgo. Los Ulianov no eran ni de lejos tan ricos como la familia de su primo, y había que depender de menos personas.

—La baronesa Ulianova, señorita Nadezhda —anunció con voz grave.

La pelirroja soltó un suspiro. Tras dos meses, ya se hacían cada vez más frecuentes las visitas de su madre. Su mirada era cada vez menos perdida y su semblante más alegre.

Nadya no sabía si debía estar feliz o irritarse.

Adoraba a su madre en las buenas épocas; era una mujer que toleraba el carácter romántico y soñador de su hija sin mayores rodeos. Pero, cuando la baronesa supo que su marido la había dejado para ir a la guerra, había perdido la cordura al cabo de un par de semanas. Paseaba sin rumbo por las habitaciones con expresión ida como si no tuviese nada más que hacer, y Nadya había tenido que sobrevivir a sus dos primeros años en la Corte con la única ayuda del inútil de su primo.

Solo la noticia de la venida de Ivan Ulianov había hecho que se recuperara. Su retraso de un mes en el sur del Imperio dejaba a su hija adolescente como única confidente de su madre. No era placentero.

—Adelante —respondió con voz cansada.

La figura de Tamara Ulianova entró en la antecámara con pasos cargados de duda. Al menos daba cuenta de todo el tiempo que había estado ausente en la vida de su hija en dos de los años más importantes de su vida tanto en sí misma como frente a la sociedad. Esta asintió con una sonrisita, dándole autorización para acercarse, olvidando todo lo que había y no había hecho esa mujer. La quería. Si todo el mundo era malo con ella, no tenía por qué ser mala con su madre.

—Buenos días, madre —saludó.

—Nadezhda Ivanovna, no son horas para pasear por la habitación en bata y corsé.

Nadya ahogó una risita. ¿Cuántas veces le había dicho algo parecido a Sergéi? Con el tiempo había aprendido que no era capaz de seguir sus propios consejos.

Los nobles © [DNyA #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora