XLI: Ella siempre quiso conocer las anécdotas de su lejano padre

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Era la primera vez que el barón Ulianov entraba a las habitaciones de su hija

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Era la primera vez que el barón Ulianov entraba a las habitaciones de su hija.

Las cosas se habían puesto serias en Krasnaya. A pesar de lo que le había prometido a su primo, no había bajado a almorzar aquel día... ni ninguno de los restantes. Ya no se atrevía a salir. No era desconfianza; era miedo. Tampoco dejaba que Kostya entrara a sus habitaciones. Comía solo una vez al día, cuando alguien dejaba una bandeja con comida frente a su puerta. Había dejado fuera de su habitación a Coco. Él no tenía por qué sufrir aquel encierro con ella. Él era libre. Ella no. Estaba encerrada en aquella jaula de oro construida con engaños.

El barón Ulianov se había dado cuenta de que algo andaba mal. Era extraño verle actuar así. Sí, tenía un lado divertido cuando contaba chistes y curiosas anécdotas sobre su cuñado, pero como padre estaba lejos de ser perfecto. Era rígido, estricto. Militar. Cada vez que Nadya estaba con él se sentía como si se hubiese puesto un corsé siete tallas más pequeño.

Y a la vuelta del campo de batalla... la pelirroja no podía describir el cambio. Actuaba como la idea novelesca de un padre, como lo que debería ser y no lo que era. Porque el padre que Nadya tenía nunca se habría preocupado por no verla almorzar.

—Hola, pequeña.

—Padre, con todo el respeto del mundo, ¿qué hacéis en mi habitación?

A pesar de que los Ulianov ya prácticamente vivían en el ala de invitados, al barón nunca se le hubiese ocurrido cambiar la decoración de sus aposentos. No era así el caso de Nadezhda. Ella se había criado entre esas cuatro paredes y haría lo que quisiera. Por eso las paredes estaban forradas de colorido papel mural. Las ilustraciones flotaban con gracia por los muros, desde vacas pastando hasta bailarinas en el momento más brillante de su rutina. Faisanes y orquídeas observaban a la adolescente dormir todas y cada una de las tristes noches. El padre observaba con ojo detallista, escandalizado y fascinado al mismo tiempo, cada uno de los dibujos. Muchos los había hecho la propia Nadezhda y alguien se había encargado de imprimirlos en el papel mural. El barón Ulianov nunca se habría atrevido a hacer esto en alguno de los cuartos del palacio de su cuñado. De todas formas, se quedaban allí hasta que las penurias económicas pasaran... y no era cercano el fin de dichas penurias.

—No quitaré los dibujos —advirtió la señorita al ver que el hombre se detenía para analizar el dibujo de una ninfa coronada de margaritas tocando una flauta traversa de bambú.

—No iba a decir eso. Estaba preocupado por ti, Nadyushka. ¿Qué ha ocurrido contigo? Solías ser alegre y positiva. Nunca te lograba encontrar con los ojos tristes o la cara larga. ¿Por qué no quieres bajar y charlar un rato con tu padre?

—Padre mío, han pasado dos años desde la última vez que conversasteis largo y tendido con vuestra hija. He cambiado. Ya he sido presentada en la Corte, he asistido a bailes y tuve mi primera recepción porque mamá estaba indispuesta.

Los nobles © [DNyA #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora