XXIV: ¿Quién diría que un primo estafador te podría ser de ayuda?

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Zoya solo quería alejarse de aquella atmósfera enfermante

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Zoya solo quería alejarse de aquella atmósfera enfermante. Por mucho que lo intentara, Sergéi le era irritante con su afán de dejarse pisar por el resto y su costumbre de pensar bien de los demás. La sociedad iba a aplastar al pobre chico.

Sin embargo, su excusa había sido legítima: había llegado una carta de su primo, el principito Pravikin. La primera desde que había dicho que podía restaurar su lugar en la Corte.

Zoya no acostumbraba a mantener correspondencia. Le gustaba ser directa y no llenar una hoja de papel con elogios para pedir algo. Sin embargo, Alekséi no parecía haber heredado esa característica.

San Petersburgo, 30 de abril.

Mi queridísima prima:

¿Cómo te encuentras? Aquí en la capital se te echa de menos, a pesar de que solo llevas un día desaparecida hasta esta fecha... junto con uno de mis caballos. Me había acostumbrado a ver tu elegante figura en los pasillos ocasionalmente gritando a otros. Haber puesto la dirección del conde Bezpálov ha sido un disparo al vacío, pero es mejor intentarlo. Allí iba a ser el único lugar en el que te ibas a refugiar, además de que contarías con la cercanía de tu conocida francesa y del señor Vyrúbov.

Tengo la esperanza de que recibas esta carta porque he encontrado algo que pueda servirte. Resulta que, como odias encargarte de tus asuntos por ti misma, he tenido que manejar los gastos del señor Sutulov yo mismo en tu nombre al ser tú su "pariente" más cercana. Con la debida interpretación y los debidos comentarios de mi parte, la correspondencia que mantenía contigo puede pasar por un matrimonio secreto implícito. Eso, si es que comprendes mi punto, restablecería tu puesto en la Corte y te daría la fortuna del señor Sutulov como herencia. Tu maravillosa presencia le alegrará la estadía a todos en la ciudad, y debo decir que mi esposa, Yelena, está muy de acuerdo con esto y espera con impaciencia el día de tu llegada.

Métete a Yelena por donde mejor te quepa, Lyosha, pensó Zoya antes de seguir con el último párrafo.

Sin embargo, debes saber que mi caridad no es gratuita. He sentido la obligación de ayudarte en este delicado asunto por el cariño que te tenía cuando éramos niños y pasábamos los veranos en la propiedad de nuestro abuelo, pero no por eso me debería retirar sin una recompensa. Sé que sabes cosas que no deberías, Zoya Gueorgievna. Sé que has visto y escuchado demasiados asuntos prohibidos para ti. Lo único que te pido es simple, Zoya: que guardes mis secretos. Estoy tratando de dejar mis años de vicios y pecados atrás, y lo perfecto para arruinarlo sería que me acusaras de sodomía y adicción al juego. Es un bajo precio por el gran favor que te estoy concediendo.

Buena suerte en Moscú.

Se despide,

Príncipe Alekséi Valerievich Pravikin.

Zoya soltó la carta sin pensar. ¿Era cierto? ¿De verdad quería ayudarla? Ponía un precio demasiado bajo para ello... a no ser que de esos secretos dependiera su vida. Por fin saber todos los chismes y confidencias de la Corte Imperial servía para su provecho.

Los nobles © [DNyA #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora