XXXIV: Consejos amorosos para tu mejor amigo y una asesina un tanto desagradable

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Ver a Sergéi y a Zoya traer a una Charlotte de Langlois inconsciente no era algo que Leonid se esperara

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Ver a Sergéi y a Zoya traer a una Charlotte de Langlois inconsciente no era algo que Leonid se esperara. Además, tampoco se esperaba más cuchilladas para esa semana. La verdad es que había tenido suficiente.

Sin embargo, eso fue lo que atravesó la entrada del palacio Bezpálov aquella noche. El conde, el barón y la esposa de este dormían. Leonid leía un libro en francés sobre un señor Rousseau, pero no ponía atención a lo que decía. Solo quería descansar, al fin con un poco de paz consigo mismo.

Pero no podía. Cada vez que cerraba los ojos veía el rostro desesperado de Andréi Ivánkov. No solía ocurrirle aquello... aunque quizá eso se debía a que nunca le habría dejado vivir de haber estado en sus cabales. Había sido un tonto, pero había sido necesario. Si no hubiese dado ese paso, nunca pondría fin a ese círculo vicioso.

La ciudad ya no era un lugar seguro para él. Quizá debía decirle a Sergéi que se iría a alguna de las propiedades que mantenían los Vyrúbov por un tiempo, al menos hasta que la cuestión de la cacería humana se calmara. Le costaba dejar a Zoya, en especial cuando ya se estaban arreglando sus relaciones, y también a Nadya, dejándola en la delicada situación de estar prometida a un hombre ausente. Pero tenía que pensar en sí mismo. No estaba listo para dejar ir su vida entre los dedos.

Eso hasta que su amigo llegó con el cuerpo de la francesa en sus brazos. Ahí fue cuando decidió que definitivamente se iría de ese maldito lugar.

La señorita de Langlois estaba pálida como la muerte tan familiar. Respiraba, sí, pero el oscuro agujero en su estómago hizo que Leonid pensara que no sería por mucho.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, tratando de mantener la calma por el señor Bezpálov.

—Asesinó a la francesa que nos fue presentada en la Corte hace unos meses —replicó Zoya sin aliento—. Larga historia. ¿Dónde está el mayordomo de este lugar?

—Debe estar dormido —contestó Sergéi—. No tiene por qué esperar invitados tan tarde. Ayúdame a llevarla a las habitaciones de la señorita Ananenko, Lyonya.

Entre los tres amigos llevaron el cuerpo inerte de la rubia escalera arriba, teniendo cuidado con su herida abierta. La chica estaba inconsciente; no mostraba ningún signo de sentir dolor con el movimiento de los jóvenes.

—Explicaos ya. ¿Qué ha ocurrido?

Entre los dos comenzaron a elaborar una historia un tanto extraña que involucraba a una anciana que hablaba demasiado, conspiraciones y un romance. Trató de advertir la mentira en los ojos de Zoya; era relativamente fácil saber cuándo estaba mintiendo. No había nada. Sus ojos color zafiro eran claros como los del cielo de verano.

—Deberíamos irnos de aquí —concluyó Leonid, tras lo cual la señorita Ananenko asintió.

—No, no hay dónde ir. Esa mujer dijo que la venganza recaería sobre nosotros si salvábamos a Char y...

Los nobles © [DNyA #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora